La interna sindical, con un ojo en Macri y otro en Cristina

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El gen dialoguista que late en el sindicalismo astilló la posibilidad de que la CGT, amontonada y sin mando único, se anote una victoria política que hace años no tiene. Una fecha, incluso borrosa, que ponga horizonte a un paro general contra Mauricio Macri pudo evitar la fuga de los triunviros de la central, las trompadas camioneras y el copamiento del escenario.

Sobre Héctor Daer, último en hablar, cayó la queja: el de Sanidad escuchó cómo la exigencia de “fechar” el paro inquietó a Carlos Acuña y Juan Carlos Schmid y pudo saciar la demanda. Daer, un líbero en el dispositivo político de Sergio Massa, eligió no hacerlo y dejó expuesta la precariedad de la marcha, que fue tan masiva como caótica y anti Macri.

Hubo, al margen, rabietas contra Abel Frutos (Panaderos), el moyanista que quedó a cargo de la seguridad del acto. Pero, según un cacique, la chispa real fue otra. “Creamos expectativa, juntamos miles de personas y no nos animamos a llamar al paro”, se lamentó.

Anoche, en la UOM, pusieron un toque de humor. “‘Que despercidio’ diría Lorenzo”, parafraseando a Miguel en referencia a los errores del día y la oportunidad perdida de computar la marcha como ganancia neta.

De fondo, la movilización de la CGT que dejó de ser de la CGT -además de CTA y el trosquismo criollo se plegaron movimientos sociales y espacios políticos- estuvo cruzada por una duda: la cúpula gremial no define cómo pararse frente al Gobierno. “Seguimos esperando que nos llamen para negociar. Hace un año y cuatro meses que esperamos lo mismo”, se quejó un gremialista del rubro industrial, donde anidan las mayores quejas.

Daer, Schmid y Acuña, encarnaron como voceros la indecisión, pero la voluntad de dilatar el paro tiene otro elenco: los Moyano, Hugo y Pablo, Andrés Rodríguez de UPCN, José Luis Lingieri de Obras Sanitarias y el gastronómico Luis Barrionuevo, sobre todo.

En la CGT se autoanalizan con criterio pírrico: si activan la protesta para debilitar a Macri pueden resultar funcionales a Cristina de Kirchner, que se nutre del deterioro del PRO. Por eso, empujan a Florencio Randazzo (que ayer asomó en la marcha) con la fantasía de construir una oferta ajena a los K que pueda cosechar en las urnas los efectos del mal momento de Macri.

En términos políticos -no económicos-, la jerarquía sindical todavía está más cómoda con Macri que con Cristina. Casi en pleno, la mesa de la CGT unificada terminó mal con la ex presidente y aquellas tirrias pesan, aun más que el presente.

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