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22 de marzo de 2016. Poco después de las 9 de la mañana, varios kamikazes se hicieron explotar en la terminal de salidas del aeropuerto de Bruselas y en la estación de subte Maalbeek, a menos de 200 metros de los principales edificios de las instituciones de la Unión Europea. Murieron 32 personas, 340 quedaron heridas de diversa consideración y murieron tres de los terroristas. Días después fue detenido el único atacante que salió vivo.
"Nunca más" reza el mensaje en el piso, frente a la estación de Malbeek, atacada hace un año por terroristas. / AP
La ciudad paró. Mientras los servicios de urgencia trabajaban a destajo para salvar la vida de los heridos, el Ejército –que ya participaba en la seguridad desde los atentados de París de noviembre de 2015- aumentó su presencia en las calles, que apenas se ha reducido desde entonces.
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Un año después Bruselas sigue con su ritmo habitual con su cielo bajo color gris eléctrico –un escritor belga dijo una vez que el cielo de la ciudad es bajo porque se humanizó poniéndose a la altura de los hombres-, el gobierno prepara para mañana modestos actos de conmemoración y se inaugurará una estatua en homenaje a las víctimas.
Un mural en homenaje a las víctimas en la estación del metro de Maalbeek./ AP
El aeropuerto, cerrado durante semanas tras el atentado y que volvió a funcionar a principios de abril con unas medidas de seguridad extraordinarias, fue recuperando la normalidad, aunque desde entonces los controles son extremos.
El gobierno puso a trabajar a fondo a los cuerpos de seguridad sobre el barrio de Molenbeek, desde el que en los últimos años habían salido decenas de jóvenes a unirse al ISIS y Al Qaeda en Siria e Irak y donde nacieron o crecieron varios de los terroristas de París y Bruselas.
Ketevan Kardava, de Brasil, yace herido, en el aeropuerto de Bruelas. / AP
Pasado un año, cientos de personas siguen curando sus heridas y muchas protestan por lo que consideran un trato burocrático de la Administración belga, que también recibe críticas por tratar mejor a los belgas y residentes en Bélgica que a los residentes en el extranjeros que tuvieron la mala suerte de estar en los lugares de los atentados.
Aunque la mayoría de las indemnizaciones a las víctimas ya fueron pagadas, los diarios belgas están estos días llenos de testimonios de víctimas que se sienten maltratadas. Como Philippe Vansteenkiste, que perdió a una hermana en el aeropuerto y llegó a fundar la asociación ‘V-Europe’ para ayudar a las víctimas y sus familiares por los meandros de la burocracia belga. Vansteenkiste contó a la agencia AFP que “a veces tenemos la impresión de que hacía falta arrodillarse para conseguir una mínima compensación para poder continuar”.
La terminal del aeropuerto de Bruselas afectada por los atentados. / AP
Ante las críticas, el ministro del Interior Jan Jambon declaró que su gobierno “comprende que hay todavía cosas que podemos mejorar” y prometió que su departamento está trabajando en eso. En febrero el gobierno belga aseguró que creará un “estatuto de solidaridad nacional” para las víctimas de atentados terroristas, que conllevará ayudas económicas para toda la vida.
Las asociaciones de víctimas critican que la nueva norma, si no se cambia en el proceso legislativo, sólo afectará a las víctimas que residieran legalmente en Bélgica en el momento del atentado.
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