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Durante buena parte del año, Bariloche se mueve al ritmo de los adolescentes. Los viajes de egresados son una industria que genera más de 5.000 puestos de trabajo directos, y que en estos meses mira con inquietud cómo los destinos estudiantiles del exterior se vuelven más y más accesibles para las familias argentinas.
La ciudad rionegrina proyecta recibir, a partir de junio, a unos 125.000 estudiantes argentinos. Se prevé para este año un flujo de egresados prácticamente igual al del año pasado, pero hay incertidumbre sobre lo que pueda ocurrir en las temporadas de 2018 y 2019, por el fortalecimiento de la competencia extranjera.
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“El dólar bajo y los problemas económicos nos generaron una situación difícil, un cóctel complicado“, admitió Néstor Denoya, vicepresidente de la Asociación de Turismo Estudiantil de Bariloche. Pero destacó que la ciudad “ya pasó en otras épocas por circunstancias similares que hacen crecer a los destinos del exterior”. Y aseguró que, pese a todo, el sector confía en seguir siendo, por lejos, la opción más demandada.
“Nuestra respuesta es apostar más que nunca a la calidad como nuestro gran diferencial. Continuar ofreciendo la opción más atractiva para los jóvenes, pero también la más segura y más confiable para los padres, con protocolos de seguridad y controles que no tiene ningún destino de Brasil”, explicó Denoya. Destacó, como ejemplo, que los boliches cumplen normas IRAM y “no tienen patovicas”.
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“Los que eligen Bariloche -defendió- vienen a una ciudad con décadas de preparación e inversiones para recibir a estudiantes, con hoteles de lo mejor, seguros completísimos y un centro de esquí de primer nivel internacional. Eso quizás pueda costar un poco más que ir a playa en algún otro país, pero se accede a un servicio claramente superior.”
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