Leo Gutiérrez: "Si renegás de lo que sos, no conseguís las metas que te proponés"

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Señas particulares: Leonardo Martín Gutiérrez, 38 años, cordobés, esposo de Fernanda y padre de Francisco y de Mora. Dueño de los récords de títulos (10 en cinco equipos diferentes), partidos jugados (1.097) y triples convertidos (2.260), es la marca registrada de la Liga Nacional. ¿Profesión? Ganador.

-¿Se puede decir que te formaste como persona en estas 23 temporadas en la Liga Nacional?

-Desde que a los 15 años llegué a Olimpia de Venado Tuerto, tuve la posibilidad de jugar en muchos equipos, conocer lo que era ganar un campeonato y adquirir más experiencia y más pasión. Llegar a esta cantidad de partidos es algo único. Es un placer haber podido jugar durante tanto tiempo.

-¿Hasta dónde pudiste imaginar que llegarías como jugador?

-Cuando empezás, sólo querés ser un jugador profesional e intentar superarte. Lo que hice fue ponerme metas cortas y seguras para llegar a convertirme en un buen jugador. Tuve la suerte de formar parte de grandes equipos, con compañeros que me enseñaron muchísimo, como Diego (Osella), Marcelo (Milanesio), Pichi (Campana), Seba Uranga… Ellos ganaban títulos y a los 15 días ya pensaban en el próximo a ganar. Ver que no se conformaban con lo que tenían forjó mucho mi carácter para saber hacia dónde quería ir. Ya de joven supe que no hay que conformarse con lo que tenemos. Hay que buscar todos los años algo más. Y lo más importante es entender que el camino a seguir son los campeonatos ganados en grupo. Eso te llena mucho más.

Leo Gutiérrez, en una producción exclusiva con Clarín. Foto: Fabián Gastiarena

-Dicen que los líderes nacen y no se hacen. Tu ascendencia en los equipos fue determinante en tu carrera. ¿Cómo transmitís tu liderazgo?

-Mi carácter fuerte me ayudó a forjar un liderazgo en los equipos donde estuve. Trabajar a la par de tus compañeros y ver que te sacrificás como ellos genera mucho respeto. Siempre lo he hecho. Cada vez que empieza una Liga y te preguntan si ya te vas a relajar o si no querés tener un año tranquilo después de haber ganado títulos, hay que convencer al resto de que el camino es intentar ganar nuevamente. Desde 2004, cuando creo que empecé a tener liderazgo en la cancha y en el vestuario, a mis compañeros les intenté transmitir que no había que relajarse.

-¿Cuánto te complicó tu fuerte temperamento?

-No reniego de mi carácter ni de las cosas que hice mal por él. Cuando me mandé alguna macana por ser calentón o por mi carácter fuerte, salí a reconocerlo. Si renegás de lo que sos, no conseguís las metas que te proponés en tu vida o en tu carrera. Nunca renegué de lo que soy. Mi carácter me ayudó a ser lo que fui durante toda mi carrera y lo seguiré teniendo. Siempre le digo a mis compañeros que soy una persona que digo las cosas sin pensarlas y quizás suenan fuerte, pero nunca lo hice para dañar a nadie sino para que se despierte y marcar su camino.

-¿Alguno te padeció más que otro?

-Campazzo fue el que más sufrió por ser un base joven. Con él tuve más palabras fuertes, pero tengo una relación hermosa. Con Fernanda, mi mujer, lo teníamos adoptado. Era una pieza más de la familia, je, je… Entendía hacia dónde iban mis palabras y mis retos e intentaba mejorar. Lo quería como a un hermano menor e intentaba marcarle el camino para que siguiera. Él superó todas las expectativas porque creció muchísimo y siguió adelante con su sueño.

Campazzo, Gutiérrez y la copa que levantaron cuando Peñarol ganó el tricampeonato de la Liga Nacional. Foto: Fabián Gastiarena.

-¿Te pasaron factura algunos colegas por el peso que tenés?

-Por suerte, he sentido durante mi carrera el respeto y el cariño de la mayoría de mis pares, pero el celo profesional lo tienen todos. Me di cuenta de que me pasaron cosas con algunos ex compañeros a los que no les gustaba que fuera el líder del equipo. Cuando te das cuenta, intentás separarte o alejarte de esas personas. O ellos se alejaron de mí. Nunca me quitó el sueño la envidia ni lo que pensaran los demás.

-¿Para un jugador profesional existe la posibilidad de divertirse en su deporte o el juego queda a un lado en el afán de conseguir objetivos?

-La diversión está muy alejada de esto. Siempre se dice que hay que intentar divertirse y pasarla bien, pero para el profesional, la diversión queda bastante lejos a la hora de jugar. Yo siempre intento no relajarme y no poner la diversión por delante del sacrificio y del profesionalismo que debe tener un deportista de alto rendimiento a la hora de competir. Eso es fundamental para no cometer errores y estar siempre alerta a la hora de tomar decisiones adentro y afuera de la cancha.

-¿Les cuesta entender ese profesionalismo a los jóvenes?

