“Lamentablemente he conseguido que personas ignorantes y ajenas a este oficio [el de los controladores], y sobre todo que ignoran los procedimientos, amenacen mi integridad física y mi tranquilidad personal por lo que he estado analizando soluciones al respecto las cuales espero discutir con las directivas de la entidad”, declaró la controladora en el comunicado.
Por otra parte, Molina sentenció: “Puedo afirmar con absoluta certeza que de mi parte hice lo humanamente posible y técnicamente obligatorio para conservarle la vida a esos usuarios del transporte aéreo, lamentablemente mis esfuerzos resultaron infructuosos por las razones que son de todos ustedes conocidas”.
La noche del martes, momento en el que ocurrió la tragedia, el piloto del avión de Lamia se puso en contacto con la controladora para pedirle prioridad para aterrizar porque tenía poco combustible.
Sin embargo, Molina decidió darle el primer turno a otra aeronave que había presentado un problema por una fuga de gasolina.
En la espera, el avión del Chapecoense sufrió una falla eléctrica y se declaró en emergencia.
Cuando le fue concedido el permiso para aterrizar, el avión empezó un rápido descenso y se estrelló contra el Cerro Gordo de la Unión, en Antioquia.
La controladora aseguró que todo lo que hizo en “la frecuencia” fue con la intención de “preservar la integridad de los ocupantes de esas dos aeronaves principalmente y, por ende, de los ocupantes de la otras aeronaves que estaban bajo su responsabilidad”.