Higuaín rompió su maldición y ahora va por la Champions

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Es la primera escena posterior al triunfo frente al Monaco, en el Louis II, ahí en el Principado de ricos y famosos. Gonzalo Higuaín, ya sin la camiseta de la Juventus, levanta los brazos y saluda a ese grupo de hinchas que se llegó desde Turín. Son los que gritan por él hasta las disfonía del día siguiente o de toda la semana. Pipita luce la sonrisa más ancha que ofreció en la Champions League. Está contento. Sus dos goles le dieron ese 2-0 a la Vecchia Signora. Una victoria que mucho se parece al pasaporte sellado para la final del 3 de junio en Cardiff.

Detrás de esa alegría hay una historia que relata el final de una maldición para el delantero que saltó al mundo desde River. Se decía -y se dice- al amparo de las estadísticas que le costaba ofrecer su dimensión de estupendo goleador en los partidos definitorios tanto en sus clubes como en la Selección. En la Champions, en las series de nocaut, había convertido apenas dos goles en 24 encuentros. Y esos dos goles habían sucedido en goleadas del Real Madrid como local ante equipos de la segunda línea europea: CSKA Moscú (en los octavos de final de la edición 11/12) y Galatasaray (en los cuartos de final de la campaña siguiente). Un registro ajeno a su condición.

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Pero esta vez, en un día clave, en el inicio de las semifinales, fue el dueño del área y la figura de la cancha. “Higuaín, notte da fenomeno”, fue el título principal de la Gazzetta dello Sport. Eso: fue una noche de fenómeno. En el primer gol apareció como centrodelantero para definir un ataque que pareció una jugada de ballet que incluyó dos tacos (uno, en el inicio, de Paulo Dybala; el otro, a modo de asistencia de Dani Alves). En el segundo abrió el manual del oportunismo: apareció en el segundo palo, rápido, convencido, para deslizarse y definir con lo justo. En la jugada habían participado los mismos intérpretes que en el primero: Dybala -perfecto socio de Higuaín- recuperó la pelota y Dani Alves tiró el centro pasado.

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Con ellos tres, más la solidez conocida de la defensa y las manos del inmenso Gianluigi Buffon (suma 621 minutos sin recibir goles en esta competición), Juventus justificó la victoria ante un rival de los más goleadores de Europa (lleva 95 en la Ligue 1, en la que está a poco de consagrarse y de terminar con la hegemonía del Paris Saint Germain).

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“Yo siempre me prepara de la mejor manera para cada partido. El que trabaja siempre tiene premio. Se dieron los goles y otra vez respondió el equipo. Dimos un gran paso. Pero todavía falta…”, dijo Higuaín, tras el partido, en la zona mixta. Detrás, la publicidad decía: “Road to Cardiff”. Camino a Cardiff. Ese recorrido de la Juve. Y de su goleador, claro.

Esta actuación resulta -de algún modo- el principio del fin de ese estigma de Higuaín en los tramos definitorios. Y sucede en un contexto particular: en el horizonte de la Selección asoma Jorge Sampaoli, quien ya se encuentra armando e imaginando ese equipo que deberá llevar a la Argentina al Mundial de Rusia 2018. En ese escenario, además, aparece Mauro Icardi como posible competidor para el puesto de centrodelantero.

En la Serie A, ellos dos pelean gol a gol: el rosarino suma 24; el nacido en Brest acumula uno menos. Lideran, con 25, Andrea Belotti y Edin Dzeko. Uno de ellos será el capocannoniere, como Pipita la temporada pasada, cuando superó el récord de Gunnar Nordahl con la impresionante cifra de 36 goles. Entonces, tenía la camiseta del Napoli.

De todos modos, en la consideración, Sampaoli no puede prescindir de un detalle clave: Higuaín y Dybala, que comparten cada partido y cada entrenamiento, funcionan a perfección como sociedad ofensiva. Con Dybala libre detrás del nueve. Queda una impresión tras mirar con continuidad a la Juventus esta temporada: sería un pecado no aprovechar a este dúo dinámico y goleador en el equipo nacional. No es una osadía ni una exageración:ellos dos más Messi configuran -quizá- el mejor ataque posible de un seleccionado.

Ese tándem argentino es una de las explicaciones de esta Vecchia Signora que va por todo. Por la primera Triple Corona de su historia. Quedó a un paso de la final de la Champions. El fin de semana puede obtener el sexto Scudetto consecutivo. Y en junio disputará la final de la Copa Italia ante Lazio, en el Olímpico de Roma. Todo eso.

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