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Entre 2005 y 2015 los casos de depresión aumentaron un 18.4 convirtiéndose en la mayor causa de discapacidad en el mundo, afirmó la Organización Mundial de la Salud (OMS) en medio de la campaña “Depresión; hablemos”.Hoy unos 322 millones de personas la padecen.
“Estas nuevas cifras son un toque de atención para que todos los países se replanteen su visión de la salud mental y la traten con la urgencia que se merece”, dijo la directora general de la OMS, Margaret Chan. Aquí en Argentina, Horacio Vonmaro, Director de Psiquiatría y Salud Mental de INEBA le dijo a Clarín que: “De no revertirse esta tendencia, hacia el año 2030 sería la primera causa de discapacidad en el mundo. La depresión afecta en el mundo a millones de personas, atravesando distintos niveles socioeconómicos, con independencia del país de origen, de creencias o culturas”
Según la definición de la OMS, la depresión es bastante más que un acceso de melancolía. Se trata de un trastorno mental en el que el afectado muestra “una tristeza permanente y una pérdida de interés por las actividades que la gente suele disfrutar, acompañadas por la incapacidad de llevar a cabo tareas diarias durante dos semanas o más”. Para Vonmaro, “los trastornos depresivos frecuentemente se asocian con el alcoholismo, otras adicciones y con situaciones de violencia y maltrato. El factor social, el andamiaje interno de una persona, las condiciones familiares y ambientales tienen una importancia decisiva en el origen de estas patologías”.
En ese sentido apunta el sociólogo Diego Litvinoff quien le dijo a este medio “desde una perspectiva sociológica la exigencia es preguntarse cuáles son esos cambios sociales que funcionan como caldo de cultivo para la proliferación de este tipo de patologías”.
André Blake es el director nacional de Salud mental y Adicciones y aportó datos a lo que sucede en Argentina. “Un 12% de la población tiene o ha tenido un episodio depresivo. La prevalencia va en aumento si se tiene en cuenta los últimos datos tomados a fines de 2000: hay un 3% de aumento”. El médico recordó que la depresión “en términos generales, es un desgaste prolongado con el paso del tiempo”, Y recordó que la depresión “se divide en tres categorías: trastorno depresivo mayor, trastorno bipolar y distimia”.
La depresión también puede provocar sentimientos de culpa o falta de autoestima, trastornos del sueño o del apetito, sensación de cansancio y falta de concentración. Y en los casos más graves puede conducir al suicidio. La caída de la productividad y otras dolencias médicas vinculadas a la depresión tienen un alto coste global, que la OMS cifra en un billón de dólares al año.
SheJar Saxena, director del departamento de Salud mental y abuso de sustancias de la OMS, recordó que tanto los tratamientos psicosociales como los médicos pueden tener una gran eficacia, e insistió en la importancia de atender a más personas que necesitan ayuda. Blake habla de “factores protectores” y los enumera para combatir la depresión: “hacer actividad física, tener contacto social, disminuir el stress y ponerse metas cortas”.
Según la OMS, en los países más desarrollados casi la mitad de los depresivos no fueron diagnosticados ni reciben, por lo tanto, ningún tratamiento, una cifra que asciende a entre el 80 y 90% de los casos en las naciones menos desarrolladas.
El tratamiento puede ser de difícil acceso, y el temor a sufrir un estigma impide a menudo que los afectados busquen ayuda. Según la OMS, cada dólar invertido en ampliar los tratamientos produce cuatro dólares de beneficio debido a una mejor salud y productividad de los trabajadores.
La reducción de los casos de depresión también tiene un gran impacto sobre el número de suicidios. “Una identificación y un tratamiento precoz de la depresión son una manera muy eficaz de reducir el número de muertes por suicidio”, recordó Saxena. Casi 800.000 personas se suicidan cada año en el mundo, lo que equivale a un suicidio cada cuatro segundos. Y la relación con la depresión es clara.
Saxena mencionó estudios según los cuales entre el 70 y el 80% de las personas que acaban con sus días en los países ricos y cerca de la mitad de quienes se suicidan en los Estados pobres sufren trastornos mentales, principalmente depresión.
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