Los días avanzan y el presidente se encuentra en un verdadero dilema, de un lado de la balanza, está la urgente necesidad de controlar la inflación y revertir la recesión económica que golpea el bolsillo de los argentinos día a día. En el otro lado, se encuentra la tentación de mantener el discurso combativo, gobernando por decreto y buscando enemigos para justificar su accionar.
Por Fernando Retamozo. Politólogo y Periodista.
Tal como Aristóteles señaló en su obra “Retórica”, los sofistas a menudo confundían la retórica con la política, aunque para el filósofo esto era solo un instrumento más de la política, que se basaba en el arte de la persuasión, la danza de las palabras que puede mover multitudes.
El presidente domina esta habilidad con maestría: discursos encendidos, eslóganes pegajosos, metáforas vibrantes. Pero ¿qué hay detrás de las metáforas? ¿Qué sustancia alimenta las palabras? La gente espera más que retórica. Espera hechos, políticas concretas, respuestas a sus necesidades.
Mientras tanto en la realidad, los primeros datos de enero y febrero indican que la recesión se está profundizando y esta situación afecta incluso a la recaudación de impuestos vinculados a la actividad económica, lo que, a su vez, impacta en la capacidad de alcanzar el tan celebrado superávit fiscal a largo plazo.
En esta línea, el superávit fiscal que logró Milei se basó en una estrategia de licuación del gasto, que se manifestó en varias áreas, como en jubilados y pensionados, el congelamiento nominal de ciertos programas sociales, junto con aumentos salariales en la planta pública que no lograron mantenerse al ritmo de la inflación, la reducción de transferencias a provincias, el freno a la obra pública que dejó sin empleo a miles de personas. Esto, sumado a los ajustes de precios relativos del tipo de cambio, el combustible y las tarifas, hicieron que los salarios del sector asalariado tanto público como privado hayan regresado a niveles del año 2005, hundiendo el poder de compra y derrumbando el consumo.
Desde el gobierno nacional, la expectativa respecto del impacto de los aumentos de tarifas aparece como un factor central a la hora de evaluar un eventual catalizador del descontento social por la recesión y el deterioro del poder adquisitivo.
En este aspecto, algunos especialistas sostienen que el malestar por el ajuste podría pesar más que una posible baja de la inflación, ya que estaríamos ante “la paz de los cementerios”, o sea sin inflación y con una macro “ordenada”, pero sin consumo y con una pobreza que rondaría el 60%.
Fuga
Al contrario de la Renovación, Juntos por el Cambio de Misiones respaldó las políticas de ajuste al promover la candidatura de Javier Milei, sin embargo, ahora parecen desentenderse de los efectos negativos que enfrenta la población, los tarifazos, la pérdida de poder adquisitivo, la subida de precios en la nafta, la electricidad, el transporte público, los alimentos y los medicamentos afectan a todos e impactan en la vida cotidiana como consecuencias directas del modelo político que apoyaron. Inclusive el diputado nacional Arjol ha estado respaldando complacientemente las medidas de ajuste y acompañando las iniciativas impulsadas por el presidente Milei.
Por eso, Juntos por el Cambio, o lo que queda de ellos, ha experimentado una reducción significativa, una fragmentación interna que los ha dejado balcanizados y se encuentran al borde de la desaparición.
Sus dirigentes, en busca de nuevas alianzas, intentan sumarse a los libertarios con la esperanza de tener un papel en el gobierno, un claro ejemplo es la diputada nacional Florencia Klipauka, quien abandonó al puertismo debido a la inacción y se unió a LLA, por más que el presidente la había tildado de traidora en post de la red social “X”.