La Iglesia y la pobreza: una medición que apunta a comprometer a la dirigencia

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Con el contundente aval del entonces arzobispo de Buenos Aires y gran canciller de la Universidad Católica Argentina, cardenal Jorge Bergoglio, tras la devastadora crisis de 2001, la UCA puso en marcha su Observatorio de la Deuda Social, que busca crear conciencia entre los gobernantes y todos los actores de la sociedad civil sobre los graves problemas sociales, comenzando por la pobreza, a partir de un diagnóstico certero e integral de la realidad.

Lo que la Iglesia y sus técnicos no previeron es que, de la mano de la grosera manipulación de los números del INDEC que hizo el kirchnerismo para ocultar la verdadera situación, los trabajos del Observatorio adquirirían una gran relevancia, porque se convirtieron en una suerte de INDEC paralelo, de referencia ineludible ante el apagón estadístico oficial.

Fiel a su estilo, el gobierno de Cristina Kirchner procuró desacreditar los relevamientos de la UCA. Además, varios de los patrocinadores privados retiraron su apoyo, temerosos de represalias del oficialismo. Pero el Observatorio no se amilanó y siguió adelante, incluso ya con Bergoglio Papa y con un vínculo fluido y cordial con Cristina, que despertó críticas en sectores de la oposición y de la sociedad en general.

En rigor, el Observatorio, la Universidad Católica, la Iglesia y el Papa no querían confrontar o conformar, sino ser fieles a la idea original: mostrar la realidad en toda su dimensión para que sea modificada, porque sólo sobre la base de diagnósticos veraces se puede tomar mejor conciencia y ser más eficaces en la respuesta. En fin, una obviedad nada obvia durante el kirchnerismo.

Ahora, con Macri presidente, los números interpelan al Gobierno, que tiene la mayor cuota de responsabilidad, y a todos los actores de la sociedad. Y revelan con crudeza que el deterioro social siguió en su primer año, más allá de las buenas intenciones de encaminar la economía. Pese al restablecimiento del INDEC y sus mediciones, casi coincidentes con las del Observatorio, los trabajos de la UCA siguen siendo importantes porque hacen eje en las condiciones de vida en general, no solo en el nivel de ingresos y, sobre todo, conllevan conclusiones interpelantes. Por caso, ayer se concluyó que, aunque la economía se reactive, la cantidad de pobres no disminuirá sensiblemente, porque hay una pobreza estructural que requiere de un combate mucho más complejo que el mero aumento de salarios.

Por eso, cuando se restableció el INDEC los obispos decidieron en un plenario que el Observatorio debía seguir, incluso midiendo otras realidades lacerantes –que ya hacen- como el avance de las adicciones y el narcotráfico. ¿El Gobierno y la dirigencia en general tendrán en cuenta estos estudios y actuarán en consecuencia o sólo servirán para que polemicen oficialistas y opositores de cara a las elecciones?

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