El británico Andy Murray superó al canadiense Milos Raonic, por 6-4, 7-6 (3) y 7-6 (2), para ganar su segundo título de Wimbledon, el tercero en su cuenta del Grand Slam. Es el campeonato número 38 para Murray, el tercero de este temporada tras ganar Roma y Queen’s.
Murray, que había ganado este certamen en 2013, jugó un partido sin fisuras ante un Raonic, que luchaba por convertirse en el primer canadiense en ganar un Grand Slam y no pudo romper ni una sola vez el servicio del británico, que ganó el encuentro en dos horas y 48 minutos.
En esta final inédita de Wimbledon, la primera desde 2002 que no tuvo como protagonistas a Novak Djokovic, Roger Federer o Rafael Nadal, a Murray no le pesó el favoritismo. Hizo un partido perfecto, de principio a fin.
Tras un inicio muy parejo, Murray se quedó con el servicio de Raonic en el séptimo game. Luego, fue cuestión de conservar el suyo. Así, con solvencia y decisión, se fue a la red y definió el primer parcial a su favor.
En el segundo juego, Murray mantuvo la firmeza desde su saque, Pero no pudo romper el servicio de un Raonic más ofensivo, que supo salir a flote cuando el británico lo complicó. Entonces, llegó el tie break, donde Murray hizo valer su experiencia. Un saque potente y la floja devolución del canadiense sellaron un contundente 7-3.
El escenario del tercer set fue un calco del anterior. Porque los dos mostraron fortaleza desde el servicio y no pudieron quebrarse. Aunque, claro, Raonic dejó pasar el tren en el quinto game, cuando estuvo 15-40, fue a la red, dudó y Murray lo madrugó. Luego, el británico reaccionó y puso las casa en orden. En el tie break, todo fue de Murray, que tomó una rápida ventaja (3-0) y se encaminó hacia el título.
Murray jugó un partido perfecto y volvió a alzar el trofeo de Wimbledon. “Tuve grandes momentos y derrotas muy dolorosas aquí, lo que hace esta victoria más especial”, dijo el británico, tras completar un certamen fantástico.