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El registro tiene variaciones constantes y por eso resulta difícil obtener el número exacto. Pero fuentes oficiales y organismos no gubernamentales coinciden en que en poco más de tres décadas, por lo menos 200 pueblos desaparecieron en la provincia de Buenos Aires.
Casi todos asomaron en la pampa bonaerense recostadas sobre las estaciones de trenes que a fines del Siglo XIX y principios del XX desparramaron las empresas inglesas que plantaron la red ferroviaria en el país.
El cierre de los ramales que tuvo dos etapas bien marcadas –en los años 50/ 60 y luego en la gestión del menemismo- resultaron un disparo letal para esas poblaciones rurales. Otras desapariciones fueron más trágicas, como ocurrió con Epecuén, la localidad de Adolfo Alsina que terminó hundida después de la inundación de fines de los 80.
Cerca de Villa San Alberto –que busca la quimera de recorrer el camino inverso- en San Andrés de Giles, Tuyutí y Paraje Espora tuvieron el mismo destino. Eran poblaciones chicas pero no sobrevivieron a los desajustes del Belgrano Cargas y ahora los pocos habitantes dejaron el caserío y buscaron otros destinos.
Según el último censo, en Argentina hay 2.540 localidades rurales de menos de 2.000 habitantes. Un cuarto de ese total registró descenso pronunciado de su población y otros 400 ya aparecían con riesgo de extinción en el conteo de 2010.
La mitad son bonaerenses. Hace 15 años hubo un programa de “arraigo” promovido desde el estado provincial. Ofrecía vivienda e impulsaba iniciativas laborales para ciudadanos que quisieran abandonar las grandes urbes, en especial las que rodean la Capital Federal. El proyecto quedó inconcluso. Se demoraron los aportes financieros y sólo pudieron reflotar un puñado de pueblitos del sureste.
En el país vive el 60% de los habitantes en una superficie que sólo representa el 1,4% del territorio. Una supre concentración que multiplica las carencias de infraestructura básica, colapsa los sistemas de salud y aumenta el déficit habitacional.
El interior pierde atractivo. Es una tendencia que impera en otros países vecinos. En Buenos Aires el deterioro también se advierte en la falta de servicios esenciales como los médicos. El año pasado, el ministerio de Salud ofreció beneficios para jóvenes residentes que quisieran radicarse en pequeñas localidades. Los interesados podrían acceder a vivienda, mejor sueldo y hasta les habilitaban un carnet del club de barrio local gratuito. Las pruebas se tomaron esta semana y en los próximos días se sabrá si la propuesta alcanza para motivar el traslado hasta el interior profundo.
El resurgimiento de la actividad agropecuaria y la variante del “turismo rural” o “de estancias” se transformaron en variantes modernas para afincar jóvenes o emprendedores lejos de las urbes. Parece que no es suficiente. El Gobierno Nacional tiene el programa “Mi Pueblo” que por ahora sólo figura en la web. Y Provincia mantiene el plan “Pueblos Turísticos”, para mejorar las condiciones de esas localidades. Pero la última acción reconocida fue de 2009.
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