El humorista falleció este viernes a los 97 años y dejó un legado difícil de igualar.
A los 97 años, murió Carlitos Balá, el histórico animador infantil que atravesó generaciones y se metió en la piel de la sociedad a través de la cultura popular argentina.
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Por eso, la Legislatura porteña abrió sus puertas entre las 14.30 y las 21.00 para velar al humorista, que fue declarado ciudadano ilustre de la Ciudad. El sábado se espera que el recordado humorista sea llevado a las 11 al cementerio de la Chacarita, para su último adiós.
Cómo fue la vida de Carlitos Balá
El humorista estaba internado en el Sanatorio Güemes y sufrió complicaciones durante la madrugada. Había llegado al centro de salud por la tarde, tras haberse sentido mal.
La muerte de Balá es un golpe para la comunidad artística, ya que su figura trascendió las generaciones: fue tal la magnitud de su contenido que trascendió en frases que todavía se dicen en la actualidad.
Su estilo combinaba la picardía con el humor más inteligente de todos: el absurdo. Ingenuo y creativo, encontró la forma de sacarle una sonrisa a millones. Incluso, logró que latiguillos suyos como “¿un gestito de idea?” y “un kilo y dos pancitos” se volvieran de uso cotidiano.
Balá fue uno de los artistas más queridos por los nenes de unas cuantas décadas, gracias a los diferentes ciclos infantiles que encabezó. Inventó el “chupetómetro”, una especie de construcción donde se invitaba a los chicos a abandonar el chupete.
Sus frases son marcas registradas del humor nacional y muchos las usan en cualquier oportunidad. Algunas de ellas son: “¿Qué gusto tiene la sal? Salado”; “Ea-ea-ea-pe-pé”; “Mamá ¿cuándo nos vamo’?”; “Está un kilo y dos pancitos”; “Más rápido que un bombero”; y “Sumbudrule”.
En 2016, a los 91 años, visitó al Papa Francisco en el Vaticano y fue declarado “Embajador de Paz”. La Legislatura porteña ya lo había declarado Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad. Hay una estatua de él haciendo su gesto característico en la entrada de la pizzería Imperio de la Pizza.