[ad_1]
Ambos provienen de cunas significativamente diferentes, se formaron en ambientes opuestos e, inclusive, impulsaron políticas marcadamente dispares. Pero a los dos los atraviesa la misma pulsión: la ambición por el poder.
Lo que hicieron Horacio Cartes y Fernando Lugo es defraudar a su gente, y llevar a Paraguay a una nueva crisis política. Tal vez, ese círculo cerrado que se forma cuando las apetencias superan la lucidez les impidió ver que el país está cambiando. Que Latinoamérica está cambiando. Y que la perpetuación en el poder no se acepta tan mansamente.
Era más esperable de Cartes, un hombre que conquistó la Presidencia del país en un despliegue fulminante. En 2009 se afilió al Partido Colorado. No por convicción, sino porque era el que más rápido lo podía llevar al cargo. Al año siguiente ya era jefe de la agrupación. A los dos años estaba sentado en el sillón presidencial.
Para llegar al Palacio de López (Casa de Gobierno) se mostró como un renovador de la política. El empresario exitoso que prometía hacer lo mismo con Paraguay. Decía que su único fin era ayudar al país a salir de la pobreza, situación a la que el propio Partido Colorado había contribuido durante décadas. Admitía el clientelismo de su partido, y lo justificaba con el hecho de que era el único que estaba al lado del paraguayo que sufría. Pero nunca habló de cambiar las causas que llevaron a la desigualdad.
Ya en el 2015, con las elecciones municipales, Paraguay percibía que había un intento de reelección, algo que la Constitución prohíbe. Cartes salió a negarlo, como en otras ocasiones. “La reelección creo que la instalan más ustedes (los periodistas). No van a encontrar un mínimo de gestión que haya hecho o que vaya a hacer” en ese sentido, dijo. Mintió.
Lo de Lugo golpeó más. Su gente, los campesinos que siempre lo apoyaron, la izquierda que confiaba en sus palabras, no esperaban esta maniobra de la política mezquina, de los manejos oscuros. El cura había llegado para sanar esas heridas. Impulsamos “la alta política, la genuina, no la politiquería, no la política prebendaria a la que están acostumbrados aquí en Paraguay. Eso quisimos romper”, le dijo a Clarín cuando lo destituyeron arbitrariamente.
El ex obispo se dejó llevar por las encuestas. Lo ubicaban arriba, muy arriba. Le daban 52,6 % la preferencia de los votantes para las elecciones de 2018. Una zanahoria muy tentadora.
Pese a las diferencias de formación, Cartes y Lugo tienen un mismo anhel. El empresario conservador y el ex cura socialista se dejaron llevar por la ambición de poder. Hasta lo hicieron de una manera grotesca: reunieron a sus legisladores (25) en un local del Frente Guasú, fuera del Congreso, para sacar una enmienda a escondidas que avale sus apetencias.
Siempre está la defensa de llegar al cargo para defender a los desamparados y los pobres. La fábula eterna de la política.
[ad_2]
Fuente