Venció al cáncer de pequeño y cumplió su sueño de convertirse en médico

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“Es un logro muy importante en mi vida”, reconoció Matías Melnik (23) quien agradeció el sacrificio de sus padres al acompañarlo durante la enfermedad y ahora en su etapa de estudiante. Padeció un tumor maligno en el oído que le fue diagnosticado a los pocos días de nacer y sobrevivió pese a todo pronóstico negativo.

Él no tiene recuerdos latentes porque cuando el cáncer llegó a su vida era muy pequeño, pero sabe por Clarita, su madre, que desde corta edad recorría los pasillos del hospital con el estetoscopio de juguete y decía que iba a ser médico.

 

Con el correr de los años y el cáncer vencido, la convicción de Matías Melnik (23) de estudiar medicina se hizo más fuerte, la idea de ponerse al servicio del otro como tantos profesionales de la salud que estuvieron a su lado en los momentos más difíciles fue su norte. Y lo logró el martes cuando rindió su última materia en la Universidad Católica de las Misiones (Ucami) y todo fue felicidad para él, su familia y amigos.

La historia de Mati fue contada por El Territorio el año pasado y los medios nacionales se hicieron eco de su testimonio de vida y de superación. A los pocos días de nacer le detectaron un nódulo detrás de la oreja, lo que meses después se confirmó que era un tumor neuroectodérmico primitivo en la glándula parótida del oído medio.

Cuando en la capital misionera ya no hubo nada para hacer por la rareza de su caso, él y su mamá se trasladaron a Buenos Aires y fue operado en el Hospital Italiano cuando tenía casi 2 años, el 31 de julio de 2003. Estuvieron poco más de un año sin poder regresar a su hogar. En 2009, después de rigurosos controles anuales, le dieron el alta oncológica definitiva.

Matías es un sobreviviente y todavía conserva esa sonrisa que no se le borró nunca a pesar de que siendo tan chico tuvo que resistir pinchazos, operaciones e internaciones. Es el más alegre de su grupo de amigos, el que cuenta chistes y siempre está de buen humor.

Después de descansar de la euforia y de haber dormido apenas tres horas para estudiar, volvió a recibir a este medio en su casa y contó sobre su paso por la facultad, sus aprendizajes y el camino que quiere seguir recorriendo.

“Todavía como que me cuesta un poquito asimilar que ya me recibí porque durante los primeros cinco minutos fue de euforia, de abrazos, de llorar, pero en un momento cambié totalmente el mood porque tenía todavía un examen más para recibirme”, reconoció.

Es que el martes Mati rindió dos finales, a la mañana medicina legal y por la tarde bioética. Esa última materia la  dio en grupo junto a sus amigos Ticiano, Lucas, Victoria y Agustín. “Es un logro muy importante en mi vida porque estoy cumpliendo el sueño que en algún momento soñé de chiquito de dedicarme a la medicina, de ayudar a los demás, de ponerme al servicio del otro. Si bien todavía no caigo de que lo logré, estoy muy contento de poder haber realizado esta gran hazaña y ahora esperar lo que venga y disfrutar de las vacaciones y de toda la alegría que conlleva a semejante logro”, sostuvo.

Ahora que ya está de vacaciones sostuvo que está buscando qué hacer para matar el tiempo que antes no tenía, aprender a manejar parece ser una opción interesante, según dijo.

Si bien Mati rindió su última materia, para obtener el título todavía le queda el año que viene cursar sexto lo que sería el internado rotatorio que consiste en rotar diez meses por los distintos hospitales de toda la provincia. “Pasamos por diferentes especialidades, tenemos clínica, cirugía, pediatría, ginecología, obstetricia y APS”, explicó.

Sobre la formación que desea continuar en su camino de médico, comentó: “Si bien cirugía sigue en pie se agregó otra más, que independientemente si hago una u otra me gustaría abordarlo desde el ámbito de la oncología. Esa otra especialidad es ginecología”.

La familia y la fe

“Más que nada pienso en mis viejos que siempre la pelearon desde el momento del tratamiento, vivimos un año en Buenos Aires y mi papá iba cuando podía. Ahora también, la medicina no es una carrera barata en cuanto al arancel, que hayan estado ahí, que se hayan privado de muchas cosas por arrancarme la cuota, ellos no escatimaron ningún recurso para permitirme estudiar entonces además de cumplir mi sueño fue por ellos el logro”, reconoció Mati.

