Inclinarse hacia el lado de la sed

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La frustración carcome, pero saberlo no nos resuelve el problema. Porque se frustra tanto el que va a trabajar a un lugar que le es ajeno como el que sí se anima a su vocación pero no llega a ganar siquiera algo parecido a un sueldo. En la vida hay que arriesgar aunque mejor hacerlo con cierta lucidez, sin entrar en romanticismos extremos que luego no nos permiten —vaya necesidad— pagar el alquiler.

Si uno fuera Cornelio Saavedra —¿se acuerdan de “Las brevas no están maduras”?— quizás tendría la clarividencia para entender cuándo es el momento exacto. No siempre es sencillo detectarlo pero hay algunas evidencias que nos ayudan. Antes que nada, ser realista. Todo sueño merece considerarse y si en algo nos igualan las crisis es que ya casi no hay una carrera prometedora cuyo solo título nos habilita a vivir tranquilos. Entonces, ¿tirarse a la pileta con poca agua? Sí, pero teniendo siempre un Plan B. Si algo no sale como deseamos, no nos vamos a enfrentar al precipicio. Será un poco más duro, pero estaremos enteros para la próxima aventura.

También vale pensar si lo que nos tiene cansados —hartos a menudo— es el actual empleo o una sensación íntima de malestar que nos impide estar bien allí donde estemos. ¿Acaso no conocemos —ojalá que no en primera persona— gente que siempre está disconforme, como si el mundo le hubiera sido injusto? En esas condiciones, dejar un trabajo por una ilusión es un escape hacia adelante. Si primero no encontramos calma interna, no va a aparecer labor que nos potencie.

Y si de sueños se trata, pensemos si en los ratos libres, que siempre, se cuelan, vamos para adelante con el deseo. ¿Cuántas páginas hemos escrito de ese libro? ¿Qué hay del plan de trabajo para el bar que nos tienta? En una brillante entrevista que le hicieron hace unos años, la Premio Nobel Toni Morrison contaba que cuando era una ilustre desconocida se levantaba a la madrugada para escribir: era el único momento en que tenía calma y libertad.

Una vez que se colocan en la balanza respuestas reales, el platillo se inclinará hacia el lado de la sed en un sentido no sólo onírico. Ya estamos, entonces, preparados para dar el gran paso. Ahí sí toca festejar y tomar la decisión. Suerte, pues.

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