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¿Cuántas veces habrá contemplado Federico Grabich la histórica medalla de bronce que obtuvo en el Mundial de Kazan en 2015? “Cuando volví con la medalla, intenté bajar un poco la ansiedad porque todavía faltaba un año para los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Había mucha fe depositada en mí”, recuerda el casildense en el diálogo con Clarín. Era una fe completamente fundamentada. Es que con 25 años había conseguido lo que muchos sueñan porque los 48s12 que logró en los 100 metros libre le regalaron, además del podio en la ciudad rusa, la singularidad de convertirse en el primer argentino en ser medallista de un Mundial en la pileta olímpica y, para colmo, en la prueba madre de la natación. ¿Qué fue entonces lo que sucedió en Río de Janeiro? “La verdad es que me fue bien, pero había tenido un ciclo olímpico previo tan bueno, excelente diría, que las expectativas eran demasiadas. A mí me gusta correr con presión, aunque la que más me afecta es la que me pongo yo mismo. Pero el deporte es así. Y más en unos Juegos Olímpicos, que no tienen margen de error. Simplemente el día que tenía que salir bien, no salió”, dice sin mucho rodeo al acordarse de aquel 22° puesto.
Que de los errores se aprende es una frase tan hecha como cierta. Fue a los Juegos Olímpicos con un gran desafío por delante. Hasta se había prometido raparse y dibujarse en la cabeza el símbolo de Río de Janeiro 2016 en caso de volver con una medalla. “Más que duro, la palabra es decepción. Pero también es verdad que de una victoria uno aprende mucho menos y en Río aprendí muchísimo. Volví renovado y con ganas de dar vuelta la página. Quiero que sea sólo un recuerdo de una experiencia que sencillamente no salió como yo esperaba”, admite con una madurez evidente.
Federico Grabich, con la entrenadora Mónica Gherardi en Río 2016.Foto: Lorena Lucca
Los talentosos aprenden más rápido, dicen. Y para Bill Sweetenham, el entrenador australiano que asesora al equipo argentino para, entre otras cosas, contagiar su sabiduría y espíritu ganador, Federico Grabich es un fuera de serie. Y el santafesino lo reconoce. “Él me considera un excelente nadador. Todo el tiempo me dice que no entiende cómo no estoy entre los cuatro mejores del mundo”, afirma. Y, con algo de modestia, agrega: “Me dice de estar entre los cuatro para no colgarme una medalla, pero si no diría entre los tres. Sin embargo, a veces no es fácil hacer lo que él dice o quiere”.
Pero sin confundir falta de humildad con ambición, Grabich, desde Rosario, confiesa: “No me interesa ser el 2 o el 3 del mundo porque siempre me entrené para ser el 1”.
-Sweetenham también sostiene que a los argentinos les falta creérsela un poco…
-Sin duda tiene razón. Si nos lo proponemos, podemos estar en el lugar que queramos. Algo típico nuestro es conformarnos con los pequeños resultados, como puede ser un Sudamericano, porque ahí la competencia es muy diferente a la de afuera. Y eso es una gran desventaja para todos, porque cuando de golpe te chocás con un Mundial, estás muy lejos de la pelea.
Y tras una larga pausa, casi para sí mismo, desliza: “Hace 18 años que nado en una pileta de 25 metros y estoy sólo con mi entrenadora. Me suelo preguntar qué sería de mi nivel si me hubiese entrenado todo ese tiempo junto a los mejores, como pasa en los países que son potencia”.
Así, con la tácita intención de quitarse la duda y obtener alguna respuesta a ese dilema, Grabich presentó un proyecto ante la Secretaría de Deporte de la Nación para poder recibir un apoyo económico, pero viviendo en Australia. “O en cualquier parte del mundo donde estén los mejores, porque algo que debería cambiar para mejorar es la infraestructura con la que me entreno. La posibilidad de irme a Australia me entusiasma porque me ayudaría mucho. Además, los australianos son sumamente superiores a mí”, revela.
Federico Grabich fue medalla de bronce en los 100 libre del Mundial de Kazan 2015.Foto: AFP
En Casilda, Baltimore (ciudad natal de Michael Phelps), Rosario, Buenos Aires, Toronto (donde consiguió en los Juegos Panamericanos de 2015 el oro en los 100 metros libre y la plata en los 200), Sydney o dondequiera que Grabich decida seguir con su vida, allí viajará el mejor nadador argentino de los últimos tiempos luego del gran José Meolans. Y fue el crack cordobés quien, muy sabiamente, hace dos años sintetizó lo que es Grabich con estas palabras: “Además de condiciones técnicas, tiene una sencillez imprescindible y es, además, un trabajador sereno y con los pies sobre la tierra”.
Con los ojos puestos en el Mundial de Budapest. que será entre el 14 y el 30 de julio, Federico Grabich se prepara para subirse al podio. “Quiero volver a sentir esas ganas de correr y esa linda sensación por la que te pica todo el cuerpo”, comenta. Imposible no imaginarlo en Tokio 2020 e ilusionarse otra vez.
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Cuando detrás de los número 1 hay un bache muy grande
La brecha entre los deportistas olímpicos consagrados y los que vendrán es amplia y, en algunos casos, preocupa. Federico Grabich lo admite. “El día que no esté Chiara (Germán Chiaraviglio) en garrocha, La Peque (Paula Pareto) en judo o Jenny (Jennifer Dahlgren) en martillo, por ejemplo, la cosa se va a complicar. Después del primero no hay muchas camadas importantes que vengan atrás”, anuncia.
Y aunque el caso de la natación no es la excepción, el futuro ya comienza a escribirse con nombre y apellido. Entre varios, sobresale el nombre de Delfina Pignatiello y Grabich, desde hace mucho con el rol de ejemplo asumido, asegura: “Siempre intento apoyarlos y darles consejos a los más chicos y sobre todo a Delfi, que recién arranca. A mí me pasó que los más grandes lo hicieron conmigo, así que me parece que es una forma de retribuir todo lo que me han dado de chico a mí”.
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