Diego Padrón: "Necesitamos volver a la democracia en Venezuela"

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La separación de Iglesia y Estado es una idea del siglo XVIII que en Venezuela no ha terminado de cuajar. Por mucho que la Constitución bolivariana consigne en su artículo 59 que el Estado no debe meterse en la religión, los cruces entre la autoridad moral y la política del país no han dejado de producir engendros, como el de Hugo Chávez diciendo en 2007 que Jesús era comunista para ganar apoyo o el de la Iglesia venezolana llamando a sus fieles “a la desobediencia civil” la semana pasada. En Caracas, Clarín habló con monseñor Diego Padrón, presidente de la Conferencia Episcopal de Venezuela, arzobispo de Cumaná y uno de los firmantes del comunicado con que en todo el país los sacerdotes despidieron el domingo a sus fieles.

-¿Qué quiso conseguir la Iglesia con ese comunicado?

-El gobierno, a través del Tribunal Supremo de Justicia, sustituye a la Asamblea Nacional (el Parlamento), expresión de la soberanía del pueblo, por siete magistrados. Eso constituye un golpe de Estado judicial, un delito. Es como si alguien da un golpe de Estado y sustituye al poder ejecutivo por un poder militar o por un cacique. Lo que quiere la Iglesia, en primer lugar, es la toma de conciencia de la población de este hecho extraordinariamente importante, gravísimo, esta anomalía dentro de la vida política del país. Pero no es fácil que tomen conciencia porque están ocupados en buscar la comida o los remedios. No tienen tiempo para reflexionar. Platón lo decía: la gente ocupada no tiene tiempo para el ocio y se necesita ocio para reflexionar. En segundo lugar, el comunicado es un llamado a reaccionar, no violentamente, sino con las posibilidades que nos brindan las leyes y el ejercicio democrático: expresar la opinión. Lo están haciendo las universidades, las asociaciones, los colegios profesionales… Todo eso es necesario. La población no se puede quedar sin conocer la gravedad de lo que pasó.

-En el comunicado de la Iglesia hay un llamado “a la desobediencia civil”…

-No es un llamado, es una pregunta, ¿no será el momento de aplicar eso que la Constitucion dice en el artículo 333 y el 350? Es una pregunta. Lo tienen que decidir los políticos.

-¿En qué consistiría la desobediencia civil?

-Ir en contra de una ley que parece que no es justa, que no está de acuerdo con la Constitución. Este es un hecho que no está de acuerdo con la Constitución. Cuando a mí alguien me da una orden, si va contra un derecho humano, civil o religioso, evidentemente puedo desobedecerlo.

-¿Desobedecer las leyes que se consideran inconstitucionales?

-Sí. Este caso, en que un poder es sustituido por siete magistrados, no aparece en ninguna parte de la Constitución.

-Desde el gobierno acusan a la oposición de tratar de voltear a Nicolás Maduro y de impedirle firmar contratos petroleros esenciales para el país.

-Porque esa es una de las funciones de la Asamblea Nacional (AN), la de ejercer control sobre el Ejecutivo. La Asamblea es una elección popular y no puede ser que siete magistrados nombrados por el gobierno sustituyan a la soberanía popular. El gobierno quiere quitarse el control al que está obligado para así firmar todos los contratos que quiera. Cuando la AN declaró en abandono de cargo a Maduro también tenía una base jurídica, la que dice que en el desempeño del poder puede haber ausencia aunque viva aquí: comete abandono de sus funciones si deja de alimentar al pueblo, si no ofrece una salida razonable eficaz a la problemática de los remedios o si no abre un canal humanitario.

-¿En qué consistía el canal humanitario?

-Permitir que cualquier Estado o institución internacional colabore con remedios y alimentos. La Iglesia ha ofrecido la infraestructura de Cáritas, presente en toda Venezuela, para distribuirlos. Pero tiene que ser con el apoyo y la anuencia del gobierno, claro. Porque el gobierno dice que sí, pero luego nos roban los camiones o la comida por falta de seguridad. Necesitamos el apoyo material de la Guardia Nacional.

-¿No se concede?

-Ni se dará. El gobierno le ha dicho a la Iglesia que no lo va a aceptar y se convierte en un gobierno que de alguna manera es causa para que mucha gente muera. Son centenares de niños los que están muriendo en los hospitales por falta de remedios. Pero la información está prohibida y nadie sabe públicamente cuántas personas han muerto en Venezuela en los últimos seis meses por falta de remedios.

-¿Ha habido otros momentos en que la Iglesia venezolana tomó una postura pública?

