[ad_1]
En Madrid -cuentan- se viven días de fiesta. Se percibe en las calles, en sus bares múltiples, en cada charla: el fútbol es un tema omnipresente. No es para menos: los dos gigantes de la ciudad están ya en las semifinales de la Champions League y allí se enfrentarán, en el arranque de mayo, por un lugar en la gran cita de Cardiff. De eso se comenta. Que el Cholo Simeone es un mago capaz de llevar al Atlético otra vez al tramo final de la máxima competición continental. Que al Real no lo para ni la perfecta maquinaria alemana del Bayern Munich. Pero hay otra cuestión que late incluso más fuerte, con más intensidad: el Superclásico de España, ese que puede definir la Liga, se jugará bajo el cielo del domingo de la capital española. Real Madrid recibirá al Barcelona en un Santiago Bernabéu que estallará vestido de blanco como en cada gran ocasión. Es un encuentro clave: el equipo de Zinedine Zidane es líder con 75 puntos y adeuda un partido (ante Celta, en Vigo); el de Luis Enrique está a tres. Es, como repiten los medios locales y lo puede imaginar cualquiera, “una final”. Comienza a las 15.45 (Canal 8 de Cablevisión y 610 de DirecTV).
Neymar no fue habilitado para jugar el clásico pero Barcelona aún no se rinde
De todos modos es cierto. Se trata de una cita mucho más decisiva y compleja para el Barcelona que para el Real Madrid. Una derrota de Messi y los suyos los pondrá en la antesala de una temporada sin ninguno de los dos títulos más deseados. La Supercopa de España (ganada ante Sevilla) y la posibilidad de obtener la Copa del Rey (en la final del 27 de mayo, en el Vicente Calderón) suena a poco para el gigante catalán, acostumbrado a festejar casi siempre a lo grande.
Lionel Messi y Cristiano Ronaldo se besan a tres días del clásico español
Para colmo, Barcelona llega desgastado en la apariencia de su juego y justo después del peor golpe recibido en la temporada: la eliminación en los cuartos de final de la Champions League frente a esa Juventus a la que parece imposible hacerle goles. La serie terminó 3-0. Y ninguno de la MSN pudo con el inmenso Gianluigi Buffon y sus implacables laderos en la zaga central, Giorgio Chiellini y Leonardo Bonucci.
El Real Madrid luce como la contracara. Todo le sale bien. Cuando parecía complicado frente al Bayern Munich, en el Santiago Bernabéu, apareció Cristiano Ronaldo -en versión Balón de Oro- y transformó la derrota parcial y la preocupación del contorno en un triunfo de los que no se olvidan y en una celebración que todavía retumba. “Y ahora, a por el Barça”, gritaron los jugadores en pleno festejo de la clasificación a las semifinales de la Champions. Están enfocados: quieren el Doblete. Está claro: quieren todo.
La historia de Kylian Mbappé, la nueva joya del fútbol que le dijo que no al Real Madrid
Messi -en una semana compleja, incluso más allá del campo de juego, por las novedades vinculadas a la causa de evasión al fisco español- es la mejor carta que está ofreciendo el Barcelona en estos días de complicaciones. Sus números lo cuentan: lidera la tabla de Pichichi (con 29 goles, seis más que su socio Luis Suárez y diez más que su archirrival Cristiano) y la del Botín de Oro. El rival sabe otra cosa: Messi, que con un doblete llegará a los 500 goles como esa camiseta, es el máximo anotador de la historia de este duelo de gigantes, con 12. Pero en Barcelona todos reconocen otra cosa: el crack rosarino no puede solo. O mejor dicho: no siempre puede solo.
Hay otro detalle que importa. En caso de empate en puntos, La Liga se define por los resultados entre los rivales directos. En el encuentro de ida, en el Camp Nou, igualaron 1-1. Es decir que hasta una igualdad sin tantos -por aquello del gol de visitante- tendría el sabor de una victoria para el Real. La impresión es inequívoca: este partido se parece mucho al último tren para el Barcelona en la Liga. Apenas eso. Todo eso.
[ad_2]
Fuente