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Pensar la tecnología nos provoca a pelearnos con un pensamiento binario que siempre es más tranquilizador: ¿pensamos menos cuando replicamos mensajes por las redes?, ¿obtura la informática los tiempos del pensamiento crítico? Siempre es más seguro dividir todo esquema en dos posibilidades opuestas, y en general apostar a la preeminencia del polo anterior como jerárquicamente superior: nada es más preciado frente a un mundo vertiginoso que conservarse en la tranquilidad y manejo que provee lo conocido. Así, ante un fenómeno tan incipiente como la revolución que va generando la informática en todas las categorías instituidas de la vida social, emerge a priori una reacción farmacológica: nos tranquiliza decirnos que hoy pensamos menos, que la técnica destruye lo humano, que el tiempo se evanesce más rápido… Pero la tecnología ni potencia ni destruye naturaleza humana: la transforma. Es evidente que para un tipo de vida material, de formas de producción, de dispositivos vinculares, de construcción de la identidad, hay también nuevas configuraciones del pensamiento. No se piensa y luego se sitúa contextualmente lo que se piensa, sino que se piensa desde un contexto, generando entre el pensar y la realidad una relación, cuanto menos, oscilante. El pensamiento es expresión de su tiempo: expresión y transformación abierta.
Por eso no tiene sentido, a mi entender, comparar en términos valorativos, ya que lo que se gana o lo que se pierde se mide siempre con los parámetros de la época. La cultura digital y la cultura literaria, por ejemplo, no necesariamente se vinculan en términos de una mayor o menor potenciación de nuestras facultades imaginativas o creativas. Es al revés: entender el libro es entender un orden social dado con sus conflictos, sus silencios y sus posibilidades. Recién estamos comenzando a comprender todas las dimensiones inéditas que posibilita la informática.
¿Pensamos menos? Pensamos diferente. ¿Tenemos tiempo para pensar? No se piensa de un solo modo, pero se piensa siempre en relación con una materialidad que cambia. Como aquel conflicto en el aula donde se cuestiona la falta de concentración de nuestros estudiantes por estar haciendo cuatro acciones al mismo tiempo: celular, computadora, pizarrón, redes: ¿no habrá que resignificar la concentración en su nuevo contexto material? ¿O será que nosotros no podemos concentrarnos en cuatro acciones simultáneas?
Y por último, ¿Se puede ejercer pensamiento crítico en la réplica instantánea de un video? Un pensamiento es crítico si es extemporáneo, esto es, si al mismo tiempo visualiza tanto las luces como las sombras de su época. Lamentablemente nos hemos acostumbrado a ver solo luces o solo sombras. Desterrar al pensamiento crítico es una voluntad política. En todo tiempo, con o sin internet, con o sin electricidad, con o sin fuego, se puede o no dar lugar a una reflexión que cuestione el sentido común establecido.
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