El delantero francés desperdició una chance única: tuvo en sus pies la Copa del Mundo, pero el arquero argentino se la negó. A un mes, esa pesadilla todavía le quita el sueño.
Ya se habían jugado 123 minutos de la final del Mundial de Qatar 2022. Todo indicaba que la próxima parada serían los penales, pero el tiempo se detuvo tras un pelotazo llovido: Randal Kolo Muani se encontró con la pelota de su vida. Emiliano Martínez también.
Pasó un mes de aquel instante donde todos los corazones se paralizaron: los suplentes franceses invadían el campo de juego porque prácticamente habían ganado la Copa del Mundo. Nicolás Tagliafico contó que se le cerró el pecho y Lionel Scaloni admitió que si vuelve a ver esa jugada, tal vez termine en gol.
Sin embargo, la pierna izquierda del Dibu pintó otro panorama.
El Papu Gómez, como tantos otros, se tatuó ese momento porque probablemente es un porcentaje alto del logro alcanzado. El arquero argentino, estirándose inesperadamente, le sacó el tanto de su vida al delantero francés: le ahogó el grito, le quitó el suelo de los pies y le cerró las puertas del cielo.
Kolo Muani no deja de pensar en la tapada del Dibu Martínez
Kolo Muani es consciente de lo que significó esa jugada y así se abrió en una nota con la cadena Sky Sports: “Pensaré en esta oportunidad por el resto de mi vida”. Y sí, no es para menos. Con mucho dolor, asegura que “se convertirá en parte de mí, aunque debo seguir con mi vida”.
Es difícil recuperarse de eso, pero sabe que no queda otra opción: “Todos los delanteros perdieron oportunidades en su vida; no puedo bajar la cabeza, tengo que continuar así y seguir luchando”.
Bien vale reconocer que convirtió el cuarto y último penal que pateó Francia en la tanda, aunque no alcanzó, porque su verdugo se hizo más grande aún.
El atacante del Eintracht Frankurt de Alemania fue llamado de urgencia por la lesión de Nkunku. Entró al Mundial por la ventana y fue clave en la semifinales contra Marruecos, cuando liquidó el partido con su gol, apenas un minuto después de haber ingresado.
Por eso, hoy también se queda con lo bello de la experiencia vivida: “Fue increíble, nunca lo olvidaré. Estaba muy feliz de poder jugar. Estoy orgulloso del equipo y de mí mismo”. La historia podría haberse cerrado con su festejo y los flashes alumbrándolo, pero el protagonista finalmente fue un marplatense convencido: el destino estaba dibujado.
TN