El mayor centro asistencial de la capital haitiana está cerrado desde diciembre por una huelga. El acceso a la salud se ha convertido en un milagro en un país en emergencia.
Una beba con discapacidad está recostada en una silla. Arropada apenas por un vestidito blanco, duerme tranquila. Detrás de ella, una mamadera es la prueba de que alguien la cuida en ese enorme edificio fantasma en que se ha convertido el Hospital General de la Universidad de Puerto Príncipe, el más grande e importante de la capital de Haití.
La niña fue abandonada ahí hace varios meses. No es la única. Con ella pasan sus días Nannan, de 12 años, y Cacu, de 10. Ellos también son discapacitados. Sus familias los dejaron allí hace mucho tiempo. Se desentendieron de ellos desde que en diciembre, hace ya más de cinco meses, una huelga de médicos y trabajadores de la salud paralizó el hospital.
Desde entonces, el mayor centro asistencial de la capital haitiana es un edificio fantasma. Nannan, Cacu y la beba de la que nadie conoce su nombre están desamparados. Los cuida una antigua empleada de limpieza del lugar, Lor Mancia Merisier, y otros trabajadores que se turnan para atenderlos, llevarles comida y acompañarlos.
“En el hospital no hay un solo médico. No funciona nada. Ni la emergencia. Solo hay gente enferma que no tiene donde ir, algunos hombres baleados y niños abandonados”, dijo a TN el periodista haitiano Jeremy Dupin, que visitó a fines de mayo el centro asistencial más grande de Puerto Príncipe.
Haití, un país dominado por la anarquía y la violencia
La anarquía es la reina absoluta del país. Tras el asesinado del presidente Jovenel Moise a mediados de 2021, el país cayó en el dominio de bandas armadas que se disputan el poder en los barrios de Puerto Príncipe y las principales ciudades del interior, ya devastadas por los terremotos del 2010 y 2021, la violencia y la pandemia de covid.
Haití hoy es sinónimo de miseria y caos. El acceso a la salud depende de un milagro. El abandono del Hospital General de la Universidad de Puerto Príncipe arrastra a todo el sistema. Quien no tiene dinero para pagar una clínica privada queda desamparado. “Hay otros hospitales especializados, como el de enfermedades infecciosas y la maternidad, pero su capacidad está desbordada”, contó Dupin.
Caminar por los pasillos del hospital fantasma es una experiencia triste. “El abandono está simbolizado por esas camas vacías y el silencio absoluto. No hay nada y nadie, absolutamente nadie, para atender a un paciente. La farmacia está vacía y no hay nada para salvar una vida en caso de emergencia. Solo hay algunos pocos voluntarios que atienden a los niños abandonados, algún familiar que cuida a un enfermo y grupos de religiosos que llevan comida”, dijo el periodista.
Una de esas voluntarias, Lor Mancia Merisier, va todos los días a cuidar a Nannan, Cacu y la beba. “Estamos aquí con los niños porque somos madres y padres. No quiero que les suceda nada malo. Tomé el riesgo de venir hasta aquí porque ellos me importan”, confió la mujer en una entrevista con la televisión satelital qatarí Al Jazeera.
Dupin recorrió los pasillos y habló con la gente que vive en este enorme hospital abandonado. “Todo empezó en diciembre con un paro por reclamo de aumentos salariales y mejores condiciones laborales. Muchísimas personas murieron aquí desde entonces. Muchos pacientes se quedaron porque no tenían a dónde ir. No tenían otra opción. Otros fueron abandonados por sus familias”, dijo.
Entre estos pacientes hay heridos de bala. Son víctimas inocentes de los continuos enfrentamientos armados entre bandas rivales que se reparten el dominio de los barrios de la capital. También hay personas heridas en accidentes. Se quedan ahí con la esperanza de que algún día alguien pueda atenderlos.
TN