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Mosul era una ciudad hermosa. La llaman al-Faiha, que significa “el paraíso”. Su tierra fue cuna de Nínive, una de las ciudades más importantes de la historia del Antiguo Oriente. Un lugar único en el mundo.
En Mosul, Irak, se escuchaba el canto de los pájaros y las risas de los niños. Hasta que el sonido cambió. En junio de 2014, el grupo yihadista Estado Islámico (ISIS) capturó la ciudad e inició una persecución feroz. La población cristiana fue el objetivo principal. Cientos y cientos de ellos fueron fusilados, decapitados o crucificados.
Los únicos sonidos que se escuchaban eran los de las balas y el dolor. Y en medio de tanto horror se escuchó la música de un violín. Era el de Amin Mokdad. El joven que se atrevió a enfrentar al ISIS.
Amin y los veinte valientes que subieron a la colina para disfrutar del recital.
Un grupo de combatientes del Estado Islámico entró en su casa. Su música molestaba. Le llevaron todos sus violines bajo la acusación de violar al islam con ellos. Se los quemaron y le avisaron que él sería el próximo en terminar en la hoguera.
Consiguió un desvencijado violín y siguió tocando. Sabía que la diferencia entre la vida y la muerte, en su ciudad, era tan efímera como un soplido. Vivir con dignidad y la música como arma era la mejor medalla al valor para lucir en el pecho.
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A principios de este año, los mercenarios del ISIS volvieron a su casa. Alguien le avisó con minutos de anticipación y Amin escapó. Con su desvencijado violín en sus espaldas. Se reencontró con su familia en Bagdad. Ellos ya habían partido mucho antes.
Amin toca. Un soldado irqauí vigila. Música y balas.
Las tropas iraquíes avanzaron sobre Mosul para recuperarla. Y “el paraíso” se fue llenando de ruinas, cadáveres y silencio. Hoy la ciudad está en gran parte recuperada, pero el ISIS mantiene el poder en un tercio de ella. Y el violinista volvió.
“Este es un lugar para todos, no sólo de una secta. El ISIS no representa una religión sino que es una ideología que reprime la libertad”, dijo Amin, al volver a pisar el suelo de su Mosul.
El muchacho tiene 28 años moldeados a puro coraje. Y decidió hacer lo que en Mosul no se realiza desde hace años: un recital. Y eligió un lugar simbólico: la tumba del profeta Jonás que fue destrozada con dinamita por los yihadistas al considerarla un lugar ofensivo para los islamistas.
Es un lugar que impresiona. Está sobre una colina que bajo tierra tiene un palacio asirio del monarca Asaradón. Hasta allí subió Amin. El concierto fue fijado para las dos de la tarde. Un horario donde la muerte no se anima tanto a mostrarse. La noche es su mejor aliada.
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Las fuerzas de seguridad dieron autorización para el concierto. Amin esperaba que algún loco como él se acercara al lugar. Se asombró con la convocatoria. Reunió a 20 personas. En Mosul esa cifra es una multitud de valientes.
Las partituras que tocó Amin, compuestas por él durante la invasión del ISIS, tienen nombres que representan los sentimientos de toda una ciudad: Ruina, Miedo y Viaje. El propio Amin comenta lo que significan para él: “Todas las composiciones hablan de la libertad. Es mi homenaje a la gente que sigue atrapada, ha muerto o se han convertido en refugiada”.
El sonido del violín de Amín sonó mucho más fuerte que el de las ametralladoras.
En medio de las ruinas se escuchó el sonido de un violín. Con una multitud de 20 que desafió al miedo y se convirtieron en espectadores de un momento sublime.
A metros de allí sonaban las ráfagas de las ametralladoras. Era la guerra, que sigue sin parar. Por un rato 20 locos y un violinista, todos compartiendo el mismo ADN de valentía, disfrutaron de un sonido único. El de un violín. Que sonó más fuerte que el de cientos de ametralladoras…
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