Maquiavelo es, quizás, el padre de la Ciencia Política. Decía en su obra más notable que los hombres, en general, son ingratos, volubles, huyen del peligro y están ávidos de riquezas.
Desde los resultados del año pasado, Martín Arjol cree ser el candidato natural para ser gobernador, pero luego de las elecciones internas del abril pasado y hasta hace unas semanas atrás, solamente se ocupó de atomizar todo lo que haya logrado. Arjol ganó la interna y su espacio acudió a la justicia. ¿Dónde se vio que los que triunfan pidan una revisión de los resultados? La mala costumbre de los radicales mezquinos.
Hace unas semanas atrás, los dos principales sectores del radicalismo: Arjol y Pianesi, llegaron a un acuerdo para dividir la representación de su órgano máximo que se convocaba ayer para la asunción de autoridades y hacer catarsis interna. Podríamos decir que Arjol brilló por su ausencia, pero la verdad es que tampoco brilló tanto si escuchamos los comentarios de adentro y, evidentemente, tampoco estaba tan de acuerdo.
Ya en el recinto de sesiones hicieron mención al 2003 con mucha nostalgia. Recordaron ese momento en que la convención de la Unión Cívica Radical aprobó integrar el Frente Renovador con las autoridades saliendo por la puerta para formar un espacio distinto en la provincia. Este domingo, luego del éxodo de jóvenes que tomaron la decisión de claudicar a “radicalandia” (ese espacio donde muchos se quejan y nadie soluciona), volvieron a invocar el pasado.
Ante todos estos acontecimientos, Arjol estaba en su casa. Mientras el histórico Damiani, que ya peina más canas que decisiones, lo proponía como candidato a gobernador para el próximo año y pedía un aplauso que nadie obedeció, los correligionarios se preguntan cómo quiere ser gobernador un personaje que no convoca, que cree que los votos le pertenecen y que es el elegido de Dios para llegar al veinte veintitrés. Como si los votos le pertenecieran a alguien y fueran el fin último de una elección, dejando a un lado la posibilidad de plantear propuestas concretas para la gente. Pero no desviemos la atención: Arjol no tiene capacidad de convocar a nadie y lo demuestra con ausencias.
Ambrose Bierce, editor y periodista estadounidense, decía que el voto “es el instrumento y símbolo del poder de un hombre libre para hacer el ridículo”. Cuando te crees el dueño de la verdad absoluta, también haces el ridículo. Cuando cerras acuerdos que no te convencen, forzado por la desesperación ante la posibilidad de perder, también haces el ridículo. Al final de cuentas, lo único que importa, es quienes lideran a fuerza de trabajo y no quienes se mantienen inamovibles en su nuevo y dudoso “Poder”.
A mí no me gusta meterme en las internas radicales, su lógica es obscura y turbia, bastante centralista y muy poco orgánica, pero como consejo: capaz si un día buscan cuales son las razones del éxodo de cuadros de los últimos tiempos, encuentran que las ausencias y el autoconvencimiento de ser iluminados por el apellido o el dinero, sean parte del alimento necesario para que, no pocos, huyan despavoridos a otros espacios con vocación de poder.
* Licenciada en Periodismo (USAL) – Maestrando en Gobierno (UBA)