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Eugenia Unger siempre cuenta que a los 20, cuando se liberó de los nazis, pesaba sólo 27 kilos. Después de pasar por el Gueto de Varsovia y cinco campos de concentración, vivió desde 945 por 3 años como refugiada en Italia: vagando, de un lugar a otro, sin nada.
Luego conoció a David Unger en un campo de refugiados en Italia, y con él viajó a Argentina en 1949, de manera clandestina. David había sido uno de los rebeldes del Gueto de Varsovia.
Eugenia Unger, recién llegada a Buenos Aires | Lucía Merle
Se casaron y tuvieron dos hijos. El primero, Néstor, nació en Europa, es médico y vive en los Estados Unidos. El segundo, Leonardo, nació en Buenos Aires, donde vive actualmente, y también ejerce la medicina. Tiene 6 nietos (Ilan, Roni y Ezequiel, hijos de Néstor; Adrián, Melisa y Samanta, hijos de Leonardo) y 3 bisnietos (Matías, Sofía y Olivia, hijos de Samanta).
“Genia”, como la apodan es una de las fundadoras del Museo del Holocausto en Buenos Aires, un espacio “destinado a mantener viva la memoria de la Shoá y difundir lo ocurrido durante el genocidio del pueblo judío a la sociedad argentina”. Está convencida de que su misión es contar lo que le pasó: “Es la historia de millones”, dice.
A los 91 años, vive hoy en Barrio Norte, ya sin David. Es inseparable de su mascota, Rulo.
Eguenia Unger, junto a "Rulo", su mascota, en su departamento de Barrio Norte | Lucía Merle
Ha contado su historia una y otra vez. Su relato constituye ya un testimonio profesional sobre la Shoá.
Da charlas en todo el mundo, ha recibido varias distinciones y conoció a todos los presidentes desde la vuelta de la democracia en 1983. Tiene una agitada agenda, a la que acompaña muchas veces con oxígeno suplementario porque, a veces, se le complica respirar.
Escribió tres libros: Renacer de las Cenizas, Holocausto: lo que el viento no borró y Eugenia Coraje. Su testimonio llegó a la película La lista de Schindler de Steven Spielberg.
El miércoles último visitó a Mauricio Macri en Olivos, por el día de la diversidad. Era un día especial para Eugenia, porque se conmemoraba el levantamiento del Gueto de Varsovia en Occidente.
Eugenia besuqueó a Macri y le dejó marcado el rouge, que se lo quitó luego ella con la mano. Ella había visto que el Presidente no llevaba medias, entonces se lo quedó mirando y soltó su idishe mame más puro:
─Nene, no tenés medias, ¡te vas a enfermar! ─le dijo.
Hace tres semanas, a sus 91 años, se hizo el Bat Mitzvah en el templo de Hertzlia, en la calle Nicasio Oroño. El ritual judío, que suele hacerse a los 12 para las mujeres, “era algo pendiente”.
Con una sonrisa, Eugenia contó lo que el Bat significó para ella: “Aunque ya estoy un poco grande, siempre lo quise hacer. Es una alegría enorme que Dios me da en mis últimos años, pertenecer al pueblo judío. Yo nací a los 91 años”.
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