España: el turismo rompe todas las marcas en Semana Santa, pero no todos se benefician

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El turismo en España durante la Semana Santa, nacional y extranjero, ha marcado un récord histórico absoluto con más de medio millón de personas recorriendo los principales atractivos.

Después del máximo nivel alcanzado en 2016, cuando se produjo la explosión, con 75,3 millones de turistas extranjeros que aportaron 77.200 millones de euros, el renovado impulso que comenzó al iniciarse el año, gracias al excelente buen tiempo y calor en playas y ciudades, el gran éxito en la Santa Santa permite a los especialistas de sector augurar esperanzas de que se pueda llegar durante este año a niveles similares o incluso superiores.

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Sería una ayuda muy necesaria a la economía española, que va mejorando, pero todavía con graves problemas, sobre todo sociales, después de la profunda crisis provocada por la gran recesión de 2008 que aún continúa aunque atenuada.

El Ministro de Fomento, Iñigo de la Serna, se congratuló: “Francamente las cosas no han podido ir mejor”, proclamó. Los principales centros acosados por los turistas, Andalucía, Canarias, Baleares, Cataluña (sobre todo lo agobiada Barcelona) Madrid, Valencia y la Costa Mediterránea al completo, han superado todas las expectativas.

Los reyes Felipe y Letizia, sus hijas, la princesa Leonor y la infanta Sofía, y la reina Sofía asisten a la misa de Domingo de Resurrección en la Catedral de Mallorca./ EFE

“La gente, gracias al buen tiempo, empezó a llegar intensamente desde enero. Aumentamos las reservas pero pocos días antes de la Semana Santa se produjo un aluvión que no esperábamos. Esta todo lleno, hoteles, posadas, hostales, departamentos legales y de los otros. Todo lo que tenga que ver con la gastronomía, está desbordado, Los visitantes gastan más y tenemos gentes del extranjero que antes no aparecían”, informó un responsable turístico de Baleares.

Las fiestas religiosas por la Semana Santa actuaron como un imán, sobre todo en Sevilla pero también en muchas ciudades fuera de Andalucía.

El turismo rural, que está en auge hace años, se encontró con que no tenía en muchas zonas capacidad para alojar a los visitantes, algunos tan extraños como los chinos.

Penitentes encapuchados durante una procesión de Semana Santa en Córdoba, España. /AP

Un dato que aumenta las esperanzas de llegar, quizás, a los 80 millones de turistas extranjeros, lo que es casi una utopía, se produjo cuando después de la Semana Santa muchos visitantes permanecieron aprovechando la bendita meteorología española.

En las zonas del interior la ocupación hotelera ha oscilado entre el 85 y el 90% y más en las playas. En la Costa del Sol el porcentaje ha superado el nivel del 2016, el año de Oro, y alcanza el 85%. En numerosas localidades de Baleares, sobre todo en Ibiza, donde se alquilan hasta balcones para dormir, no cabe un alfiler. En Cantabria se llegó al 100%, en Segovia y Zamora se colgó el cartel de completo, una alegría inesperada. Ochenta mil visitantes colmaron Merida, 96% de ocupación hotelera.

España ha conquistado la primera posición mundial en competitividad turística. Se alaban la eficacia de sus servicios, la seguridad, la calidez con que los españoles tratan a los visitantes, la fabulosa gastronomía que desata el entusiasmo. Es muy importante, los servicios opulentos del turismo de lujo que tiene ahora un futuro muy promisorio en relación a los asiático.

Para las grandes masas de turistas con ingresos medios o modestos, España es el paraíso del “low cost” (bajo costo). La gran Vía Madrileña se ha transformado en una sucesión de inmensos edificios, de espléndida arquitectura, en donde hay inmensas colas para aprovechar las ofertas.

La cadena española internacional Zara, acaba de inaugurar su tienda más importante de la inmensa red mundial que despliega. Todas estas actividades se divulgan en los medios internacionales y mediante abrumadoras campañas publicitarias.

Las principales cadenas “low cost” del mundo ya están en Madrid y Barcelona y se van extendiendo porque a la ávida clientela local se añaden las oleadas interminables de los visitantes extranjeros.

Además del gran estímulo a zonas que necesitan imperativamente del turismo para hacer funcionar su economía, el beneficio más importante en un país castigado duramente por una desocupación que llegó al 26%, es la creación de centenares de miles de puestos de trabajo no especializados.

Eso sí, los sueldos son muy precarios. Ayer se informó por los sindicatos gastronómicos que muchos camareros cobran 4 euros por hora, una miseria. Hace dos meses un alto ejecutivo de una cadena de hoteles denunció que una empleada de limpieza en establecimientos de categoría cobraba 4 euros ocuparse de varias habitaciones.

En este arco iris que parece, falsamente, brillar para todos existe más de un tercio de la población excluida en penosas condiciones sociales. El estado de bienestar que se creó durante la democracia ha sido vulnerado por políticas neoliberales thatcheristas que han convertido a España en el segundo país en desigualdad europea. Hace tres días un organismo internacional volvió a advertir, y estas alertas son demasiado numerosas, que España es uno de los países europeos con peores índices de desnutrición infantil.

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