Dura represión a la oposición en Venezuela en las marchas por el 1° de Mayo

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Una lucha desigual se dio ayer en Venezuela en el Día del Trabajador. Una multitud opositora salió a mostrar su rechazo a las políticas del gobierno de Nicolás Maduro, pero otra vez los manifestantes fueron brutalmente reprimida por las fuerzas de seguridad que bloquearon todos los caminos que intentaron tomar. En cambio el oficialismo pudo hacer su acto en pleno centro, con miles de simpatizantes que llevaron en micro desde el gran Caracas.

Allí, en la plaza Bolívar, el mandatario anunció que convocaba a una Asamblea Constituyente “popular”, una nueva maniobra para restarle poder al Parlamento dominado por la oposición. “No es de partidos ni de élites, una Constituyente ciudadana, comunal”, afirmó Maduro. “Convoco a los comuneros, a las misiones”, puntualizó.

Esto significa que los integrantes de esa asamblea no serán elegidos por el voto popular, sino entre las misiones chavistas y los Comité Locales de Abastecimiento. La intención es redactar una nueva Constitución que le de más poder al Ejecutivo.

Por eso la oposición salió rápidamente a rechazarla y convocó al pueblo a desobedecer el llamado de Maduro. “Frente al fraude constitucional de constituyente que acaba de anunciar el dictador, ¡Pueblo a la calle y a desobedecer semejante locura!”, escribió en Twitter el líder opositor Henrique Capriles. “No vamos a aceptar los venezolanos que siga el autogolpe madurista ahora con otro fraude constitucional”, agregó.

Maduro anuncia la convocatoria a la Asamblea Constituyente en el acto oficialista en plaza Bolívar. (AFP)

Lo mismo señaló el presidente de la Asamblea Nacional, Julio Borges. “Cualquier paso de convocar una Constituyente comunal es parte del golpe de Estado de Maduro. Esta crisis se ve agravada con esa convocatoria”, afirmó en un comunicado.

Acuciado por la crítica situación, y para bajar la tensión, el presidente venezolano ya había anunciado el domingo un aumento del 65% del salario mínimo. El sueldo pasó de 40.638 bolívares a 65.021, el bono de alimentación de 108.000 a 135.000, lo cual implica que el trabajador en blanco cobrará unos 200.000 bolívares (50 dólares). Una cifra que queda absolutamente superada por la galopante inflación de Venezuela.

Fuerte represión contra la marcha opositora. (Reuters)

Estos son los principales condimentos que motorizaron las marchas opositoras. La de ayer convocó a una multitud. La capital venezolana amaneció blindada por la policía y la Guardia Nacional Bolivariana, cuyos efectivos se apostaron en los principales ingresos. Desde temprano el gobierno buscó desactivar focos de protesta lanzando gases lacrimógenos contra los pequeños grupos que se iban formando en las esquinas. Pese a ellos, la gente salió a la calle.

Desde 25 sitios diferentes caminaron para conformar dos grandes columnas. Una se dirigió hacia el Tribunal Supremo de Justicia, que viene bloqueando todas las medidas del Parlamento, y otra ante el Poder Judicial y Electoral para reclamarle que permita elecciones libres y anticipadas.

Ninguna pudo llegar. Los “piquetes”, como llaman los venezolanos a los retenes militares, bloquearon todos los caminos que iban tomando para eludirlos. La marea humana intentó llegar por la avenida Francisco Miranda, luego se desvió por Eugenio Mendoza y finalmente se dirigió a la autopista Francisco.

En cada uno de esas vías recibieron lluvias de bombas de gas lacrimógeno. Pero después fue más grave porque dispararon balas de gomas y las temidas “metra”, las tradicionales canicas -bolitas de vidrio- que son usadas como munición para provocar heridas más dolorosas.

“Sabemos de lo que son capaces y del riesgo que corremos, pero tenemos que estar aquí para cambiar esto. Las cosas están mal, hay mucha injusticia y no podemos permitirlo. Por eso vamos a seguir marchando”, dice Aquiles, un estudiante de Ingeniería Eléctrica, que se apretuja entre la multitud.

Patricia Rodríguez también se pliega a todas las marchas a pesar de sus 19 años. “El miedo siempre está. Cuando escuchamos las detonaciones es imposible que las piernas no tiemblen un poco. El tema que tenemos que vencer ese miedo y salir. Realmente da más miedo seguir en la situación que tenemos”, afirma.

Mientras la compacta columna avanzaba por La Castellana, Laura López, con su gorra con la bandera venezolana se subió a un banco y arengó a la gente: “Venezuela, libertad, Venezuela, libertad”, repetía, mientras el coro de la gente le respondía. “Yo tengo cardiopatía, por eso no puedo estar adelante en la marcha. Pero igual vengo a las manifestaciones”, aclara.

En un momento la multitud se abrió y pasó al trote un grupo de quince o veinte chicos con los rostros tapados con remeras, cascos, máscaras antigas y guantes. “Bravo, valientes”, le gritaba la multitud y los aplaudía emocionados. Son los “guarimberos”, los que van al frente de la columna y chocan con la policía. Los que toman los cartuchos de gases lacrimógenos y los arrojan lejos. El gobierno los acusa de terroristas.

“No somos ningunos terrorista, estamos peleando por el bien de un país. Nos llaman terroristas porque nos defendemos de la represión”, responde rápido JT (no da su nombre por seguridad). “Vamos tapados porque nos persiguen los cuerpos de seguridad. Nos acosan permanentemente. A mí me siguieron varias veces”, cuenta LM, y vuelve a correr al frente.

Pero no sólo en Caracas hubo marchas contra el gobierno. La convocatoria de la opositora Mesa de Unidad Democrática tuvo respuesta en al menos 15 diferentes Estados. En varios de ellos se repitió la represión.

En un mes de constantes protestas hubo al menos 33 muertos y cerca de 500 heridos. Las fuerzas de seguridad detuvieron a 1.700 manifestantes, pero más de la mitad fueron liberados. Los demás esperan ser procesados.

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