[ad_1]
Eduardo Roverano (61) heredó la empresa familiar: una funeraria, ubicada en Quilmes, que lleva su apellido y fue fundada por su bisabuelo en 1883. “Tengo un vago recuerdo de cuando el coche fúnebre era tirado por caballos negros. A los 15, arranqué a trabajar y no precisamente en la oficina. Me mandaban a levantar cadáveres”, relata Eduardo. Si bien reconoce que necesitó años de terapia para superar la parte traumática del oficio, al final lo eligió para su vida. “Me gusta porque es un trabajo social. Lo que hago es ofrecer un servicio indispensable en un momento delicado. Para estar a la altura, decidí capacitarme: estudié para director funerario y de ceremonial”, dice este hombre, que siente el mandato paterno como una responsabilidad.
SociedadNota sobre hijos deDamian Stiglitz hijo y nieto de juristas prestigiosos que rompio el mandato familiar y estudio LetrasFoto Guillermo Rodriguez Adami ciudad de buenos aires Damian Stiglitz hijo y nieto de juristas prestigiosos que rompio el mandato familiar y estudio Letras familia mandatos familiares
Estar “destinado” a conducir la empresa familiar o a seguir a padres que se destacan en algún rubro es una opción. Pero también le puede pasar al “hijo de” un ganador del Premio Nobel, de un famoso de la política o de la farándula. Si bien al mirar el vaso medio lleno podría pensarse que es positivo llegar al mundo con “el camino allanado”, lo cierto es que el costo suele ser alto.
“Los padres tienen determinadas expectativas sobre sus hijos y en las familias mejor constituidas torcer el rumbo previsto no debería traer conflictos. El problema se da cuando el mandato es de cumplimiento obligatorio. Entonces el hijo experimenta una extorsión afectiva”, explica el psicoanalista Pedro Horvat. En estos casos, los expertos consultados advierten que la herencia tiende a resultar más un peso que un beneficio.
Para Juan Eduardo Tesone, psicoanalista de APA, los mandatos “pueden y suelen representar una carga suplementaria para construir la propia singularidad, aunque depende mucho de la elaboración que cada uno haga, con o sin terapia”. El riesgo, según él, es que el “hijo de” pierda la libertad de elegir. “Tengo pacientes que estudiaron una carrera sin ganas y que después se dedicaron a otra cosa. Es decir, que tuvieron que ‘cumplir’ con el deseo de sus padres para liberarse. En el medio, destinaron años de sus vidas al anhelo de otro”, sigue. Pero no todas las exigencias familiares apuntan a continuar algo: “También está el padre que le pide a su hijo no repetir determinada conducta. El conocido ‘no te equivoques como yo’”, agrega Tesone. Y asegura que “el tema aparece con frecuencia en el consultorio, está presente en el fondo de la mayoría de los conflictos”.
Sólo por formar parte de una familia, las personas sienten el peso de tener que reproducir una manera de ser, determinado status y vínculos, según la socióloga Manuela Gutiérrez. En este sentido es que coincide en que “la herencia paterna representa una presión extra”. “Uno puede intentar destacarse en un campo diferente al de sus padres, pero nunca escapar completamente de su realidad: siempre será ‘hijo de’”, concluye.
El doctor en Psicología, miembro del Foro Internacional de Docentes de la Unesco, Enrique Novelli, afirma que los padres que imponen su modelo como el único valioso condenan a sus hijos a tomar decisiones incómodas: “Someterse al deseo ajeno y permanecer insatisfecho o rebelarse y experimentar cierta culpa”. Sentirse inferior y temerle al fracaso van en esta misma dirección. “Ocurre, por ejemplo, cuando una persona entra a un trabajo por su padre. Por más que el empleador reconozca su esfuerzo, lo más probable es que internamente el ‘beneficiado’ con el puesto siga percibiendo que allí sólo tiene lugar como ‘hijo de’. A la larga, esto impacta en su autoestima”, suma Novelli y confirma: “Resulta más una carga que una ventaja”.
Aunque, como en todo, hay excepciones. Damián Stiglitz (30) viene de una familia de reconocidos abogados y juristas. Sus abuelos, tíos, padres y hermanos se dedicaron al Derecho. Pero él, que creció entre códigos y conversaciones sobre juicios, se convirtió en el primero en su familia en recibirse de una carrera diferente en 60 años. “Seguir Abogacía era el camino fácil, sabía que tenía trabajo asegurado en el estudio que empezó mi abuelo Rubén”, cuenta Damián. “Mi papá Gabriel fue ´hijo de´ y logró destacarse. En mi caso, fui contra la tradición no por miedo a ser ´hijo de´ sino porque tenía claro que me apasionaba la literatura”, agrega el joven, que es licenciado en Letras de la UBA. Cuando empezó a estudiar no pensó en la salida laboral y, con el tiempo, poder desarrollarse en lo suyo se transformó en un desafío. “Comencé a dar clases. Al principio, tenía dos alumnos. Hoy, casi 70 y mi propio instituto en el que enseño historia argentina a través de la literatura y el cine”, cuenta Damián.
De chico, Leonardo Cerratto (35) jugaba con su hermana “a la oficina”. Allí eran escribanos, como sus papás. De grande, su hermana “cumplió” y siguió con la profesión familiar. Para Leonardo fue un alivio. “Creo que si ella no se dedicaba a eso me iban a decir a mí y yo siempre supe que me gustaban otras cosas, me copaban los edificios”, dice Leonardo que finalmente se formó como arquitecto. Y resume: “Si bien en mi rubro la tengo que luchar bastante, estoy contento con la decisión que tomé”.
[ad_2]
Source link