La cara oculta de Gonzalo Maroni, el pibe que la rompió en Boca

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La carita de alegría festejando su primer gol con la camiseta de Boca, en su primer partido como titular en el club y en la Bombonera, será una postal para toda la vida. Fue el 3 a 0 ante Arsenal. Pero esa imagen de Gonzalo Maroni fue la que se robó el domingo. Es que el chico por el que apostó Guillermo Barros Schelotto tuvo un debut soñado (o mejor aún) y llevó al fútbol argentino a repasar su historia.

El cordobés del barrio Poeta Lugones empezó su carrera en la escuela EFUL, desde donde arribó a La Agustina, la cantera de Instituto, con edad de Infantiles. Hincha de La Gloria y socio desde los tres años, estuvo siete temporadas completas en las Inferiores del club cordobés, hasta que sus gambetas, goles y lujos aceleraron los procesos.

Con apenas 16 años y 146 días, y cuando todos en Nueva Córdoba ya hablaban de él, Maroni tuvo su debut en el equipo que dirigía Héctor Rivoira. Fue el 11 de agosto de 2015, frente a Atlético Tucumán, cuando ingresó a los 31 minutos del segundo tiempo. Tras esa aparición, Maravilla (como aún hoy le dicen en Instituto), jugó cinco partidos en la Primera B Nacional. Fueron los únicos, porque la Primera División posó los ojos sobre él.

En acción. Maroni y una noche soñada ante Arsenal.

San Lorenzo, con Marcelo Tinelli a la cabeza, fue el primero que intentó llevárselo. Pero no se pusieron de acuerdo en los números y la operación se cayó. Meses más tarde, Armando Pérez recibió el no de la familia para pasar de Instituto a Belgrano. En noviembre de 2015, tras un partido en Casa Amarilla, Boca lo tentó. Y el 4 de diciembre, Maroni firmó su contrato con el Xeneize (llegó junto a Agustín Llanos, compañero de la categoría 99). Boca invirtió 6,5 millones de pesos por el 90 por ciento de su pase y, así, evitó que el Villarreal, que también lo tenía en la mira, se lo llevara a España.

Admirador de Messi y de Agüero, Maroni llegó al club con mucha desventaja física. Por eso desde hace un año, con dos pretemporadas en el club, lo están trabajando. Aumentó de peso, de masa muscular y estilizó su metro setenta y dos con más fibra y fortaleza. Su historia en Boca tuvo la misma aceleración con la que encaró en su primera noche de titular. Se abrieron las puertas cuando Rolando Schiavi y Héctor Bracamonte vieron en su pie derecho algo distinto y lo subieron a la Reserva, en 2016.

Atrevido al punto de a veces hacer una gambeta de más, logró que Guillermo lo subiera a la Primera en mayo de 2016. Y el 16, ante Estudiantes en La Plata, debutó jugando siete minutos. Fue un momento mágico. Aunque no tanto como sus primeras anécdotas con Carlos Tevez.

“Yo a Carlitos lo usaba siempre en la Play Station, era un tipo al que veía siempre en la tele. Y de un día para el otro pasé a tenerlo casi al lado”, recordó hace unos meses. Y agregó: “El año pasado estuve mucho en Reserva, entrenábamos en la otra cancha y nos cruzábamos poco, por ahí en el gimnasio más que nada. Carlitos me decía ‘hola pibe’, no debía saber ni mi nombre pero siempre fue muy correcto”.

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Encarar siempre para adelante, llegar al área y dar asistencias son las características que se repiten cada vez que a alguien del club se le pregunta por el dueño de todas las ejecuciones de la pelota detenida de su categoría. Una mezcla de Pablo Aimar y de Javier Pastore, se animan a comprar algunos que viven el día a día con él. Pero Maroni tiene un ídolo más cercano: Paulo Dybala. También surgido de las Inferiores, Gonzalo se encontró con el crack de la Juventus en un amistoso a beneficio que Instituto disputó ante Newell’s en Laguna Larga. Y aunque prefiere las ligas de España e Inglaterra, por la Joya algún día le gustaría jugar en Italia.

Juntos. Dybala y Maroni, con la ropa de Instituto.

“Quiero romperme el alma en los entrenamientos para poder tener unos minutos en Primera. Y si me toca, me gustaría dar todo para que no me vuelvan a bajar de donde estoy. Poder ganar un título y permanecer ahí sería lo ideal para este año”, aseguró en febrero de este año, en una entrevista con el diario La Voz. Y todo indica que va camino a conseguirlo.

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Como muchos chicos de su edad (cumplió 18 el 18 de marzo), cursa el último año del secundario, en donde sufre cada vez que tiene que estudiar matemáticas. Y mientras sus ganas de ser abogado parecen quedar archivadas por un tiempo, Maroni ya sabe lo que es gritar un gol con alma y vida en Brandsen 805 y salir ovacionado por una multitud azul y amarilla. Amigo de Cristian Pavón (también cordobés), festejó su gol con dos dedos apuntando a su corazón junto con Frank Fabra. Una imitación intencional y a distancia de aquellos primeros gritos de Dybala con Pogba.

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“Cuando patee al arco se me puso la mente en blanco. Sólo quería ver la pelota entrando y cuando pasó, se me cruzaron mil imágenes en la cabeza. Se me caía la hinchada encima, fue un sueño”, fue lo último que dijo antes de ser el primero en irse del vestuario local en la noche del domingo, acompañado por familiares. La carita de alegría en su festejo de gol ya quedó para la historia.

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