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Cuando los agentes de los servicios de seguridad llamaron a su puerta en Jartum, el empresario Alithi Yusef comprendió que su peor pesadilla se había hecho realidad.
“Me informaron de que el 17 de enero mi hija Aya murió en combates en Sirte”, cuenta Yusef, refiriéndose a la ciudad libia controlada durante meses por el ISIS, hasta su expulsión en diciembre.
“Dijeron que tenían, sin embargo, una buena noticia: Aya dejó un bebé de cuatro meses“. Volvió a Jartum el mes pasado.
Aya era estudiante de medicina cuando desapareció, el 30 de agosto de 2015, horas después de haber rendido un examen en la capital sudanesa. Tenía 20 años.
Durante dos meses, sus padres no tuvieron noticias de ella. Un día sonó el teléfono. Les anunció que se había unido al ISIS en Libia con cuatro amigas.
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Según las autoridades sudanesas, decenas de estudiantes como Aya se alistaron en el grupo ultrarradical en Libia, Siria o Irak. Varias habrían muerto.
La pequeña Lojien de cuatro meses en su cuna, en la casa sus abuelos en Jartum. / AFP
Algunos amigos de Aya se unieron al ISIS con pasaporte estadounidense o británico, afirma su padre.
“Estaba seguro de que Aya no podría irse porque tenía pasaporte sudanés, pero me equivoqué”, declara este hombre de negocios en su lujosa casa de dos plantas de las afueras de Jartum.
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Aya se fue a Libia por carretera. Encontraron su pasaporte en un departamento de la capital sudanesa, unos días después de su partida.
El empresario sudanés Alithi Yousef y su esposa Manal Fadlallah con su nieta, en Jartum, Sudán. / AFP
En Libia se casó con un miembro sudanés del ISIS que iba a la misma universidad que ella en Jartum, añade Yusef, mostrando el certificado de boda de la pareja expedido por los yihadistas en Sirte.
Aya y su marido, ambos combatientes, murieron en Sirte cuando la ciudad fue liberada. Se desconocen los detalles.
Lojien sonríe en su moisés, en la casa de sus abuelos. / AFP
Yusef y su esposa, Manal Fadlalá, recuerdan haber notado un cambio rápido en el comportamiento de su hija antes de partir.
Aya cursó primaria en una escuela de habla inglesa en Abu Dabi, donde su familia vivió durante años, y creció escuchando música occidental y leyendo novelas en inglés.
Manal Fadlallah, la mamá de Aya Yousef, muestra fotos y cuadernos de su hija muerta en Libia. / AFP
Su paso al “islam radical” fue rápido, cuenta su padre, mientras su mujer le da la mamadera a Lojien, la hija de Aya. La transformación comenzó en el segundo año de universidad.
Normalmente se vestía con pantalón y camiseta, pero empezó a ponerse prendas conservadoras, como el velo. También dejó de visitar a sus amigos y de saludar a los hombres, cuenta Yusef.
Su familia la oía recitar versículos del Corán hasta horas avanzadas de la noche. “Se ensimismó, encerrada en su mundo”, dice el padre.
Lojien con sus abuelos. / AFP
“Cuando le preguntamos quién estaba detrás de todo esto, nos dijo: ‘Ahora conozco a mi Dios'”, declara su madre.
Yusef cuenta que no se le ocurrió controlar su teléfono ni su computadora.
“Si estuviera enterado de sus proyectos, me habría quedado todo el rato en su habitación, nunca la habría dejado sola”, añade este padre de cuatro hijos.
Manal Fadlallah muestra una foto de Ayala, cuando era pequeña. / AFP
En la habitación de Aya, hay una estantería llena de novelas en inglés, como Las cometas en el cielo del célebre escritor afgano Khaled Hosseini.
En una de las fotografías de un álbum, Aya está sentada cerca de un árbol de Navidad, durante las fiestas de Año Nuevo en su colegio de Abu Dabi.
De su hija les queda una nieta. “Tenemos una gran responsabilidad (…) -dice Yusef- A Lojien la queremos mucho. Es la hija de Aya”.
Fuente: AFP
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