Hacer agua

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Septiembre de 1994. Dos años después de que Naciones Unidas proclamara al 22 de marzo como Día Mundial del Agua, durante una conferencia sobre medio ambiente en Río de Janeiro, entrevisté a Jacques Cousteau, en París. Tenía 84 años y me recibió en su fundación de rue Du Faubourg Saint-Honoré, a pocas cuadras del Arco del Triunfo, vestido como para subir a bordo del Calypso, con traje azul marino, polera blanca, gorra de capitán y zapatos naúticos. Luego de recorrer durante seis décadas los siete mares del mundo, internarse en lagos y ríos y explorar desde la Antártida hasta el Amazonas, Cousteau -esa leyenda que invariablemente se asocia con el océano- estaba indignado con las conclusiones que había alcanzado la Conferencia sobre Población y Desarrollo de las Naciones Unidas, que por entonces se realizaba en El Cairo. Dijo a Viva, en la única entrevista exclusiva que otorgó a un medio argentino: “De todos los peligros que amenazan al planeta, la superpoblación es el enemigo público número uno. Y ahí no se trataron las verdaderas consecuencias que puede ocasionar la explosión demográfica. Este fue un formidable error. Tenemos que preparar a la Tierra para que resista a esa cantidad de habitantes. La estrategia del futuro exige evaluar desde ahora los recursos energéticos disponibles y manejarnos con otra moneda: los kilovatios/hora. La energía será la moneda del futuro. Luego, hay que ocuparse del agua. Es un recurso escaso. Más de 200 millones de personas no tienen agua potable ni conocen lo que es una cloaca o un servicio sanitario. No podemos desperdiciar ni un litro, a partir de ahora. Es absurdo que todavía usemos agua potable en los depósitos de los sanitarios”.

Hoy, a casi veinte años de su muerte, la situación se mantiene intacta. O peor, para ser exactos. El agua es el recurso natural más importante de la Tierra. Ocupa el 71% de su superficie. Sin embargo, el 96% es salada y apenas el 0,007% es limpia y proviene de ríos, lagos, hielos y acuíferos subterráneos. Más de 663 millones de personas en el mundo viven sin agua potable cerca de sus hogares. Aproximadamente, 1800 millones corren riesgo de contraer cólera, disenteria, tifus o polio al consumir agua de fuentes contaminadas. Por día, más de 1000 niños mueren a causa de estas enfermedades.

En la Argentina, según datos oficiales, la red de agua potable alcanza al 84,4% de los argentinos. Sin embargo, las alarmas se encienden cuando se observa el sistema de saneamiento, que comprende cloacas y desagües pluviales y, sobre todo, el tratamiento de los residuos cloacales. Las cifras surgen del Plan Nacional del Agua, de 2015. Aunque no hay estadísticas confiables respecto del nivel de tratamiento de aguas residuales, algunas fuentes calculan que está entre el 15 y el 20% de las recolectadas.

Irina Bokova, directora general de la Unesco, amplió ese punto crítico en su mensaje con motivo de este día, que se conmemoró el miércoles pasado: “Más del 80% de las aguas residuales de todo el mundo se liberan al medio ambiente sin tratamiento. Esta situación no puede continuar… Ante la demanda creciente, las aguas residuales pueden constituir una alternativa fiable como fuente de abastecimiento… Ya no deberían verse como un problema, sino como parte de la solución… Debemos cambiar las mentalidades, concientizar y redoblar los esfuerzos educativos para compartir los beneficios de la reutilización de esas aguas… Este es el mensaje de la Unesco en el día de hoy: no podemos permitirnos desperdiciar las aguas residuales”.

En sintonía con este propósito, la semana pasada, la Facultad de Veterinarias de la UBA y la planta textil Tavex by Santista presentaron propuestas para defender los recursos hidrícos. P&G, por ejemplo, lanzó el programa “Agua Limpia para los Niños”, una iniciativa global que lleva agua potable y limpia a comunidades y familias vulnerables en 85 países. ¿Cómo? Con sobres purificadores, del tamaño de una bolsa de té, que permiten tratar 10 litros de agua sucia en 30 minutos con tan solo un balde, una cuchara y una tela de algodón para filtrar. Así esperan donar 17 millones de litros en la Argentina. Ya arrancaron en El Impenetrable y ahora están en La Matanza. Cuentan con el apoyo del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación.

Con la tecnología, el sueño de Cousteau y el deseo de Bokova, parecerían casi cumplidos. Sólo faltan obras y nuestro cuidado, a diario.

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