Emmanuel Macron, el hombre que reúne lo mejor de la derecha, el centro y la izquierda

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Papá, mamá, los chicos y los abuelos. Banqueros, médicos, entrepeneurs, y los suburbios, con muchas jovencitas con velo. Jóvenes y viejos tenían algo en común: era la primera vez que asistían a un acto político. Las largas filas para entrar a la Arena de Bercy eran un espejo de este fenómeno de sociedad que hoy encarna en Francia Emmanuel Macron, el candidato presidencial de En Marcha, que reúne “lo mejor de la derecha, la izquierda y el centro”, como a el le gusta decir. Un ex ministro de economía socialista, hoy liberal-social, que llenó Bercy, esa sala de conciertos de Madonna y los Rolling Stones, un termómetro electoral. Repleto, le dio la victoria a Nicolás Sarkozy primero y al presidente François Hollande después, en el 2012. A cinco días del cierre de campaña, el candidato favorito del balotaje, declaró su amor a Francia. “Yo amo su pasado pero a diferencia de otros, amo también su futuro”, dijo el ex ministro de 39 años. “Nosotros vamos a devolver a Francia su optimismo”, prometió. Sin grandes anuncios, apelando a la literatura, a la filosofía que es su profesión original, el ex banquero Macron defendió “la confianza contra la desconfianza, la unidad contra la división, la lucidez contra las quimeras, la generosidad contra la codicia, la esperanza y el coraje contra la resignación”.

Los militantes cantaban “Macron Presidente” y “Vamos a ganar”. El candidato, en traje oscuro y corbata azul, atravesaba el escenario, con los brazos en alto o tirando besos al aire. Las encuestas del día de BFMTV y L´Express le daban 24 puntos, uno más que Marine Le Pen, con François Fillon y Jean Luc Melenchon con 19,5 y 18 respectivamente, para la primera vuelta. No cabía un alfiler en la sala, aturdida por rock and roll, tecno y música latina. Un poquito para cada uno en el “melting pot” macronista de razas, religiones, profesiones, amparadas por una laicidad no militante, la tolerancia, la cultura, la enseñanza de latín y las clases bilingües en el colegio como modelo de integración y convivencia. Adentro y afuera, medidas de seguridad extremas. Cada uno era revisado y palpado.

Los servicios de seguridad advirtieron a Macron que pesa una amenaza de atentado contra él. Una angustia que comparte con sus adversarios Fillon y Melénchon, todos con seguridad reforzada. La posibilidad es seria. Desminadores en la sala antes del ingreso del candidato, revisión de cámaras, computadoras y grabadores por perros expertos en explosivos, custodias reforzadas, autos blindados y francotiradores en los actos. Un atentado terrorista podría desestabilizar la elección presidencial francesa hasta lo inimaginable.

Para el candidato de “la Francia optimista y positiva”, Bercy era un escenario a medida. Más que militantes, fans con remeras rosas, turquesas y blancas con “Emmanuel Macron Presidente”. Las luces diseñaban a sus pies la bandera francesa y en las pantallas, se leía: “Si usted tiene Facebook, lo necesitamos para el Live”. Un modelo de campaña siglo XXI, digital y con un líder que conocía todos los gestos para continuar su historia de amor con sus militantes. Cerca Brigitte, su esposa y ex profesora cuando él tenía 15 años en Amiens y se enamoró de la maestra que le enseñaba teatro. La “coach” de su marido, “la indispensable”. La mujer en las sombras a quien él escucha, depende y a la cual todos los políticos se acercan para saltear esa guardia pretoriana de jóvenes gladiadores que ahora rodean al líder. “Mándeme un SMS y se lo muestro a mi marido esta noche”, repite ella, sonriente, en blue jeans, cansada de recorrer cada ciudad de Francia sin verla, en una butaca de Bercy. El único de los 11 candidatos presidenciales que no admira al presidente ruso Vladimir Putin y es pro europeo dijo que 10 de ellos quieren volver al pasado. “Para ciertos esto será Cuba sin el sol o Venezuela sin el petróleo”, en alusión a Jean Luc Melénchon, que le disputa su posición en el balotaje. “Otros quieren encerrarnos en una opción simple, Margaret Thatcher o Trotski, Fidel Castro o Maurras”, apuntando al thatcherista Fillon y a la xenófoba Marine Le Pen.

Antes estas posibilidades, Macron se reencarna como la “renovación” de la clase política, llamando a “la asunción de las responsabilidades de una nueva generación. Hay una renovación y supera nuestra unidad”. Para él hay una “izquierda fracturada”, de un lado, y del otro “la derecha con la misma enfermedad. “Ellos no pueden más, no quieren trabajar juntos aún cuando están de acuerdo. Ellos no son más que una coalición de intereses”, describió. En su discurso de una hora y media, Macron llamó a “progresistas de todos los bordes” para esta unidad inédita de reformadores”. Macron habló de un retorno a la solidaridad, a los históricos valores de los derechos humanos y de la laicidad para todos, de la cara de todas las mujeres de Francia. Sus palabras emocionaron a Natila, una joven de 18 años, que participaba por primera vez en un acto político. “Me tocó el corazón. Soy musulmana y por eso tengo la cabeza cubierta. La laicidad no puede ser usada contra los otros”.

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