El campeón que le da jaque mate a los obstáculos

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“Aquel que tiene un porqué para vivir, se puede enfrentar a todos los ‘cómos’”, escribió el filósofo alemán Friedrich Nietzsche en “Así habló Zaratustra”. Y José Luis López, cinco veces campeón argentino de ajedrez para ciegos, encontró su porqué en un tablero cuadrado de 64 casillas blancas y negras, pobladas por reyes, damas, torres, alfiles, caballos y peones. Abre la puerta de su departamento y pregunta: “¿Me seguís vos a mí o yo a vos?”. Y se ríe. Sube las escaleras a gran velocidad y advierte: “Mirá que el último escalón es más alto que todos. ¡Cuidado, eh!”. Adentro espera su pareja, Carolina Cayo, también campeona nacional de ajedrez adaptado. Ya en la cocina, José se sienta en la silla del medio de la mesa y avisa: “El ajedrez es un reto permanente”.

Los “cómos” en la vida de José Luis López fueron y son muchos. Nacer ciego fue la primera gran piedra en sus zapatos, pero quizás la menos dañina. Negativas para entrar a escuelas convencionales y diversas mudanzas también marcaron parte de su vida. Pero sin dudas el hecho que dejó la herida más profunda en su corazón ocurrió a los cinco años, cuando debió afrontar la separación de quienes le dieron la vida, que desencadenó en el abandono de su madre y la debacle de su padre. “Cuando mis viejos se separaron, mi mamá me dejó y mi papá se volcó a las drogas y al alcohol. Por eso me crió mi abuela y, después de su muerte, mis tías y en parte mi madrastra”, se abre en diálogo con Clarín en el living de su casa. “Intenté varias veces volver a vivir con mi mamá, pero nunca pudimos reconstruir la relación”, cuenta con frialdad.

José Luis López, en su casa.Foto: Andres DElia

Rápidamente busca salir del tema, no por incomodidad sino por ansiedad, y habla de lo que más le gusta. De aquella pasión que comenzó a gestarse en la pubertad y le dio un rumbo a su vida. Del ajedrez. El sueño de José nació en un lugar donde tantos otros pasan a transformarse en pesadillas: la cárcel. “Cuando tenía 12 años, fuimos con un grupo de ciegos a visitar el penal de Olmos, porque allí había internos que hacían libros en sistema Braille. Fuimos para agradecerles y llevarles algunos regalos. En un momento dado, uno de los presos me mostró un tablero de ajedrez y me explicó el juego muy por arriba. Desde ahí quedé muy enganchado”, recuerda.

Pasaron tres años para que José se reencontrara con su oculta pasión. “Estaba en primer año de la secundaria, en una escuela de Tortuguitas, y un alumno de tercer año pasó promocionando un taller de ajedrez en horario extracurricular. Yo levanté la mano para anotarme. ‘Vos estás loco, no vas a poder jugar’, me dijeron algunos de mis compañeros”, continúa entusiasmado, como si reviviera ese momento. ¡Y vaya que pudo! Cinco campeonatos nacionales y un subcampeonato internacional lo confirman.

“Aprendí mucho en ese taller. Tuve un profesor fantástico, Norberto Caballero, quien ya falleció, y del cual adquirí la mayoría de los conceptos que sé. Obviamente que lo demás te lo da la práctica y la experiencia”, relata. De la mano del taller llegaron los primeros torneos escolares y José no estaba dispuesto a perdérselos. “Jugaba contra rivales que veían. Ya empezaba a preocuparme por prepararme antes de las competiciones y estudiar el juego. De a poco fui perfeccionándome para estar a la altura de los demás”, confiesa.

José Luis López siente el ajedrez con el corazón.Foto: Andres DElia

A los 19 años disputó su primer torneo nacional para ciegos. Finalizó segundo en una competencia en la que enfrentó a rivales que incluso habían participado de Olimpíadas. Al año siguiente, se coronó campeón. “En paralelo, seguía jugando torneos convencionales, porque sostengo que son mucho más fuertes desde el nivel y la exigencia. Además, los considero un desafío extra y una ventaja a la hora de jugar contra mis pares”, comenta. Y sigue: “La vista es una ventaja muy grande, más allá de que el ajedrez sea una de las disciplinas más inclusivas que hay. Yo al fútbol no hay manera de que pueda jugar contra alguien que ve, pero al ajedrez sí. Y aún así hay diferencias”.

Los torneos internacionales de ajedrez adaptado incluyen también a disminuidos visuales, lo que representa un grado mayor de dificultad. El primero de ellos llegó a la Argentina en 2012 y se llevó a cabo en San Luis. Fue un Panamericano y José se quedó con un subcampeonato compartido. En 2013 viajó a Colombia para otro Panamericano, pero no obtuvo los resultados deseados: finalizó en el puesto 16, entre 60 competidores. Los dos siguientes fueron en parejas y en ambos terminaron terceros. “En Brasil 2014 finalicé invicto, con cuatro victorias y un empate, y salí segundo mejor tablero. Y el año pasado, que también fue en Brasil, gané tres partidas y empaté dos. Quedé segundo en puntajes individuales”, resume.

