Cómo hace Chiquito Romero para sobrellevar su doble vida: arquero-récord en la selección y suplente en sus clubes

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Los ojos del estadio y las cámaras de TV se habían imantado a esa imagen, mientras el resto de los jugadores abandonaba la cancha tras el 2-1 de la selección ante Chile en Santa Clara. Todos, menos tres: en el centro del campo de juego había un racimo amarillo, el que formaban Sergio Romero, Mariano Andújar y Nahuel Guzmán. Los suplentes abrazaban al titular con más fuerza de lo que señalan los usos y costumbres, apenas un minuto después del manotazo al aire del arquero, que había costado un gol.

Un centro, un error y todo lo bueno construido por Romero en los 92 minutos y 53 segundos previos parecía quedar envuelto en la duda. El precio ingrato que viene en lado B del puesto. “Yo estoy para ayudar a mis compañeros, pero en la última jugada intenté meter la mano para despejar y me hicieron un gol. No sirve que haya sacado una buena atajada en el primer tiempo, me tengo que mentalizar en que los centros los tengo que agarrar siempre “, explicaría después, con la vara de la autocrítica y el inconformismo bien altas.

 

“Después del partido le hicimos ver que él también había sido decisivo en el partido cuando estábamos 0-0 y le tapó el mano a mano a Alexis Sánchez. Un error es un error, no tiene que angustiarse por eso”, cuenta Gustavo Piñero, el entrenador específico que integra el cuerpo técnico de la selección. Es este hombre quien más conoce en el grupo a Chiquito, que representa el extraño caso de ser un futbolista abonado al banco de los suplentes en sus clubes y, a la vez, llevar casi siete años como titular en la selección, con solo 29 de edad. ¿Cómo es posible llevar adelante esa doble condición? “Por el tipo de personalidad que tiene: lo ves igual jugando al básquet en el jardín del hotel que poniéndose los guantes para jugar la final de un Mundial”, lo pinta Piñero.

Empezaron a trabajar juntos en Racing, cuando el arquero era un nene de 15 años que alternaba en el arco de la Séptima división. Rotaba cada dos partidos con el otro arquero del plantel, hasta que se asentó como titular, saltó a la Sexta y enseguida Fillol -entrenador de la Primera- lo llevó al plantel profesional. Hace poco más de un año, justamente, Romero superó al Pato como el arquero con más presencias en la historia de la selección; consiguió ese hito siendo suplente en la Sampdoria, como ahora lo es en Manchester United. Con el partido ante Chile, Chiquito llegó a 74 presencias en el arco argentino -Fillol jugó 58 veces-.

 

“No tenemos que hablar mucho, que vaya al banco en su club no lo tira para abajo. ¿Quién puede discutir que es arquero de selección?”, apunta Piñero. Esa condición lo tiene un paso adelante de Andújar y Guzmán, con quienes más tiempo comparte en la concentración: “Los arqueros somos una raza especial. Y estos tres son súper compañeros: en los entrenamientos se están corrigiendo movimientos todo el tiempo, quieren que el otro mejore, sin perder la competencia que tiene que existir”, explica el entrenador después del trabajo que la selección hizo este miércoles en el predio de la universidad de Illinois, con la mira puesta en Panamá.

En las prácticas suelen hace foco en ejercicios específicos con la pelota, en línea con aquella idea que Romero comentó como conclusión del gol de Fuenzalida: “Lo primero que hacemos cuando Chiquito llega acá es practicar centros para sacarlo de abajo del travesaño, que se suelte. La inactividad puede hacer que el arquero salga menos, que se resguarde cerca de los palos, y lo importante es evitar que pierda la confianza”, detalla.

La moral de Romero necesita activarse para cubrir esos baches sin pisar el césped más que para entrenarse: el español David de Gea es el habitual arquero titular de Manchester. Pero donde otros pueden ver debilidad, Romero parece leer una oportunidad: “Cuando me enteré de que Mourinho iba a reemplazar a Van Gaal pensé que no podía dejar pasar la chance. Yo le quiero demostrar que puedo jugar en cualquier lado”, razona. El ejemplo ilustra esa manera de encarar las adversidades que lo acompañaron también en Mónaco y Sampdoria, sus clubes anteriores. Y sirve para enfocar cómo lleva la propuesta de Gerardo Martino, que pone al arquero a jugar con los pies muy seguido: “Cada vez más técnicos te piden jugar con los pies, tenés que ser más rápido para ver qué destino darle a la pelota cuando te llega, hay que tener una visión previa para saber qué hacer. A mí me gusta, los arqueros de Barcelona y Neuer, el alemán, marcaron el camino en ese sentido”, completa.

Inquieto, su pasado de basquetbolista amateur lo llevó ayer en esta ciudad a conocer la estatua de Michael Jordan, el héroe de todos los tiempos de los Chicago Bulls. Ese deporte y el fútbol americano son parte de las pasiones de Romero. Pero más, dice, le llenaría el alma que la selección pueda por fin ser campeona: “Cada competencia es distinta, las cargas emocionales también. No tomo nada como revancha, pero esperemos ganar un título de una vez por todas”, se sincera. A esa presión también deberá ponerle el pecho: experiencia en luchar contra las miradas desconfiadas tiene de sobra.

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