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Su voz era serena, segura, como la de quien está acostumbrado a lidiar con el peligro. En enero del año pasado entrevisté a Javier Valdez, el periodista que investigaba a los narcos mexicanos que fue acribillado ayer en Sinaloa, en medio de una ola de asesinatos de reporteros que conmueve al mundo. Lo llamé por teléfono desde Washington a Culiacán en el contexto de una entrevista que el capo narco el “Chapo” Guzmán había otorgado desde la clandestinidad al actor estadounidense Sean Penn, y que había sido publicada en la revista Rolling Stone. Valdez era un periodista muy conocido en Estados Unidos. Por sus investigaciones y la valentía de sus reportajes había recibido los premios Moors Cabot, de la Universidad de Columbia, y el de Libertad de Prensa del Commitee to Protect Journalists (CPJ), entre otros.
Pocos conocían los entresijos del narcotráfico en Sinaloa como Valdez. Fundador del semanario Riodoce, que fue atacado en 2009 por desconocidos que lanzaron una granada contra el edificio, reportero de La Jornada y autor de varios libros sobre el comercio de drogas, hablamos sobre los riesgos de ejercer la profesión en ese sitio, uno de los más peligrosos de la tierra para los periodistas. Valdez me dijo: “Es muy complicado porque no alcanza con ser valiente, ni hacer periodismo, sino saber hacer periodismo y saber cuándo vas a publicar una historia y en qué momento. No es cancelar la historia, sino saber en qué momento vas a publicarla. Te mantienes en tregua porque si la publicás te pueden matar”.
Peritos forenses recogen información en el sitio donde fue asesinado el periodista mexicano Javier Valdez, en Sinaloa./ EFE
Lo que sigue es un resumen de aquél diálogo.
–¿Cómo cayó entre los periodistas mexicanos en general y también en Sinaloa la entrevista de Sean Penn al Chapo, cuando la hizo alguien que no es reportero y vinculado a Hollywood?
–Obviamente nos sorprendió y fue algo espectacular. Es una seducción mutua entre dos hombres: Guzmán desde el lado delictivo y Penn por la farándula hollywoodense. Entonces, es mucho de frivolidad del espectáculo porque no hay revelaciones. Y hay una actitud ufana de Guzmán quien torpemente no midió las consecuencias de que esto trascendiera. A los periodistas de Sinaloa nunca nos hubiera dado una entrevista de este tipo.
–¿Qué le hubiera preguntado usted, por ejemplo?
–Yo le hubiera preguntado: ¿Cómo duerme? A mi me hubieran interesado más asuntos personales. Por ejemplo, si ha matado a alguien y qué significa eso. Le hubiera preguntado por temas más personales de su vida e incluso sus amores, su infancia y eso de cómo duerme es muy serio. Yo, que me entero de sus historias y las escribo, sigo oliendo los cadáveres, las exhumaciones durante días y no duermo. Yo me pregunto si él, que ordena asesinatos, puede dormir.
–¿Cómo es trabajar en Sinaloa como periodista?
–Si eres un reportero que cubres los hechos de sangre y cuentas los muertos, no es tan complicado. Pero si vas, si investigás y contás las historias en el medio de la muerte y recuperas los nombres y apellidos y las vidas de las víctimas y si además tratas de contar las operaciones del narco, sus complejidades, los nexos, la corrupción, es muy complicado porque tenés que aprender que parte de lo que sabés no lo podés publicar. Y es un contrasentido porque yo no soy reportero del silencio pero en muchos casos hay que guardar información para seguir vivo. Hay que ir más allá pero es muy complicado porque uno tiene que saber quién manda en la ciudad y si se va a molestar porque publicó algo que no le gustó y me va a mandar un ramo de granadas. Entonces es muy complicado porque no alcanza con ser “valiente”, ni hacer periodismo, sino saber hacer periodismo y saber cuándo vas a publicar una historia y en qué momento. No es cancelar la historia, sino saber en qué momento vas a publicarla. Te mantienes en tregua porque si la publicás te pueden matar.
–Sean Penn le envío de alguna manera la entrevista al Chapo para ver si se la autorizaba o había algo inconveniente. ¿Esto es algo que suelen hacer los periodistas en Sinaloa como protección?
–Sí, sí, en este ambiente es más o menos común. Si vas a entrevistar a un narco, a un gatillero o a la esposa de un narco, ellos te ponen las condiciones, sólo ellos saben dónde los vas a ver y mandan a alguien más, son sus condiciones. No es sólo ir a entrevistarlo, tienes que ver cómo te rodeas para llegar a él.
–¿Cree que Penn fue demasiado condescendiente con “El Chapo”?
–Bueno, entiendo que no es periodista, que es un actor y no conoce muchas cosas que están pasando en México. Penn cedió a la idea de que el Chapo no quería hablar sobre el gobierno, algo que me parece sumamente extraño. Pero no lo culpo, en muchas ocasiones son las condiciones que te piden ellos. Obviamente, yo no hubiera permitido eso, pero él no es policía, tampoco es periodista, ni trabaja para el gobierno gringo ni el mexicano. A lo mejor lo ve como un Robin Hood y deja de lado lo otro, las víctimas, los muertos, la corrupción y esta estela apocalíptica. Siento que es un poco de alimento para el espectáculo y la frivolidad, y no tanto para el periodismo y lo que está pasando.
–Si hubieras tenido el contacto para entrevistarlo ¿lo habrías entrevistado, verdad?
–Sí, claro que sí. Pero le hubiera avisado a mis compañeros de Ríodoce y de La Jornada para tener cierto salvoconducto y también para que me orientaran sobre qué le preguntarían ellos y también por seguridad.
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