La banda que en siete meses cometió secuestros por más de $ 2,5 millones

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Investigaban a sus víctimas, se vestían como policías y las secuestraban durante más de 12 horas. Las liberaban apenas cobrado el rescate, cambiaban los billetes en un bingo para que no los rastrearan y compraban autos o electrodomésticos con el botín. Actuaban en La Matanza, San Martín, Morón y Merlo. Ahora el Tribunal Oral Federal de San Martín los condenó por nueve hechos en los que cobraron más de $ 2,5 millones en sólo siete meses.

Julio Cesar Bisogni (60), alias “El Oso”; Marcelo Fabián Melje (29), apodado “Gordo Piti”; y Jorge Luís Basualdo (28), más conocido como “Poca Vida”, recibieron penas de 30, 22 y 12 años de prisión, respectivamente, por su responsabilidad en nueve secuestros extorsivos realizados entre julio de 2014 y enero de 2015.

"Poca vida", uno de los condenados.

La modalidad era llamativa y se alejaba de la metodología “de moda” de secuestros exprés y al voleo: las víctimas eran elegidas tras una tarea de inteligencia. La banda investigaba sus trabajos y sus ingresos, tenía datos sobre las actividades comerciales y conocía sobre los últimos movimientos de dinero. Con esa información determinaba la cifra para exigir por la liberación y presionaban a los familiares para asustarlos y obligarlos a pagar.

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“Che Fernando disculpa que te pegué pero estábamos nerviosos, no tenemos nada personal en contra tuyo”, le dijo “El Oso” a una de sus víctimas, poco antes de liberarlo. Se trataba del dueño de un supermercado, y su familia pagó $ 530 mil para que lo soltaran tras negociar durante horas, el 5 de enero de 2015.

Un mes antes, el 3 de diciembre de 2014, el mismo Fernando había sido el pagador de otro rescate de $ 130 mil por el secuestro de Nicolás, uno de sus empleados y amigo de su familia. Lo habían interceptado cuando salía del trabajo y se lo llevaron a un galpón. El hombre tiene una discapacidad motriz y, tras cobrar el rescate, lo dejaron abandonado, “sentado en su silla de ruedas, en una calle de tierra a metros de la Ruta 1001, con un buzo y una bolsa de consorcio en su cabeza”. Fue Fernando el que dejó el bolso con la plata en el punto indicado y fue a buscar a su amigo para llevarlo de regreso a su casa. Un mes después revivió el calvario.

Marcelo Melje, otro de los secuestradores condenados.

Otra de las víctimas de la banda fue Andrea, señalada por la novia de Bisogni. Es que la familia de la mujer es dueña de un colegio privado en González Catán y allí asistía uno de los hijos de María, la pareja del líder de la organización. Para liberarla, el 12 de septiembre de 2014, cobraron un rescate de $ 1.250.000.

A pesar de su logística y planificación, la banda fue desbaratada tras una investigación realizada por Sebastián Basso y Santiago Moore, de la Fiscalía Federal N°1 de Morón, por ocho secuestros. Y por otro caso en San Martín. Además hay una causa paralela por lavado de dinero, en la que investigan a María, la pareja de Bisogni.

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A “El Oso” lo localizaron gracias al testimonio de las víctimas y por las coincidencias en la metología. “Ni bien capturaban a las víctimas les ponían vendas en los ojos y les inmovilizaban sus brazos con esposas o precintos”, contaron fuentes de la investigación. Y agregaron: “Luego los trasladaban hasta un domicilio de las localidades de Pontevedra (Merlo), González Catán (La Matanza) y zonas aledañas (no siempre la misma vivienda) y los mantenían allí mientras se extendían las negociaciones con familiares”.

Si bien cambiaban permanentemente de teléfonos, los rastrearon hasta localizar a los secuestradores en la zona de “Las Casitas”, en La Matanza. El primero en caer fue Bisogni, en febrero de 2015, después Melje y Basualdo, tras la intervención de teléfonos y seguimientos de la Policía.También fue clave el testimonio de una de las víctimas, ya que durante uno de los hechos logró ver a “El Oso” y pudo identificarlo. Lo mismo pasó con “Poca Vida”.

Según confiaron las mismas fuentes, personal de la DDI de Morón reconoció la voz de los secuestradores en distintos llamados extorsivos. Más tarde peritaron las comunicaciones de los acusados con las familias.

Bisogni ya había estado preso: en 2004 usó la misma metodología para realizar secuestros, entre ellos el de un adolescente de 16 años. En aquel entonces, cayó después de haber llamado a la familia de la víctima para saber cómo estaba el chico. “Ya largamos al pibe, ¿llegó bien?”, le preguntó a los padres desde el mismo teléfono celular que había usado para hacer los llamados extorsivos y que la Policía ya tenía identificado y localizado. Fue detenido horas más tarde.

Una década después, tras recuperar la libertad, volvió al ruedo

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