Legendario estafador inglés asegura que faltan controles en el sistema financiero

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Nick Leeson, el operador bursátil que forma parte de la leyenda negra del mundo de las finanzas por haber provocado la quiebra del bicentenerio banco inglés Barings, aseguró que "el manejo de riesgo y la asistencia de los grandes bancos mejoró dramáticamente en estos últimos 20 años, pero aún existen elementos humanos (empleados) que se deben controlar".

La cuestión es conocer a los empleados porque las personas "se influencian mucho por lo que observan, y si ven a otro haciendo algo malo que no es sancionado, verán su incrementada su chance de hacer lo mismo", reflexionó en una conferencia organizada en la Universidad del CEMA, a donde llegó invitado por Rofex y revista Bank para contar su experiencia.

Fue el 23 de febrero de 1995 cuando el por entonces joven operador bursátil de tan sólo 28 años, fue acusado de provocar la quiebra del Barings, una institución con 223 años de historia y con clientes con clientes como Napoleón III o la mismísima reina de Inglaterra.

Durante los tres años previos, desde su puesto en Singapur, Leeson había ganado millones de dólares y contaba con la aprobación de los directivos de Barings para sus operaciones, sobre las cuales había "pocos controles".

Pero todo empezó a salir mal y para esconder las pérdidas abrió una cuenta secreta, la famosa 88888. Pretendía ir recuperando lo perdido con nuevas operaciones que le dieran beneficios, de modo que en Londres nadie se preocupara y no vieran que sus negocios eran demasiado arriesgados e ilegales.

El operador engañaba al banco diciendo que invertía por otros cuando se trataba del dinero de la entidad, que tuvo sospechas de que algo no andaba bien tras repetidas inyecciones de dinero reclamadas por el trader desde Singapur. Sin embargo, los controles internos de la Casa de Barings no alcanzaron a ver la magnitud de la tragedia que finalmente se materializó.

Es que la ‘pelota’ se fue haciendo más y más grande. En 1995, todo terminó mal para Leeson, que había apostado en el mercado de futuros de Tokio en busca de recuperar parte de lo pedido pero se terminó de hundir a raíz del terremoto de Kobe en Japón. Primero huyó y finalmente terminó encarcelado, con una condena de seis y medio en una prisión de máxima seguridad, de la que salió al ser diagnosticado de un cáncer de colon, que superó.

El operador asumió su responsabilidad en la quiebra del banco aunque denunció la "falta de controles" por parte de la entidad bancaria. "Era totalmente libre, podía hacer lo que quería, pensaba por mí y actuaba para mí, porque las autoridades de Baring no realizaba los controles más elementales sobre las operaciones. En JP Morgan, por ejemplo, no hubiera durado ni cinco minutos", evaluó.

Señaló que al banco "no le convenía revisar su trabajo" porque su cartera equivalía al 95% de todo el volumen del banco. Agregó que "luego de tres años, advirtió que la posición estaba fuera de control, hay analistas que le atribuyen responsabilidad al terremoto pero no fue sólo eso sino toda la situación de desmanejo".

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