Con carteles que portaban mensajes como “Juegos de la exclusión” o “Estado asesino”, al menos medio millar de manifestantes marchaba en horas de la tarde rumbo al estadio Maracaná, escenario de la apertura de Rio-2016, las primeras Olimpíadas de la historia en Sudamérica.
En un clima tenso, la columna avanzaba hacia el mítico estadio liderada por manifestantes vestidos de negro, encapuchados o con los rostros cubiertos, y eran escoltados por policías en uniforme de combate y a caballo, mientras helicópteros sobrevolaban la zona. A medida que se desplazaba la marcha, sus integrantes golpeaban basureros y postes de luz con palos y bates.
“Calamidad olímpica”, se leía en otro cartel en un juego de palabras con la frase “Ciudad olímpica”. Algunos también cuestionaban al presidente interino Michel Temer, que asumió tras la suspensión de la izquierdista Dilma Rousseff en mayo pasado. El grito que se oía con más fuerza, sin embargo, era “Foda-se a tocha!” (que se joda la antorcha).
“Esta fiesta no fue hecha para el pueblo, los eventos están lejos de donde vive la población pobre. Estoy protestando por la precariedad de nuestras escuelas públicas y por nuestros salarios, que cobramos en cuotas”, declaró el profesor Guilherme Moreira Dias, de 38 años, que trabaja en una escuela de Duque de Caxias, una de las zonas más pobres de Rio.
Andrea Pavoni, académico italiano de 35 años que vive en Rio, que estudia geografía urbana y ayudó a organizar la protesta, aseguró de su lado que los Juegos “han acelerado el proceso de división de la ciudad en una parte para los ricos y otra para los pobres, sin educación y ni servicios”.