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No hay barrio más “bobo”que el de la Bastille en Paris. ”Los burgueses bohemios” han reciclado las viejas mueblerías y talleres en lofts y se han instalado en masa. Territorio socialista seguro, al menos hasta ahora. No es la experiencia que tuvieron dos jóvenes que hacían campaña en la esquina de la avenida Ledru Rollin, a 200 metros de donde el ISIS atentó contra algunas de las terrazas de París. Con su foto desplegada de Benoit Hamon, el candidato oficial del partido socialista, listos a entregar la “ carta abierta a los franceses” para que lo voten en las elecciones del 23 de abril, se encontraron con una fuerte indiferencia. El espejo que refleja la crisis de representatividad del PS, tras los cinco años del presidente pro reformista François Hollande en el poder.
Como muchos otros franceses, los “bobos parisinos” están en conflicto de identidad y representación con el Partido Socialista. Hoy votan a Jean Luc Mélenchon, el trotskista reciclado en la Francia Insumisa, que amenaza llegar a la segunda vuelta frente a Marine Le Pen, al ex ministro de economía socialista y hoy independiente Emmanuel Macron, o forman parte de ese 40 por ciento, que no sabe aún a quién va a votar o si irá a las urnas.
Benoit Hamon, un ex ministro de Educación de Hollande, graduado en historia, bretón, que fue echado del gabinete cuando se convirtió en un “frondeur” rebelde por la legislación de Hollande y ganó la interna socialista, pena por llegar al quinto lugar en los comicios. En los sondeos oscila entre el 8 y el 10 por ciento y ya ha admitido públicamente que votará a Jean Luc Melenchon. Sus intentos de hacer antes una alianza con él fracasaron. Condición de Melenchon, el actual líder de la “revolución ciudadana”: abandonar al PS y especialmente, a Francois Hollande y sus reformas “liberales”.
Benoit ganó la interna partidaria con el 59 por ciento y liquidó al ex primer ministro Manuel Valls. Propuso un “proyecto”, apoyado por el economista Thomas Piketty, para una sociedad en vías de robotización. Un salario básico universal de 800 euros para todos, financiado con un impuesto a los robots. Esta medida innovadora no le ha servido para curar las heridas entre la izquierda y los social liberales de su partido socialista, que nunca abrazó oficialmente la modernización y resistió las reformas de Hollande. Por eso el PS se desintegra, al compás de Jean Luc Melenchon para los “frondeurs” y nostálgicos, y los modernos, que siguen a Emmanuel Macron. Entre los nuevos macronistas está Manuel Valls, su gran adversario en el gobierno.
Más que implosionar en esta campaña insólita y que no despega, el Partido Socialista francés actual se ha vuelto irrelevante. Hamon no ha conseguido un lugar en el sueño electoral francés. Parece uno de los pequeños candidatos, sin actos importantes, poca presencia mediática y resignado a perder el 23 de abril y desaparecer en el balotaje del 7 de mayo. Diez millones de franceses recibieron ayer una carta de Benoit. “Yo les pido elegirme presidente de la república, de confiarme esta inmensa responsabilidad”, escribió el candidato presidencial socialista”. “No se resigne a votar contra. Usted merece algo mucho mejor. Entonces vote Por. Por más igualdad, por más poder de compra, por más trabajo, por más ecología, por una Europa liberada de la austeridad, por mas fraternidad, por un futuro deseable”, propone.
El sueño de Benoit llega demasiado tarde. Nunca conseguirá la unidad de la izquierda que llevó a François Mitterrand al poder en 1981. Su intento de negociar con Melenchon irritó a los moderados, que se fueron con Macron y su equilibrio para parecer razonable consiguió que los otros desertaran hacia Mélenchon. El 42 por ciento del partido apoya a Macron y el 15 por ciento le dará los votos a Melenchon, según una encuesta de la Fundación Jean Jaurès.
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