La cuerda floja en la que se balancea la Venezuela de Maduro

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Venezuela es una antigua anomalía institucional que ha funcionado en gran medida debido a la tolerancia internacional, en particular del vecindario. Lo que acaba de suceder con la anulación de las facultades del Parlamento en manos opositoras, es un agravamiento severo de ese cuadro, no un cambio en el modelo totalitario chavista. Pero la duda es qué sucederá desde ahora con aquella tolerancia, en un espacio que ha sufrido una fuerte mutación de sus liderazgos. Ese comportamiento dócil de la región se justificó en la década pasada por una agresiva petro-diplomacia fondeada con las ganancias de un precio del barril por las nubes. Con esa palanca Caracas agrupó a un puñado de países bajo su doctrina. De la mano de ese auge, Hugo Chávez consolidó su versión de democracia con elecciones tuteladas a través de un gigantesco aparato de asistencia social y patrimonialismo que mantenía cautivo al voto.

A las naciones que quedaban distantes de ese armado, el modelo las extorsionaba con una acrobacia verbal. El régimen bolivariano hacía que era de izquierda y el resto de la región hacía que le creía. Se puede condenar a un gobierno de las derechas clásicas, pero la cuestión se torna en un reproche incómodo cuando se tiene enfrente a un aparato de comunicación que parlotea revolución y antiimperialismo. Hay un sentido histórico en ese comportamiento que mucho explica la actitud fraternal que Latinoamérica ha tenido con Cuba, incluso en los peores momentos de represión de la estructura castrista. Esas ataduras todavía subsisten pero son menos tirantes.

Ayer, el presidente boliviano Evo Morales tomó la delantera de la legión bolivariana para expresar desde La Habana su apoyo a Maduro y reclamar contra “el injerencismo”. El comentario sonó como un atrevimiento antipático en un espacio territorial que experimentó una larga noche de dictaduras militares contra las cuales la denuncia internacional fue precisamente la mejor y a veces única herramienta para reducir los daños. El resto de los aliados de Caracas, como Nicaragua o la propia isla antillana aún, sin embargo, no repiten las palabras del boliviano. Ecuador, incluso, elevó una cauta queja por lo sucedido, quizá porque mañana hay elecciones y no conviene mostrarse simpático con un gobierno que voltea parlamentos. Pero, además, porque es inevitable que este proceso de agudización en Venezuela agregue más represión y disidentes encarcelados. La complicidad es también con esos excesos.

ID:5468551 CAR01. CARACAS (VENEZUELA), 18/01/2017.- El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, habla durante una rueda de prensa con medios de comunicación internacionales hoy, 18 de enero de 2017, en la ciudad de Caracas (Venezuela). EFE/MIGUEL GUTIERREZ

La anomalía venezolana discute mucho más que un procedimiento autoritario. Hace años que el concepto de izquierda clásico como sinónimo de socialismo se ha trastocado y casi desaparecido en la región. Lo que ocupa ese lugar son nacionalismos de distintos niveles de furor y oportunismo que, en algunos casos extremos, no tienen embarazo por identificarse con personajes como Donald Trump o con propuestas aún más reaccionarias de aislacionismo. Los brotes neofascistas europeos tienen un eco en estas formas latinoamericanas de entender la verticalidad política y el uso de la mentira como una épica. Mientras por aquí alguna patrulla perdida kirchnerista brama que “no nos importa la democracia”, la Venezuela de Maduro hace un rito ejecutivo de ese comportamiento en el cual el poder queda en manos de un sujeto que se perpetua y reina sin cuestionamientos, sin balance de poderes y bloqueando las vías electorales y el derecho a la información. El fascismo es una condición que, se sabe, no requiere ideologías. Es interesante notar en ese sentido que la sala de siete jueces que designó la Corte venezolana para hacer de Parlamento, recuerda a la Comisión de Asesoramiento Legislativo, la CAL del régimen de Jorge Rafael Videla, con la que la dictadura argentina parodiaba la existencia de un respeto a las leyes.

Julio Borges, Presidente del Congreso. REUTERS

No es casual que este golpe al Parlamento, que por más de un año rigió con independencia en el país, se haya producido cuando recrudece la ofensiva en la Organización de Estados Americanos, impulsada por el secretario general Luis Almagro, para sancionar a Caracas. En el naipe del régimen se han terminado las alternativas para fingir un diálogo con la oposición que permita ir “corriendo la arruga” como dice el dicho venezolano cuando se trata de patear hacia adelante. El gesto brutal de la nomenclatura indicaría que no le interesa su destino en ese organismo hemisférico y probablemente se retire de la OEA antes de que se produzca una votación para suspenderla. Pero no es claro cuán cerca del abismo está caminando el delfín de Chávez. Ayer, la Fiscal General venezolana, Luisa Ortega, una connotada chavista que armó el proceso contra el preso político Leopoldo López, condenó el zarpazo al Parlamento como “inconstitucional”. El sorprendente giro indicaría las fricciones en la cúpula de las que también da cuenta la lejanía de los aliados regionales. El desafío para Maduro es que su poder depende de lealtades bien respaldadas que incluyen al imprevisible aparato militar. La agitación interna debe ser la causa de la súbita mudez del locuaz Presidente, que recién un día después salió a defender su invento aunque limitándose a proclamar que no hay nada de eso de auto golpe.

El propósito de Maduro con esta jugada ha sido aislarse para desarmar a cualquier costo el frente opositor y regresar al rito de comicios de resultado asegurado. Eso, incluso, provocando una reacción de la otra parte que justifique una estado de conmoción que libere la represión. Entre sus exageraciones, el presidente supone, también, que sobrevivirá a la condena internacional. Es interesante que no haya maltratado aun a Trump, como si creyera en la influencia de su aliado Vladimir Putin con el nuevo inquilino de la Casa Blanca. Se verá. Trump tampoco le ha dedicado ninguno de los rayos de sus tweets para condenar este exceso.

El presidente Mauricio Macri, se reúne el 30/03/2017 en Buenos Aires, Argentina, con Lilian Tintori, la esposa del dirigente opositor venezolano Leopoldo López.DPA

Maduro, por último, hace una apuesta irrisoria a la recuperación del precio del petróleo y poder aliviar el desamparo económico. Es verdad que el barril se ha casi duplicado en los últimos meses de 21 dólares en 2016 a 45, según datos de The Economist. Pero el deterioro nacional es de una profundidad tal que el crudo no será la alternativa esperada. Casi el 95% de la balanza exportadora se explica con los ingresos petroleros. Y aunque los precios hayan mejorado, la infraestructura de la estatal PDVSA sufre un desgaste terminal. Hace poco, un incendio en una refinería, dejó sin combustible al país con las mayores reservas mundiales de petróleo amargando aún más el ánimo social. El año pasado, la producción cayó 10% debido a esas calamidades. Hay otros números que alimentan el asombro y revelan la forma de callejón de esta crisis. En 2016 , la economía se contrajo 18,6%, según datos del propio Banco Central que obtuvo Reuters. La inflación fue de 800%, pero el FMI calcula que trepará este año a un notable 2.200%.

No todo es culpa de Maduro, por cierto. Venezuela es hoy uno de los países más pobres de Sudamérica, pero en 2001, aun con todos sus problemas, era de los más ricos. Un año antes de esa fecha, en febrero de 1999, comenzaba la era bolivariana con la victoria de Hugo Chávez. La realidad tiene esa pasmosa condición de carecer de remedio.
​Copyright Clarín, 2017.

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