-Los jugadores que tienen un proyecto por cumplir en su cabeza tienen ese apetito y ganas de progresar día a día. No se quedan con la sanata sino que trabajan. Tuve la suerte de tener compañeros jóvenes en mi carrera y la mayoría se ha superado año tras año con lo que han aprendido. Ahora son jugadores en las mejores ligas y compiten en la Selección.

-¿Cómo madurás que pronto debas tomar una decisión sobre el retiro?

-Intento llevar el día a día, porque no sé qué decidiré al final de la temporada. Aún tengo ganas de competir y de seguir jugando. Me siento bien, pero el desgaste es largo y debo ver cómo reacciona el cuerpo, que te pasa mucha factura. Por más que me sienta apto, no quiero romperme por querer seguir jugando. Hay que saber retirarse en el momento justo.

-Sobre todo porque te queda una vida por delante…

-No quiero terminar con el cuerpo destrozado, pero sé que me voy a tener que hacer un retoque por todos lados (risas). Fueron muchos años y lesiones hay. Quiero intentar terminar de la mejor manera posible y ver si sigo jugando o no.

-¿Seguirás ligado al básquetbol?

-Es la idea. No me gustaría tomarme un año sabático para pensar si sigo o si me retiro. Si lo hago, lo hago de una, porque si descanso, no voy a retomar. Cuando deje, me gustaría ser entrenador, pero no sé para dónde va a salir todo esto. Eso sí, si me decido a seguir como técnico, la idea será llevar a los jugadores por el camino del sacrificio y del trabajo. Ese es el camino que me llevó a ganar tanto.

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Leo Gutiérrez, en el Polideportivo de Mar del Plata. Foto: Fabián Gastiarena

Palabra autorizada para hablar de la Liga Nacional

“Para ir de Mar del Plata a Santiago del Estero o a Corrientes tenemos 20 horitas en micro. Lindo, je, je… Antes me la bancaba un poquito más. Hoy me tienen que dar un día y medio para armarme cuando llego a destino”. Leonardo Gutiérrez se toma con gracia que tipos de 2 metros deban realizar viajes largos por las rutas argentinas para jugar en la Liga Nacional.

-¿Sacaste la cuenta de cuántas veces fuiste y viniste de la Luna?

-(risas) Habría que sacar la cuenta, ¿no? Pero todo se hace más fácil cuando hay buena onda y charlás, ves películas, jugás a las cartas, escuchás música, tomás mate… Al equipo muchas veces le hace bien porque entrenándote no podés charlar.

-Te tocó ser abucheado, insultado y hasta agredido antes y después del oro olímpico. ¿Alguna vez te preguntaste: “¿Qué hago jugando acá?”

-Nunca pensé eso. Y eso que me pasó de todo, eh. En 1995, cuando estaba en Olimpia, estuvimos tres horas sin salir de la cancha de Regatas de San Nicolás porque la gente nos tiraba piedras y nos rompió el micro. Tuve miedo. Nos volvimos 280 kilómetros por la ruta con el micro roto y los pedazos de vidrio volando por el aire. Me han insultado hasta ayudantes de equipos y dirigentes. Más adelante me decían aquello de “cebador olímpico” o que devolviera la medalla de Atenas 2004 porque había jugado poco. Pero lo más feo era ver cómo una mujer se rebajaba a escupirme o un abuelo me insultaba. Está metido en la sociedad. Antes era mucho más peligroso jugar de visitante porque se llegaba a las agresiones físicas y hoy no se pasa de un insulto. Ha progresado el carácter de nuestros aficionados.

-¿En qué etapa ves a la Liga?

-En los años que llevo en la Liga, he visto muchísimas falencias y progresos. La Liga ha crecido muchísimo. Los estadios siempre fueron un problema en nuestra competencia, pero algunos clubes trabajaron muy bien, como San Martín de Corrientes, Quimsa, Libertad… Es linda la incorporación de San Lorenzo y que haya vuelto Ferro al Etchart, un club y un estadio con mucha historia. Falta, es cierto, pero hay que tener paciencia. No se pueden hacer las cosas de un día para el otro. Faltan más canchas con pisos y aros acordes, y vestuarios cómodos, pero por ahora es un camino que se recorre.

-¿Te complicaron los cruces dialécticos con algunos dirigentes a quienes que te enfrentaste?

-No creo que se le pase por la cabeza a ninguna persona pasar factura por pensar distinto. El carácter me jugó a veces una mala pasada por ser un poco bocón y tuve un roce innecesario con algunos dirigentes. Eso no le hizo bien a la Liga, a mí ni a ellos. Siempre intenté defender a la Liga de la mejor manera posible y cuando vi cosas que creía que le iban a hacer mal, lo dije en voz alta y se armó un kilombito. Todos queremos que nuestra Liga siga durante muchísimos años y que la podamos disfrutar.

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Leo Gutiérrez, en el medio de sus compañeros de la Selección campeona olímpica en Atenas 2004.

