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En la Plaza de Mayo se escuchan las canciones de protesta y los bombos, que vienen rebotando desde el Congreso. Más de 15 cuadras ocupadas mayoritariamente por mujeres -pero también un grupo grande de hombres- luchando por la igualdad y para ponerle un freno a la violencia machista. Las consignas se ven escritas en remeras, en carteles y hasta en la piel. Un reclamo que comenzó con la primera marcha #NiUnaMenos, en junio de 2015, y que se convirtió en algo que no tiene vuelta atrás.
Pero en medio de ese clima estruendoso están las historias individuales, las que susurran Alika Kinan en medio de un mar de gente: una historia mínima que se vuelve poderosa. Alika es la primera víctima de trata de personas que logró condenar a sus proxenetas. Y en la cabecera de la protesta, fue uno de los símbolos de la marcha de ayer. Alika hoy tiene 40 años y milita por los derechos de las mujeres vulneradas y por el abolicionismo, que considera que la prostitución no es trabajo. Ayer marchó junto a la mayor de sus hijas, de 16 años. Estaba orgullosa porque era la primera vez que participaba de una marcha tan grande en Buenos Aires, porque en las anteriores movilizaciones aún vivía en Ushuaia.
Alika Kinan, sobreviviente de una red de trata en Ushuaia. LUCIA MERLE
“Soy sobreviviente del delito de trata, me rescató la Procuraduría de Trata y Explotación de Personas en octubre del 2012 de una whiskería llamada “Sheik”, en Ushuaia, a los 36 años. Fui y sigo siendo víctima de muchas formas de violencia, violada a los 14 años, hija, nieta y sobrina de mujeres que fueron prostituidas por el sistema patriarcal. La prostitución no es un trabajo”, dice Alika.
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En su día, ellas ganaron la calle para ponerle un freno a la cultura machista
Mónica Schlotthauer es otra de las mujeres que encabezó la marcha de ayer. Es la ddelegada de la Unión Ferroviaria Seccional Haedo y su jornada de protesta empezó temprano. “Los compañeros en Castelar nos apoyaron, pero los de la Fraternidad nos insultaban cuando pasaban los trenes”. El sueño de Mónica es lograr que haya presencia femenina en todas las escalas ferroviarias. Hasta ahora lo logró, salvo en la categoría maquinista. Empezó a trabajar en la estación de Retiro en 2007, como encargada de limpiar los vestuarios de los guardas y barrer los andenes en la estación. Esa fue la primera de muchas otras muestras de discriminación. Sus tareas eran secundarias en un gremio dominado por los hombres. Los primeros logros de su lucha llegaron en 2010: más capacitación para acceder a puestos superiores. Porque esa discriminación implicaba no solo un menosprecio a la capacidad de trabajo de las mujeres sino una diferencia importante en el salario. “El proyecto está presentado, pero no hubo avances en el último año, por eso estamos acá. Y sentimos el apoyo de miles de mujeres”, dice.
Las operarias del ferrocarril Sarmiento. LUCIA MERLE
También en el corazón de la marcha, Nicolás habla de mostrar una realidad diferente para su hija Bianca, de 4 años, que está en brazos de su mujer Noelia. “Queremos que el futuro de nuestra hija sea más igualitario. Ella debería tener las mismas oportunidades que cualquier varón, tanto para conseguir un trabajo o para acceder al mismo salario”, dice Nicolás. Para Noelia, la marcha es una oportunidad para hablar con su hija de los temas que le interesan: “Todavía es chica para algunas cosas, pero tratamos de educarla sacándonos los prejuicios que nos pusieron a nosotros. Si quiere jugar con un juguete ‘de varón’, la dejamos”, dice.
Noelia, Bianca y Nicolás, durante la movilización. Lucía Merle
Una marcha multitudinaria y llena de gestos contra la cultura machista: desde la voz valiente de Alika hasta una familia intentando cambiar el universo de su hija.
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