Asumió Macron, prometió una Francia fuerte y mañana se reunirá con Merkel

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Los símbolos dominaron la transferencia de poder del saliente François Hollande al nuevo presidente Emmanuel Macron en el palacio del Elíseo. Una solemnidad en el tono, un protocolo sin falla, una primera dama presente pero discreta y un respetuoso pero obvio decoro republicano para “presidencializar” un status que los franceses habían cuestionado.

El ballet de la investidura presidencial de Emmanuel Macron, a lo largo de la jornada de hoy en París, fue diseñado para que el mandatario más joven de Francia, a sus 39 años de edad, proyectara la idea de que habían recuperado la presidencialidad de la función.

Un presidente saliente melancólico, que recibió cálidamente a su hijo rebelde y su ex ministro de Economía en la alfombra roja del Elíseo, tras aparecer por instantes en el balcón del jardín de su despacho. Un nuevo jefe de Estado, que heredó el rol de jefe de guerra contra el yihadismo, en un país en lucha contra el terrorismo. Para demostrarlo subió a un vehículo militar para remontar los Campos Elíseos hacia la Tumba del Soldado Desconocido y exponer su consideración a los militares y fuerzas de seguridad que protegen a los franceses en “alerta atentado”. Una parada en el 120 de los Campos Elíseos, donde cayó el policía Xavier Jugelé, en un atentado en plena campaña electoral, el pasado 20 de abril. Antes había invitado a su pareja, otro policía, a su investidura. Después visitó a los soldados heridos de guerra en el hospital de Percy en Clanart. Una gestualidad evidente.

Con más de 300 periodistas acreditados y la convicción de que “el mundo mira a Francia”, la ceremonia de transferencia de poder se inició con la bienvenida del presidente Hollande al presidente electo, que conocía el Elíseo como su casa.

Hollande entendió el mensaje y no lo abrazó. Su cercanía puede perjudicar la independencia que Macron quiere conseguir, de cara a las elecciones legislativas del 11 y 18 de junio, donde busca conseguir una mayoría amplia. Hollande quiere mostrar frente a ellas que pertenecen a un mismo proyecto.

Una reunión de 30 minutos duró una hora en el despacho presidencial. Secretos de Estado, transferencias de códigos nucleares, el rol del bunker en el subsuelo, la guerra. Una gran conversación en la que Hollande se puso a su disposición.

Brigitte Macron, la nueva primera dama, llegó sola, antes que su marido. Con un vestido y saco lavanda, diseñado por Nicolás Ghesquière de Louis Vuitton y prestado a la primera dama, BiBi se mostró discreta ante la soledad de Hollande que, después de sus dramas sentimentales, decidió no mostrar su pareja, la actriz Julie Gayet, a la hora de la partida.

Por primera vez, la First Lady francesa va a tener un status establecido, no remunerado, vinculado a la educación para la profesora de francés y drama, que se enamoró de su alumno, cuando él tenía 15 años.

Al menos 400 invitados especiales esperaban impacientes en el Salón de Fiestas del Palacio del Elíseo que terminará la entrevista que mantenían en esos momentos Macron y Hollande. Estaban los macronistas y los que pelean para sumarse a ellos. Socialistas, centristas encabezados por François Bayrou, socialistas como Yves Le Drian, que seguiría siendo el ministro de Defensa.

Parecía que el presidente saliente iba a acompañar a Emmanuel Macron a su investidura. Falso rumor. El nuevo presidente despidió cálidamente a Hollande, con aplausos en el patio del Elíseo. “Bon Courage” (buena suerte) fueron las palabras de Hollande. Decidió imitar al ex mandatario socialista, François Mitterrand, y se fue al Partido Socialista, el mismo en el que sus disidentes hicieron fracasar su gobierno y sus reformas. A defender su quinquenato. Y el lunes, de vacaciones.

El ex canciller Laurent Fabius, presidente del Consejo Constitucional, impuso el tono en la investidura, al anunciarlo ganador de las presidenciales con las palabras de Chateaubriand: “Para ser un hombre de su país, hay que ser un hombre de su tiempo”.

En su discurso de investidura, Emmanuel Macron sostuvo que tenía dos exigencias: “Devolver a los franceses la confianza en ellos después de tenerla debilitada por largo tiempo” y luchar contra el hecho de “después de decenios, Francia duda de ella misma. Ella se siente amenazada en su cultura, en su modelo social, en sus creencias profundas. Ella duda de lo que hace”, dijo.

“Yo convenceré a nuestros compatriotas de que el poder de Francia no está en declinación, que estamos al borde de un extraordinario renacimiento, porque nosotros tenemos entre las manos todos los activos que harán y que hacen a las grandes potencias del siglo XXI”, dijo Macron.

El nuevo presidente puso a Europa en el corazón del discurso. “Será refundada y relanzada porque nos protege y nos permite proyectar en el mundo nuestros valores”, prometió, antes de encontrase mañana por la noche para cenar con la canciller alemana Ángela Merkel en Berlín, su primera visita al exterior. “El mundo y Europa necesitan más que nunca a Francia, una Francia fuerte que lleve alta la voz de la libertad y de la solidaridad, de una Francia que sepa inventar el futuro”, sostuvo en su discurso.

La unidad, la reconciliación de Francia es su objetivo. Por eso rindió homejane a los ex presidentes de la República, desde el general Charles de Gaulle a François Hollande, pasando por George Pompidou, que “hizo de Francia una potencia industrial”, Valery Giscard D’Estaing, Mitterrand, que “acompañó la reconciliación del sueno francés con el sueño europeo”, y Jacques Chirac, que le supo decir “No” a la guerra en Irak.

Una fiesta en el Elíseo para los íntimos de la campaña después de una visita al Hotel de Ville, la alcaldía de París, para estrechar miles de manos, aspirantes a ser parte de su movimiento. Ana Hidalgo, la alcaldesa socialista, ya ha empezado a cambiar de parecer.

El “Big Bang” electoral se producirá mañana, cuando comienza su ejercicio presidencial y se conozca su primer ministro. Si el elegido es Edouard Philippe, el juppeista y diputado de Le Havre, y no los otros seis pretendientes, habrá implosionado la derecha conservadora republicana francesa, después de haber destruido al partido socialista.

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