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La flota japonesa encargada de la polémica campaña anual de caza de ballenas en el océano Antártico regresó hoy a puerto tras matar a 333 animales. Había salido en noviembre pasado con el objetivo de cazar “con objetivos científicos”, a pesar de la moratoria internacional sobre la caza de ballenas y la oposición de Australia y Nueva Zelanda.
Un barco ballenero japonés en plena caza, en una imagen del 2008 (Reuters).
La flota estaba formada por cinco barcos, tres de los cuales llegaron hoy al puerto de Shimonoseki, en el oeste del país, indicó la agencia nacional de pesca. Más de 200 personas, incluyendo miembros de la tripulación y sus familias, se reunieron a su llegada en el puerto ante el barco Nisshin Maru, indicó un responsable del gobierno local de Shimonoseki.
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Aunque la agencia de pesca define esta campaña anual como una misión de investigación “para estudiar el sistema ecológico en el océano Antártico”, los grupos ecologistas y el Tribunal Internacional de Justicia (TIJ) consideran que responde a intereses comerciales.
Antes de la llegada de la flota, la asociación Humane Society International pidió de nuevo a Japón que abandone definitivamente la caza de ballenas. “Cada año que Japón sigue con su desacreditada caza científica de ballenas es un año más en que se sacrifican estos animales magníficos sin necesidad”, dijo Kitty Block, vicepresidenta ejecutiva del grupo. “Esta crueldad obscena en el nombre de la ciencia debe terminar”, añadió citada en un comunicado.
Fotografía de 2006 que muestra al pesquero Yushin Maru tratando de cazar un ejemplar cerca de Australia (EFE).
Tras una temporada sin capturas en 2014-2015 por orden del TIJ, que considera que los “objetivos científicos” de Japón no son reales, en 2016 la flota nipona capturó el mismo número de ballenas (333).
La Comisión Ballenera Internacional (CBI), de la que Japón forma parte, aplica desde 1986 una moratoria a la caza de ballenas. Pero el gobierno de Tokio aprovecha un vacío legal y se ampara en la investigación científica, asegurando que su objetivo es saber si la población de ballenas es lo bastante grande como para justiciar el retorno a la caza comercial.
Esta imagen tomada en junio de 2008 muestra a pescadores japoneses cortando la carne de ballenas (AFP).
Japón reconoce, sin embargo, que la carne de las ballenas cazadas termina siendo vendida en los mercados e incluso en los menús de algunas escuelas.
El país asiático lleva siglos cazando ballenas. Su carne, muy proteínica, fue clave tras la Segunda Guerra Mundial para alimentar a una nación hambrienta, pero en las últimas décadas el consumo cayó en picada. Tras la decisión del TIJ, en la campaña 2014-2015 Japón se limitó a una investigación “no letal” en la que se tomaron muestras de algunos animales y se contabilizó su población.
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Las últimas campañas balleneras japonesas estuvieron marcadas por la polémica, en particular por las acciones de la organización ecologista Sea Shepherd, aunque las demandas judiciales disminuyeron.
Imagen de febrero de 2008 que muestra una ballena blanca y su ballenato tras ser arponeados por un barco japonés (EFE).
En la campaña que terminó hoy, “no hubo comportamientos de obstrucción amenazando la seguridad de la flota y de la tripulación” por parte de Sea Shepherd, indicó un responsable de la agencia de pesca, que protege la flota ballenera con barcos patrulla.
Fuente: AFP
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