-Sí, en la dictadura anterior, la de Marcos Pérez Jiménez. La Iglesia tuvo un papel preponderante en la oposición al gobierno, que perseguía a los partidos y a los políticos opositores. Tuvimos a nueve sacerdotes presos en la cárcel, y más perseguidos por defender la libertad. Otro ejemplo fue en el gobierno de Carlos Andrés Pérez, que con todos sus errores fue un demócrata que nunca usurpó todos los poderes. Pero la Iglesia combatió de frente a Carlos Andrés Pérez por el derroche de los bienes del país.

-Muchos pobres apoyaban al gobierno hasta la muerte de Hugo Chávez, ¿la Iglesia estuvo con el gobierno en sus primeros años?

-Nosotros no negamos que en un momento determinado, por un motivo electoral, se ofreció al pueblo lo que se llamó el programa Barrio Adentro, de salud. Pero todo eso se cayó y ya no existen los centros de salud en los barrios. Siguen los locales, pero los (médicos)cubanos se han ido muchos, y en segundo lugar, no hay remedios. Esos centros de salud, construidos muy rápidamente y en los que se gastó mucho dinero para los equipos nuevos, hoy no tienen nada que ofrecer. El motivo fue electoral, para conquistar y afianzarse en el poder. Una vez lograda esa meta, se fue descuidando. No negamos que eso tuvo su beneficio para el pueblo. Nadie lo niega. Pero fue una cosa temporal y no una política sino una estrategia electoral.

-¿Y sobre el millón y medio de viviendas para los pobres?

-Es discutible si esa cifra es cierta. Claro que la publicidad dice mucho pero según otras medidas no corresponde a la verdad. De todos modos está muy bien lo de las viviendas. En la Iglesia nadie tiene miedo a reconocer que ha habido un servicio grande. Igual con la educación. Se han mejorado muchas escuelas. No abrieron tantas pero mejoraron las edificaciones escolares muy rápidamente, aunque la mejora tuviera poca duración. Pero el problema no es ese. El problema es que el nivel de la educación ha bajado considerablemente. Hoy nuestros niños terminan la primaria y no saben leer, no saben escribir. Eso los incapacita para hacer un bachillerato medianamente eficaz y para ingresar a la universidad. En nuestras universidades están ingresando alumnos no capacitados para asumir una carrera con un nivel equivalente al de cualquier universidad europea o estadounidense. Nuestra educación es muy deficiente. No hay duda de que la educación se ha ampliado pero ha bajado de nivel.

-¿Debe meterse la Iglesia en política?

-La Iglesia tiene que intervenir en política porque la política es la manera de contribuir a mejorar la vida del ciudadano. Lo que no debe hacer la Iglesia es convertirse en politiquera. Hay una diferencia entre la política y los partidos. Ninguno de nosotros está aspirando a un cargo público. Lo decimos porque lo sentimos y porque somos venezolanos en primer lugar. Nadie nos puede impedir emitir nuestra opinión, individualmente o como institución. Somos una institución venezolana nacida con todos los derechos. No estamos buscando el poder en ninguna forma ni el cargo público. No entramos en la politica en ese sentido.

Por Ludmila Vinogradoff

Por Francisco de Zárate

Por Marcelo Cantelmi

-¿Qué va a pasar en Venezuela?

-Nadie lo sabe. En Venezuela todo es impredecible porque el sistema que nos gobierna mantiene al país en vilo. En río revuelto, ganancia de pescadores y aquí el único que gana es el gobierno. Dice que saca una sentencia y mañana la corrige como si fuera una tarea escolar. Nadie puede predecir nada, no sabemos dónde vamos, y el destino del país es siempre un interrogante. Eso crea zozobra, angustia y miedo. Impide la colaboración: el ciudadano se abstiene de colaborar porque no ve las cosas claras.

-¿Qué espera que ocurra si la oposición llega al gobierno?

-La aspiración es un gobierno de carácter concertado, nacional, donde se aplique la justicia de acuerdo con las leyes pero sin que se desate una persecución de unos contra otros. Hay una propuesta que aún no está del todo bien definida de formar un gobierno de acuerdo nacional. Eso significaría mucho trabajo, mucho esfuerzo, pero con eso se pretende que se aplique la justicia y que esto no se convierta en un gobierno de facto que persiga a cualquiera.

-Con los niveles de enfrentamiento que hay, ¿es posible descartar las persecuciones?