Pero no todo es alegría en la carrera del ajedrecista. Como el deporte no es masivo ni publicitado, se dificulta el poder adquisitivo de quienes lo juegan. Y más tratándose de una disciplina adaptada. Ni siquiera los premios de los torneos son en efectivo. En las competencias nacionales, apenas son trofeos. En las internacionales, a las copas se le suma la posibilidad de clasificarse a un Mundial. “No recibir apoyo es algo que de a poco me va frustrando. La vida no es solamente el ajedrez y yo no puedo estar gastando dinero que por ahí lo necesito para otra cosa. No es una locura lo que estoy pidiendo. En el Interior hay colegas que reciben becas y profesores gratis, además del financiamiento de los viajes. Hay jugadores que ni siquiera tienen un título y tienen más beneficios que yo que soy el campeón”, se queja.

José Luis López, campeón argentino no vidente de ajedrez.Foto: Andres DElia

A José sólo le pagaron los viajes a los Panamericanos de 2014 y de 2016. Los demás corrieron por su cuenta. El próximo será en Panamá, del 29 de octubre al 4 de noviembre. “Viajaré si consigo el apoyo. Ojalá pueda ir porque estoy muy motivado. Es un torneo individual muy fuerte por el nivel -dice entusiasmado-. Yo represento al ACUA (Ajedrecistas Ciegos Unidos de Argentina), del cual a veces recibimos algún beneficio. Pero también espero ayuda del Partido de Malvinas Argentinas, al que también represento”.

-¿Jugar un Mundial es tu objetivo?

-No. Hoy mi objetivo es ganar un Panamericano. Si gano uno, recién ahí me plantearé ir a un Mundial. Porque no me gustaría ir a pasear, sino con posibilidades de ganar. Y es un nivel muy alto. Los disminuidos visuales europeos ven más que un relojero (risas). En América esa diferencia entre los disminuidos visuales y nosotros no se nota.

-¿Te gustaría hacer algo relacionado al ajedrez en el futuro?

-Me gustaría enseñar, principalmente a chicos ciegos, porque me parece que si yo hubiese empezado de más chico, habría desarrollado una mejor carrera. Y porque considero que el ajedrez tiene mucho para aportarle a la vida. Te abre la cabeza. Te hace razonar.

Además del ajedrez, José es un apasionado del deporte en general. Como la mayoría de los argentinos, del fútbol en primer lugar. Es hincha de Boca, pero jugó durante 10 años en el equipo profesional de ciegos de River y hoy lo hace para Huracán. “Así la dominamos los ciegos”, tira mientras mueve la pelota número 5 en el estrecho pasillo de su casa. Agrega algunos tips del fútbol adaptado y confiesa que los sábados por la noche se prende con el boxeo.

La actividad física y mental es fundamental para la autonomía de una persona ciega. Cuando no sos capaz de manejar tu cuerpo, todo se vuelve cuesta arriba -expresa-. Por darte un ejemplo, cuando jugás un partido de fútbol, te sometés a los riesgos de chocarte, caerte, golpearte… Son cosas que pasan en los partidos convencionales también, pero para el ciego es diferente. Si vos te expones a eso, cuando salís a la calle lo afrontás con otra seguridad, aunque este país no está preparado para nosotros”.

Es la historia de José Luis López, el campeón que le da jaque mate a los obstáculos.

Por Enzo La Gamba

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José Luis Lopez, con su tablero especial.Foto: Andres DElia

¿Cómo se juega al ajedrez contra un no vidente?

El ajedrez adaptado consta de un tablero casi igual al del convencional, pero las casillas negras están levemente levantadas respecto de las blancas. Y cada una de ellas está agujereada en el centro para que las piezas puedan incrustarse allí y no se caigan cuando las toque el jugador.

¿Cómo se diferencian las piezas negras de las blancas? Por una especia de clavo que tienen en la parte superior. Cada jugador utiliza su propio tablero y en él debe representar su jugada y la del rival, que antes de realizarla tiene que anunciar el movimiento. Esto se debe a que cada uno puede estudiar el tablero las veces que quiera, sin interferir en la jugada del otro participante. La partida debe grabarse y/o anotarse, para corroborar al final o durante el juego que lo anunciado por el jugador sea realmente el movimiento que hizo.

Cuando un ajedrecista ciego se enfrenta a un rival convencional, este último debe adaptarse a las reglas del juego para no videntes, pero juega con un tablero común. “Esas partidas son mucho más difíciles, lógicamente, porque ellos tienen una foto constante del tablero. Pero en los torneos convencionales aprendés muchas cosas y eso después se transforma en una ventaja a la hora de jugar en torneos para ciegos”, confiesa José. Y agrega: “Me gusta jugar torneos en equipo. Tienen algo especial. Y más para mí, que me gustan los deportes en conjunto. Jugar en equipo es una sensación diferente. Sentís otra responsabilidad. Cuando jugás solo, te va bien o mal a vos; en cambio, con un compañero tenés con quién compartir las emociones y es algo bárbaro”.

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