Leo Gutiérrez: "Es el momento de decir basta"

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El microestadio Domingo Robles se disfraza de Polideportivo Islas Malvinas por un rato. Basta con cerrar los ojos y dejarse llevar por el sonido ambiente para comprenderlo. También se pueden abrir, porque ahí están las banderas azules y blancas. El hincha se autoconvocó casi como si se tratara de un día de partido. Cómo no hacerlo para escuchar al ídolo, al símbolo, al hombre del día que también es el hombre de la liga. Porque decir Leo (¿o alguien lo llama por el nombre completo?) Gutiérrez es eso, es decir Liga Nacional de Básquetbol. Al menos, en términos de jugadores. Y el más campeón del torneo argentino, ese que se consagró en casi la mitad de los torneos que disputó, eligió decir adiós cuando culmine la temporada.

Se va el ícono local de la Generación Dorada, que nunca jugó en la NBA pero que se transformó en la cara de quienes se siguieron desenvolviendo en el medio doméstico hasta llegar a este punto en que su nombre se emparenta -casi se amalgama- con el de la competencia. “Es el momento de decir basta”, comienza Leo, con una firmeza que no le durará demasiado.

“Llegué a este momento dejando todo en la cancha y haciendo lo posible por ayudar a mis equipos a ganar -dice-. Es el momento en que tengo que decirle basta a este deporte que me dio tantas cosas. Estoy sumamente agradecido al básquetbol y a la vida por todo lo que me dieron. Realmente no tengo palabras para describir lo que significa jugar en la Liga. Son momentos únicos para una persona. Estoy sumamente feliz“. Los aplausos lo interrumpen cada vez que se toma unos segundos entre frase y frase. Son los de su gente, la de Peñarol, pero podrían ser los de muchos otros clubes. En el caso de aquellos en los que jugó, porque con todos -salvo Obras- salió campeón. En el caso de los demás, porque será siempre parte de la Generación Dorada.

¿Un amuleto para ganar, teoría que sería bien avalada por los 10 títulos de Liga sobre 22 jugadas? Mucho más que eso. Un líder con el gen de los Dorados en su cuerpo. Llevó aquellos valores a cada grupo en el que estuvo y los lideró con la solidaridad y el sentido de compañerismo que pregonó la camada más importante de basquetbolistas argentinos en la historia.

Leo Gutiérrez, junto a Domingo Robles, presidente de Peñarol.Foto: Fabián Gastiarena

A ello se refiere Leo después del momento emotivo, de las palabras de afecto y agradecimiento a su esposa y familia, tramo en el que debió frenar sus declaraciones más de una vez para al final no poder contener las lágrimas. Después de secarse los ojos, aclararse la garganta y tomar un vaso con agua, Leo resume: “Desde los 16 años jugué en la Selección. Me siento orgulloso de haber sido parte de esa generación. Tuve el privilegio de jugar con una camada de jugadores ganadores, que le dieron todo a nuestro básquetbol y que nos llenaron de orgullo. Fue un placer. Les agradezco a mis amigos, hermanos de camiseta, toda la Generación Dorada por lo que me dieron, lo que aprendí a su lado y los valores: compromiso, humildad, trabajo, tirar todos para un mismo lado sacando los egos personales… Por todo eso Argentina en los últimos 14 o 15 años estuvo a tope de todos los torneos que jugó”.

La vida de Gutiérrez tuvo un antes y un después marcado por su arribo a Peñarol. Nadie mejor que el ala pivote para explicarlo a su manera “En Boca a ustedes los sufrí bastante”, comienza, para dar lugar a una metáfora bastante especial: “Nos conocimos más íntimamente…”. Claro, en su época de rival, esta hinchada que hoy lo ama le colgó una bandera con la frase “Cebador olímpico” por su poca participación en Atenas 2004. Por eso la reflexión: “Éste era el lugar menos pensado, pero llegué a querer, respetar y amar estos colores. Mar del Plata es la ciudad que elegí con mi familia para vivir y éste es el club que elegí para siempre y del que voy a ser parte dentro o fuera de la cancha”.

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