[ad_1]
El hombre está ahí, siempre listo, como agazapado. Aprendió de memoria el manual del hombre de área y el libro del goleador de raza. Y lo pone en práctica con regularidad. Volvió a suceder ayer, en el Stadio Adriático, allí donde la Juventus le ganó 2-0 al Pescara -el peor equipo de la Serie A- y se encamina rumbo a su sexto Scudetto consecutivo. Pipita hizo dos goles propios de un centrodelantero astuto: estaba justo ahí, en el lugar de los hechos. En el primero, a los 22 minutos, aprovechó una asistencia de Juan Cuadrado. Estaba libre, solo para definir. En el segundo, a los 43, se la bajó de cabeza Mario Mandzukic e Higuaín volvió a definir. El delantero formado en River fue la ventaja diferencial de una Vecchia Signora que jugó a media máquina, con algunos suplentes y con la cabeza puesta en el partido del miércoles frente al Barcelona, por la vuelta de los cuartos de final de la Champions League.
La Juventus invirtió cien millones de dólares en comprarle el pase de Higuaín al Nápoli. Se trató (y se trata) de la transferencia más cara de la historia del club y del fútbol italiano. Había una razón poderosa para semejante apuesta: en la temporada anterior, Pipita había convertido 36 goles para el club del Sur, allí donde lo querían casi tanto como a Maradona y ahora lo tratan como a un traidor a los colores. Con aquella cifra había establecido un récord que sostenía el sueco Gunnar Nordhal -atacante del Milan- en la campaña 49/50.
Fue una de las obsesiones del entrenador Massimiliano Allegri durante la pretemporada. Lo quería juntar con Paulo Dybala en nombre del gran objetivo de la Juventus: ganar la Champions League por primera vez desde 1996 y luego de cuatro finales perdidas desde entonces. Le está dando perfectos resultados: Juventus está en carrera tras los pasos de la Triple Corona (jugará la final de la Copa de Italia ante Lazio; le lleva ocho puntos a la Roma con seis fechas por disputar en la Liga; y quedó a un paso de las semifinales tras el 3-0 frente al Barcelona). Higuaín fue quien más goles aportó: entre todas las competiciones suma 29 tantos en 43 encuentros. Y está a dos de los líderes en la tabla de capaconnonieri de la Serie A (Andrea Belotti y Edin Dzeko).
Su notable capacidad goleadora exhibida en cada club en el que jugó se deshace frecuentemente en los tramos decisivos. Parece un absurdo pero sucede con naturalidad (sobre todo en las redes sociales): a Higuaín -goleador universal; uno de los mejores atacantes del mundo- se lo refiere como una suerte de paradigma de la imprecisión.
Sus números en la Selección -además- son buenos: convirtió 32 tantos en 68 encuentros. Un promedio de 0,47 por partido. Es decir que garantiza -en promedio- casi un gol cada dos partidos. Una cifra propia de un delantero de élite. Dos ejemplos: Lionel Messi -máximo anotador histórico de la Selección- acumula 58 tantos en 117 partidos. Es decir apenitas menos de 0,5. Cristiano Ronaldo -máximo anotador del Portugal campeón de Europa- marcó 71 goles en 138 encuentros (0,51). O sea, en términos de números, Higuaín no tiene nada que envidiarle a los dominadores del Balón de Oro en la última década.
Pero Pipita parece preso de sí mismo en los momentos decisivos. También parece atado al estigma de las finales perdidas por goles que pudieron haberlo puesto en el pedestal y lo dejaron fuera. Le pasa en la Selección, con las finales de la Mundial 2014 y de las últimas dos Copas América como dagas que aún lastiman. Y también en sus clubes. Sirve un dato: en 23 partidos eliminatorias que disputó por la Champions marcó apenas dos tantos. Su socio Dybala, en sólo cuatro encuentros, hizo tres goles. Detalles de la estadística. ¿Y del destino?
[ad_2]
Fuente