Balean a un padre y a su hijo durante un violento asalto en Mataderos

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“Parecía una cancha de fútbol. En un momento me pregunté si no estaría jugando algún equipo por los ruidos que había. Pero enseguida me di cuenta de lo que estaba pasando”. El testimonio de un vecino de la esquina de San Pedro y Guardia Nacional, en el barrio porteño de Mataderos, habla de la realidad que se vive en el barrio: un ruido en la noche no son bombas de estruendo de un partido de fútbol, sino balazos que provienen de un hecho de inseguridad. El último episodio ocurrió en la medianoche del jueves, cuando se oyeron siete disparos durante en un intento de asalto a una familia.

Todo comenzó cuando tres asaltantes intentaron robarle el Volkswagen Vento a un joven que estaba en la vereda de su casa. Lo amenazaron con un arma, lo golpearon y le pidieron las llaves del auto. La víctima intentó defenderse y los ladrones respondieron con tiros. El joven quedó herido, aunque fuera de peligro. Y los tres asaltantes escaparon corriendo. Hasta anoche, seguían prófugos. “Tiraron a matar”, contó José Luis De los Santos, una de las víctimas.

El hecho ocurrió a las 23.30 del jueves. Diego, un joven que trabaja como repartidor de pizzas, fue sorprendido luego de estacionar su moto en la puerta de su casa. Desde el balcón del primer piso, su madre le pidió que le alcanzara los cigarrillos que habían quedado en el auto, estacionado también en la puerta.

Con el comando a distancia, la madre destrabó las puertas del Volkswagen Vento. El joven se metió en el auto y no vio venir a los ladrones que llegaban a bordo de un Citroën que tenía pedido de captura. Le exigieron que entregara las llaves del coche, pero la víctima explicó que no las tenía, intentó defenderse y comenzó a forcejear con uno de los asaltantes.

Desde el balcón del primer piso, el padre del joven vio lo que estaba pasando y bajó para defenderlo. “Bajé corriendo por las escaleras y ya habían empezado los tiros. Una bala había pegado en el vidrio de la puerta de la casa y me cortó la mano. Ahí me pegaron un culatazo y me desmayé”, contó José Luis, quien había ido a visitar a su hijo y a sus nietos.

A Diego un bala le atravesó un brazo y quedó alojada en su estómago. Anoche seguía internado, pero fuera del peligro. Su padre también resultó herido, aunque ayer fue dado de alta. “Eran tres chicos jóvenes, de unos 18 años. En cuanto los vecinos empezaron a gritar y llamar a la Policía, ellos comenzaron a disparar. No les importaba nada, tiraron a matar. Dejaron el auto en el que venían y escaparon corriendo”, contó el hombre.

Padre e hijo fueron trasladados al Hospital Santojanni, donde recibieron las primeras atenciones y luego fueron derivados a la Clínica de la Providencia.

Daniela, pareja de Diego, explicó que su marido “está bien, estable y consciente, pero lo tienen que operar”, y agregó que su suegro “fue herido en la cabeza y le dieron siete puntos, quedó impactado”. Aún conmovida, agregó:“No les importó nada, veían que estaban los nenes en el balcón y seguían disparando”.

Los investigadores hallaron luego el Citroën negro que usaron los asaltantes, que tenía pedido de captura porque había sido robado el pasado 8 de abril en Floresta.

La Justicia ordenó distintos peritajes para intentar localizar a los sospechosos, quienes hasta anoche seguían prófugos. En la calle quedaron las marcas de tiza que señalaron a los casquillos de bala. Según un análisis inicial, se dispararon dos armas de diferentes calibres.

Ayer, tras el violento asalto, un policía custodiaba esta esquina de Mataderos, un barrio que supo ser tranquilo y ahora luce desierto. La mayoría de las casas tiene rejas, y algunas también cámara de seguridad en la puerta. En las veredas casi no hay movimiento, como si todo sucediera puertas adentro. Lo que pasa en la calle tiene que ser en pocos segundos, por temor a los asaltos. “A mí no me entraron a robar nunca, pero sí me llevaron las cubiertas del auto tres veces”, contó un vecino. No sabía que habían robado a pocos metros de su casa pero no parecía sorpendido por un hecho así. “El año pasado mataron a un comisario en la esquina de donde robaron ayer”, recordó.

A los robos se suman los secuestros exprés, una modalidad muy repetida en barrios como Mataderos y Liniers. “La zona es muy picante, porque las bandas tienen vía de escape para Ciudad Oculta o para la Villa Cildañez, que está a diez cuadras. Desde octubre del año pasado que está peor que nunca”, aseguró Pedro a Clarín, mientras lavaba su remís estacionado en la vereda. Y agregó: “Aprovecho para hacerlo porque está la Policía ahí. Si no lo tengo que hacer adentro de mi casa”.

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