-Sí, siempre que se aplique la justicia. Quienes tengan delitos deben ser sujetos a la justicia penal. Tiene que ser una justicia de acuerdo con la Constitución y la ley. Lo que no se puede dar es la impunidad. Los que han robado y matado no pueden quedar impunes. No significa una caza de brujas, sino los procedimientos regulares. Lo que está claro es que mientras no cambie el sistema, no cambia el país. La necesidad no es cambiar a unas personas o el presidente. El cambio es mucho más profundo. Necesitamos cambiar hacia un sistema que no sea el del socialismo del siglo XXI, que es un sistema totalitario. Necesitamos volver a la democracia.

El diálogo entre gobierno y oposición y el rol del Papa Francisco

Hasta que el Tribunal Supremo de Justicia venezolano se atribuyó los poderes legislativos del Parlamento y provocó un fuerte rechazo de los venezolanos y la comunidad internacional, la oposición al gobierno de Nicolás Maduro andaba desorientada. Los diálogos de noviembre entre opositores y gobierno habían terminado con divisiones y pérdidas de popularidad en la oposición. Según monseñor Diego Padrón, el fracaso fue culpa del gobierno, por la intención de controlarlo, pero también de los opositores, por falta de claridad.

-¿Podrán volver a dialogar opositores y gobierno?

-La Iglesia venezolana cree profundamente en el diálogo como un medio de resolver los conflictos a todos los niveles. El problema está en que no se puede repetir un diálogo en el que una de las partes lo quiere controlar. Tampoco se puede ir sin una preparación suficiente. Ese fue el error de la oposición, no llevar objetivos y propuestas claras. No podrá ser un diálogo sin resultados porque eso haría crecer la desesperanza y provocaría que la gente vuelva a condenar el diálogo en sí. Pero el diálogo no tiene la culpa.

-¿La oposición no llevó objetivos claros?

-No. La oposición improvisó mucho. En caso de que se reiniciara el diálogo habría que partir de lo poco que se logró en el anterior, porque hubo acuerdos que no se cumplieron. Habría que empezar por cumplir con ellos. Primero, el canal humanitario; segundo, la libertad de los presos políticos; tercero, respeto a la Asamblea Nacional; y cuarto, establecer el camino electoral.

-¿Es usted optimista o pesimista con respecto a un nuevo diálogo?

-No es optimismo o pesimismo sino realismo. No se puede ir a dialogar improvisadamente o sobre la nada. Hay que dialogar sobre un proyecto, ¿qué queremos conseguir? Si no va a cambiar nada, es mejor no dialogar porque eso es una conversación entre compadres. El diálogo tiene que dar frutos. En una guerra, cuando hay diálogo, se declara un cese al fuego, hay medidas humanitarias, liberación de presos, acuerdos, etc… Desde el tiempo de los romanos, en las guerras púnicas, siempre hubo resultados. El único diálogo que no tiene resultados concretos es el del gobierno y la oposición en Venezuela.

-¿Esto es una guerra?

-Claro que es una guerra aunque no esté declarada. Es un conflicto permanente. En Venezuela están muriendo 21.000 personas al año producto de la violencia y han llegado hasta a 27.000. Si añadimos los muertos por la escasez de remedios, que nadie sabe cuántos son, entonces esto es una guerra. No declarada como guerra, pero un conflicto permanente. Evitar eso es obligación del gobierno. El gobierno debe tener el control de las armas y de la violencia. Si no, que renuncie.

-Me refería a una guerra entre gobierno y oposición, por esa imagen de la tregua que dio usted…

-No hay propiamente una guerra declarada pero sí un conflicto en el que están involucrados gobierno y oposición. En este conflicto todos somos responsables. Todas las instituciones y toda la sociedad civil. Nadie puede decir a mí no me toca. La oposición es un término muy amplio que no se reduce a la Mesa de Unidad Democrática sino que involucra a todas las instituciones del país.

-El Papa Francisco habló en términos más ambiguos que la Iglesia venezolana sobre el conflicto…

El Papa decía que hay que evitar la violencia y que lo sigue con mucha atención. Ese ‘mucha atención’, en el lenguaje diplomático de los Estados significa una preocupación grande. Y también llama a evitar la violencia.

-El Papa no se define con Venezuela…

Es imparcial, pero no es neutral.

-¿A Francisco le molesta que ustedes tomen partido?

No. En absoluto. Le molestaría que no tomáramos parte, que nos cruzáramos de brazos y fuéramos una Iglesia ausente del conflicto social. La Iglesia no está ausente, no es neutral. Está muy preocupada, interviene constantemente, pero el sentido político no es partidista. Cuando hablamos de política hablamos de la organización del Estado. Hay que entender la política como un servicio al Estado y no como una estrategia para alcanzar el poder.