La Selección, esa montaña rusa deliciosa

Si bien era esperable, la despedida de Emanuel Ginóbili y de Andrés Nocioni de la Selección golpeó el corazón de los fanáticos del deporte en Río de Janeiro 2016. “Sea en un año o en otro, a todos nos está llegando el momento de irnos del básquetbol de a poquito”, reflexiona Leonardo Gutiérrez, oro y bronce olímpicos en Atenas 2004 y en Beijing 2008.

“Fueron muchos años de una generación muy exitosa de jugadores -prosigue- . Cada uno analizó muy bien cuándo dejar de jugar en la Selección, porque sabíamos que era un momento que nos iba a llegar a todos. No es fácil dejar de jugar. Y no fue fácil decidir dejar la Selección porque fuimos muy felices al competir y defender nuestra bandera. Amamos este deporte y lo sentimos muy adentro.

-¿Luis (Scola) los va a “enterrar” a todos?

-(risas) Es el jugador que siempre va a estar. Y ojalá que pueda seguir con Charly (Delfino) algunos años más. Es muy lindo verlos.

-¿Los ves en el Mundial de China 2019?

-¡Ufffff! No sería nada raro que puedan llegar. Van a intentar disfrutar para estar de la mejor manera posible cuando les toque salir a la cancha con la Selección.

-¿Cuánto disfrutaste tu carrera en la Selección?

-Fueron años muy lindos, en los que fui de menor a mayor. A la inversa de otros, jugué poco al principio y mucho más cuando ya era más grande. Disfruté cada momento de formar parte de esa generación que ha ganado mucho y le dio tanto a la Selección. No sólo disfruté ganar las medallas olímpicas y ser segundos en el Mundial de Indianápolis 2002 sino también cada Sudamericano o Panamericano.

-¿Y ser parte de un grupo que forjó amistades perennes?

-¡Claro! Si nos hemos divertido un montón en la Selección… Cada uno jugaba toda la temporada en su equipo y no veía la hora de que llegara el tiempo de la Selección para reunirnos y pasarla bien. Fuimos compañeros adentro y afuera de la cancha y eso nos permitió competir y ganar.

-¿Aún te sigue sorprendiendo lo que consiguieron?

-Nunca imaginamos que íbamos a poder conseguir lo que logramos durante estos años. Todos fuimos creciendo como jugadores año tras año. Pero no fue casualidad, sino que lo buscamos.

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Sergio Hernández, entre Luis Scola y Leo Gutiérrez.Foto: EFE

OPINIÓN

Por Sergio Hernández, entrenador de la Selección

Leo es liderazgo, es mentalidad, es carácter, es compromiso.

Leo es un fuera de serie. De todos los jugadores que me tocó dirigir durante mucho tiempo, no lo puedo comparar con nadie por su liderazgo y su capacidad para mejorar a los demás. Su mentalidad es impresionante, nunca vista. Es la más fuerte que yo haya dirigido en cualquier equipo. Y eso que tuve la suerte de estar con tipos ganadores.

Leo es liderazgo, es mentalidad, es carácter, es compromiso. Hay que aguantarlo, porque es un cabrón en el día a día y es extremadamente competitivo. No quiere perder jamás y está en todos los detalles. No permite que nadie se relaje, se deprima ni se exceda en confianza.

Jugar finales contra Leo era una pesadilla porque su objetivo es ser campeón. Cuando jugaba para Atenas, en Mar del Plata lo puteaba la gente de Peñarol en 200 idiomas frente al banco de ellos. Hasta los árbitros intervencían. En un momento viene Juan Manuel Locatelli a nuestro banco y pide que no lo puteen más que lo teníamos dominado y lo estábamos bancando. ¡Para qué! Leo nos metió una seguidilla de puntos y nos ganaron.

Leo permanentemente trabaja con los jóvenes como nadie. Cuando Selem Safar llegó desde Junín a Peñarol, era más una promesa que una realidad. Y él le vio algo, lo apadrinó y lo tuvo dos años trabajando junto a él. Para Selem era un sufrimiento porque no podés tener un entrenador más exigente que Leo Gutiérrez. Cuando Tato Rodríguez no pudo jugar más por su problema en el corazón, la práctica era un duelo. “¡Campazzo, vení! Vas a trabajar conmigo”, le dijo Leo a Facundo, que tenía 18 años. Y lo tuvo al lado durante dos años.

En la Selección, Leo siempre fue un líder. Es un auténtico Generación Dorada. Hablaba poco porque tiene una inteligencia emocional muy grande y sabía que en la Selección la voz cantante era de otros. Pero cuando hablaba, no volaba una mosca.

Leo no tiene pausa en su vida. Está en un equipo para convertirlo en ganador. Está más allá de una foto para el último tiro. Es el número uno en trasladar su mentalidad ganadora a todo el equipo. Y yo lo viví personalmente en la época en que sufrí un desgaste importante cuando tenía que dirigir a Peñarol y la Selección al mismo momento. Estaba absolutamente sin energía y me costaba ir a los entrenamientos. Si no hubiese sido por Leo, en algún momento hubiera bajado los brazos. Es único.

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Fuente

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