La caída abrupta en los precios y la falta de compradores tienen en vilo a los goyanos que se dedican a la actividad. Sin rentabilidad ni canales de comercialización, muchos tiran la cosecha para visibilizar la crisis que atraviesa el sector.
La situación del sector tomatero en la región atraviesa uno de sus momentos más críticos. Con precios que no cubren ni los costos mínimos de producción, pequeños productores evalúan tirar su mercadería al no encontrar compradores.
“Mal, mal, muy mal, te diría. El sábado varios compañeros tuvieron que tirar la fruta. Yo mandé mi carga, pero parece que también se perdió en el camino. Nadie quiere recibir tomate”, expresó con frustración Miguel Tomasella, productor de Goya, quien graficó con crudeza la desesperante realidad del sector.
Según detalló a Radio Nord, los precios actuales oscilan entre los $5.000 y $8.000 por cajón, montos que resultan insuficientes para solventar los gastos básicos. “En mi caso trabajamos en familia, sin empleados, y apenas así nos alcanza. Imaginate si tuviera que pagar sueldos. Imposible”, explicó.
Tomasella no descarta retomar medidas de visibilización, como ya hicieron en otras oportunidades. “Estamos pensando en volver a hacer lo que hicimos una vez, tirar la producción en la rotonda de Goya. Al menos que alguien lo aproveche”, dijo.
A la falta de rentabilidad se suma la dificultad para colocar la producción. “Nos dicen directamente que lo tiremos. No hay interés, ni transporte, ni compradores. Un desastre”, se lamentó luego.
La crisis tomatera, que golpea especialmente a los pequeños productores del interior, pone en evidencia los serios problemas de fondo en la cadena de comercialización.
“Yo produzco con mi familia, sin descanso, de diciembre a diciembre. Acá no existen las vacaciones. Pero hoy me quieren pagar mil o dos mil pesos por un cajón de 20 kilos, mientras que en la ciudad venden el kilo a 1.500 pesos. ¿Dónde está el equilibrio?”, acotó.
Mientras tanto, toneladas de alimentos podrían terminar en la basura, en un país donde millones de personas no acceden a una alimentación básica. Los productores esperan ser escuchados antes de que el trabajo de toda una temporada termine, literalmente, en la calle.
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