Mientras el reciente profesional habla los ojos de esa madre orgullosa que peleó a su lado desde siempre se llenan de lágrimas. Es que si bien pueden relatar los pormenores de aquel tiempo de enfermedad en plena crisis argentina, sólo ellos como familia pueden dimensionar lo que realmente significó estar alejados tanto tiempo. Porque si bien Clarita estuvo con Mati en Buenos Aires, Carlos se quedó trabajando en Posadas y el hijo mayor de la pareja, que en ese entonces tenía apenas tres años, se quedó en Oberá al cuidado de los abuelos.

“Hasta el día de hoy los médicos están sorprendidos porque para la ciencia él no iba a tener estabilidad, iba a tener un montón de dificultades. Nunca lo tomamos como un problema, nunca les hicimos sentir que estaba enfermo. Él hacía su tratamiento, pero salíamos a pasear, íbamos al shopping, pero cuando tenía que estar en aislamiento por su inmunidad entonces este sí estábamos encerrados”, contó Clarita.

Y en esa misma línea, sobre su experiencia en la residencia junto a otros pacientes y sus familias, agregó: “Te das cuenta de que uno sos la única que te está pasando por eso, nos decían que él no tenía posibilidades de sobrevida, pero lo nuestro era intentar. De todas maneras había gente que estaba peor, que ya no tenía nada para hacer. Pasar una situación así te hace ver la vida de otra manera, hay otras prioridades porque llega un momento que decís ‘todo lo que tengo no me ayuda en nada’, o sea, puedo tener mucho dinero, pero depende de que Dios tenga misericordia de tu vida nomas”.

Los amigos, la música y el fútbol

No fue fácil para Mati hacer el traspaso de la etapa del secundario a la de la vida universitaria y encima la pandemia y la virtualidad lo agarraron en su primer año de carrera.

Tuvo que lidiar con ese nuevo formato, lidiar con la frustración de desaprobar exámenes y aprender a cómo estudiar, encontrar estrategias que le sean efectivas. Si bien las dificultades fueron varias, las venció como al cáncer y hoy es un egresado universitario.

“Que no le tengan miedo al fracaso, ese es mi consejo. Me costó lidiar con el fracaso porque venía de la secundaria, me recibí de quinto siendo primer escolta de Argentina, nunca me había ido mal en ningún examen y ya en el cursillo tuve mi primer desaprobado. Entré en crisis y me pregunté si esto era para mí, pero ahora miro en retrospectiva y digo ‘qué pavo, por un parcial nomás ya dudé de todo’. Pero que no le tengan miedo al fracaso, que también es parte del aprendizaje y que lo tomen como una guía para volver a intentarlo”, aconsejó a los estudiantes que quieran encontrar en sus palabras un bálsamo para seguir.

Fanático de Boca Junios y de Crucero del Norte, amante de la pesca y de la batería, pero también amiguero, Mati encontró en cada una de estas pasiones los canales para bajar el estrés, para disfrutar de los momentos y recargar energías para seguir laburando por su objetivo final que era recibirse.

Tuvo que rechazar salidas con amigos, invitaciones de su novia y su cuñado para planes divertidos cuando tenía exámenes, pero todo eso hoy tiene su premio.

“Gracias a Dios tuve la gran oportunidad de formar un excelente grupo de amigos que desde el principio de la carrera, si bien arrancamos en pandemia y era todo por Zoom, desde la virtualidad hubo un acercamiento y pegamos buena onda entre todos. Me llevo que hubo mucha solidaridad entre todos, de que por ahí uno no estaba muy bien en para un examen, un parcial y el otro se sentaba, explicaba, nos ayudamos entre todos. Hubo siempre un compañerismo y una camaradería de vida muy linda”, reconoció sobre su paso por la carrera.

Mati superó todos los pronósticos desalentadores que llegaron junto con ese raro cáncer que le tocó padecer, venció a todas las secuelas que los médicos dijeron que le iban a quedar. Ese chico que a los cuatro aprendió a leer y era arquero de fútbol (dos cosas que le habían dicho a su madre que le iban a costar un montón), hoy se abraza a sus padres y hermano y agradece a la ciencia, a Dios y a ellos mismos la bendición de estar vivo y de tener la posibilidad de conquistar sus sueños.

FUENTE: El Territorio