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Diego Maradona avanza con la pelota dominada, ingresa al área y gambetea al Pato Fillol en una lluviosa noche de abril de 1981 para decorar un inolvidable 3-0. Es, sin duda, uno de los mejores goles en la historia de los clásicos y un recuerdo imborrable para el hincha de Boca. Seguramente a la misma altura que el de la Copa Libertadores 1991, cuando el Xeneize se recuperó de un 1-3 y lo dio vuelta con una pirueta de Diego Latorre. ¿O acaso el cinematográfico 3-0 en la Copa Libertadores 2000 con el gol de Palermo no merece un lugar en el podio? Tres partidos, tres triunfos en un mismo escenario, la Bombonera. Clarín te invita a que elijas cuál es tu clásico favorito.
Cuando Maradona desparramó al Pato Fillol
El clásico del 10 de abril de 1981 se jugó un viernes por la noche porque el domingo se iba a desarrollar la carrera de Fórmula 1 en el Autódromo de Buenos Aires. Bajo la lluvia, Boca y River hicieron un partido friccionado, que tuvo dos expulsados en el primer tiempo: Mostaza Merlo y el Pichi Escudero.
El quiebre se dio en el segundo tiempo, con dos perfectas definiciones de Miguel Brindisi, a los 10 y 15 minutos. La frutilla del postre la puso Diego Maradona, a los 22. El Diez recibió un preciso pase de Córdoba, la bajó con la punta de su pie izquierdo y comenzó su obra maestra: le amago a Fillol y lo dejó tirado. Y en la puerta de área chica también dejó en ridículo a Tarantini, con un toque sutil. Boca ganó 3 a 0 y armó su propia fiesta bajo la lluvia.
Una remontada histórica
Otro clásico nocturno con final feliz para Boca, que tuvo que apelar a su garra y a su corazón para dar vuelta un choque complicado por la primera fase de la Copa Libertadores 1991. A los 31 minutos, River ganaba 3 a 1 y tenía el mando del juego. Un minuto después, el árbitro Bava expulsó a Astrada y, entonces, todo mutó.
Porque Boca se agrandó y arrinconó a su rival. Lo puso contra las cuerdas. No sorprendió el descuento de Giunta de cabeza y tampoco el empate de Marchesini, un remate que se metió en el primer palo de Passet. A tres minutos del cierre, cuando el dominio de Boca era abrumador, Latorre ensayó una pirueta para decretar un increíble 4-3 el 27 de febrero de 1991.
De película, con Palermo como actor principal
River, que había ganado 2-1 en el Monumental por la ida de los cuartos de final de la Copa Libertadores 2000, llegó a la Bombonera con un planteo cauteloso. El plan del Tolo Gallego resultó hasta los 14 minutos del segundo tiempo, cuando Delgado aprovechó un error de Bonano e igualó la serie. Ahí, empezó otra historia.
Porque Boca no quiso los penales, arrinconó a River y tuvo su premio a los 39: penal a Battaglia que Riquelme transformó en gol. Después, el propio Román le hizo un caño inolvidable al colombiano Yepes y Palermo, que regresaba de una lesión, recibió un pase dentro del área, se acomodó y la colocó en un rincón. Un regreso con gloria para el máximo goleador de la historia de Boca y pasaporte a la semifinal para el equipo de Bianchi.
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